Capítulo 7: Cafetería.
Nora.
Me habían comunicado por mensaje que no tenía que ir al trabajo hoy debido a la lluvia. Aproveché la oportunidad para descansar y recargar energías, preparándome para regresar mañana al trabajo.
Al despertar, encendí mi móvil y observé que el reloj marcaba las once menos cuarto. Me levanté con calma y me dirigí al baño, siguiendo la rutina habitual de ducha, cepillado de dientes y, si era necesario, otras necesidades.
Una vez lista, elegí con cuidado un atuendo encantador para mi salida improvisada a la cafetería más cercana, con la intención de disfrutar de un pequeño café y quizás unas galletitas. Antes de salir, me di cuenta de que no tenía paraguas, me había olvidado el mío en mi pueblo.
Caminé hacia la puerta, asegurándome de estar bien tapada, y me dirigí rápidamente a la cafetería cercana. Mientras avanzaba, sentí el aire y agua fresca golpear mi rostro, y una sensación de tranquilidad me envolvía.
Al llegar a la cafetería, empujé suavemente la puerta de cristal y encontré un acogedor rincón cerca de las ventanas. Un amable camarero se acercó para tomar mi pedido, y solicité un capuchino acompañado de un pequeño "pain au chocolat".
Mi pedido llegó rápidamente, y tras agradecer al camarero, saqué mi móvil para revisar algunos mensajes o navegar por Instagram. Al encender el teléfono, noté un mensaje vocal de mi madre, lo que me hizo sonreír mientras me preparaba para leerlo.
─Hola Nora, hoy Julio ha venido a hablar con nosotros, y... me gustaría felicitarte por haber logrado algo imposible. Tu padre está más que contento ─rió─. Espero volver a vernos pronto, si es posible. Adiós, cariño, cuídate mucho.
Iba a responder pero me sobresalte al sentir una mano en mi hombro. Me giré rápidamente para ver a Gabriel, quien se burlaba de mí por el susto que le había dado.
─¡Gabriel! ¡Me has asustado! ─exclamé con una risa nerviosa, sintiendo cómo el latido de mi corazón se calmaba poco a poco.
Gabriel se echó a reír, disfrutando de mi reacción.
─Lo siento, no pude resistirme ─dijo Gabriel con una sonrisa traviesa.
Rodé los ojos con diversión, sintiéndome aliviada de que fuera solo Gabriel y no alguien más desconocido.
─¿Por qué estás aquí sola? ─me preguntó mientras se apoyaba en el respaldo de la silla frente a mí.
─Porque no tengo compañía ─respondí riendo ante su pregunta, y le devolví la curiosidad─. ¿Y tú qué haces aquí?
─Pues estoy aquí con los chicos ─respondió.
"Los chicos", pensé para mí misma, sin estar segura a quiénes se refería, pero decidí no preguntar.
─Bajé para ir al baño y te vi aquí sola. ¿Te gustaría venir con nosotros? ─me preguntó.
Aunque solo me quedaba el capuchino que había pedido, acepté la invitación. No tenía nada más que hacer.
Tomé mi café y subimos lentamente las escaleras, mientras las risas familiares resonaban en mis oídos. Al llegar, Gabriel se acercó a una mesa donde estaban Camavinga, Tchoumeni, Vini, Brahim, Rodrygo y, por supuesto, Jude.
Al verme, todos me saludaron amablemente mientras buscaba un lugar para sentarme.
Finalmente, encontré el único asiento libre, justo al lado de Gabriel pero frente a Jude. Mientras ellos continuaban con su animada conversación, saqué mi teléfono y comencé a revisar TikTok e Instagram.
Levanté la vista para tomar un sorbo de mi café, aprovechando un breve momento de silencio en la conversación. Entonces, decidí preguntarle a Gabriel por qué estaban todos aquí, en esta cafetería.
─Gabriel, tengo una pregunta ─dije, y él me miró, esperando mi pregunta─. ¿Qué hacen ellos aquí? Quiero decir, ¿por qué en esta cafetería? ¿La gente no reacciona al verlos? Son famosos, ¿no? ─susurre intentando que los demás no me escucharan.
Gabriel rió antes de responder. ─Bueno, venimos aquí todos los días lluviosos por la mañana. Elegimos esta cafetería porque no mucha gente viene por aquí, por lo que los empleados y los encargados ya están acostumbrados a vernos ─explicó rápidamente.
Entendí de inmediato a lo que se refería. No había notado la falta de otras personas aquí, pero tenía sentido.
Después de un momento de silencio, noté que todos los chicos nos miraban.
─Bueno, ¿de qué están hablando? ─preguntó Brahim, con una chispa de curiosidad en los ojos mientras nos observaba divertido.
Gabriel intervino por mí, respondiendo rápidamente: ─Solo me estaba preguntando una cosa.
Los demás asintieron con complicidad y me devolvieron una sonrisa antes de retomar su conversación animada. Estaba a punto de dar otro sorbo a mi capuchino cuando, sin querer, mi mano rozó ligeramente mi vaso, derramando café sobre Jude.
─Oh, Dios mío, lo siento mucho ─me disculpé, sintiéndome avergonzada y sorprendida por el accidente.
Jude se levantó junto a mí, y me apresuré a buscar algunas servilletas en otra mesa para ayudar a limpiar el desastre.
─No te preocupes ─respondió con una sonrisa tranquilizadora mientras le ofrecía una de las servilletas.
Los demás nos observaban mientras nos esforzábamos por limpiar la mesa, y no pude evitar disculparme nuevamente por mi torpeza.
Después de limpiar, me excusé para ir al baño, que estaba ubicado en el piso de abajo. Entré en el único baño mixto disponible, y mientras me lavaba las manos, vi a Jude reflejado en el espejo, sonriendo.
─¿Qué haces aquí? ─pregunté, abriendo el agua.
─¿No es obvio? ─respondió, señalando su ropa manchada de café mientras se reía.
Riendo avergonzada, me disculpé de nuevo y terminé de lavarme las manos para dejarle espacio a Jude. Después de retocarme el cabello, lo vi salir del baño.
─Nos vemos arriba ─dijo antes de desaparecer por la puerta.
Una vez que me aseguré de que lucía presentable, subí las escaleras y recogí mi teléfono de la silla, lista para regresar a casa.
─¿Te vas ya? ─preguntó Gabriel, siendo el primero en darse cuenta.
─Así es, la lluvia parece haber parado ─respondí, mirando por la ventana.
Gabriel se ofreció a acompañarme, pero le aseguré que no era necesario y me dirigí hacia las escaleras. Bajé y me encaminé hacia la salida, apresurándome para llegar a casa antes de que la lluvia volviera a caer.
Algo es algo.