Capítulo 5: Entre Latidos y Promesas.

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El sol se filtró suavemente por las persianas de mi apartamento, despertándome con una mezcla de sorpresa y alegría. Aún podía sentir el calor del beso de Bella en mis labios, y mi corazón latía desbocado, como si estuviera bailando al ritmo de una melodía desconocida. ¿Cómo podía ser real? ¿Cómo podía alguien como ella, tan hermosa, tan especial, haber cruzado mi camino? Me quedé allí, unos segundos, con los ojos cerrados, como si temiera que al abrirlos todo fuera a desvanecerse.

Pero no, cuando los abrí, todo seguía allí. El apartamento, aunque pequeño, parecía más luminoso, más acogedor. El mundo fuera de esas paredes, con sus ruidos y su constante movimiento, se sentía lejano. Todo parecía posible ahora. Me levanté de la cama con una sonrisa tonta en el rostro. ¿Quién era este Andy que veía en el espejo? No era el mismo cajero de minimarket, no. Era alguien diferente. Alguien que había tocado los labios de la chica de sus sueños.

Me vestí con más cuidado de lo habitual, eligiendo una camisa que no había usado en meses. No me importaba si era tarde para el trabajo o si debía apurarme. Quería sentirme bien conmigo mismo, al menos por un día. Cuando finalmente salí del apartamento, el aire frío me golpeó la cara, pero no me molestó. El sol estaba comenzando a brillar, y el mundo fuera parecía lleno de posibilidades.

Y allí estaba ella, esperándome. Bella. Como si fuera un sueño que se había materializado en la realidad. Su cabello rojo estaba recogido en un moño desordenado, y sus ojos verdes brillaban con complicidad. El simple hecho de verla me hizo sentir como si el resto del mundo hubiera desaparecido.

"Hola", dijo ella, su voz suave, como una melodía. Y en ese momento, el bullicio de la ciudad, los coches, las personas caminando apresuradas, todo se desvaneció. Solo existíamos nosotros dos.

Nos dirigimos al café, el pequeño lugar que siempre habíamos querido visitar. Las calles estaban llenas de gente, pero yo solo tenía ojos para ella. Hablamos de todo y de nada. Sus pasatiempos, sus sueños, lo que le gustaba hacer en su tiempo libre. Bella tenía una risa contagiosa, que llenaba el aire de felicidad. Yo me sentía como si estuviera flotando en una burbuja de alegría, ajeno al mundo exterior.

Cuando nos sentamos en una mesa cerca de la ventana, pedimos un café con leche y una porción de pastel de chocolate. Yo no podía dejar de mirarla. Cada palabra que salía de su boca era como una melodía, y cuando reía, sentía que todo a mi alrededor se iluminaba. Pero lo que más me tenía atrapado eran sus labios. Aún recordaba el sabor de su beso, la calidez de su cercanía. Me sentí un poco tonto, seguro, pero no podía evitarlo.

"¿Qué estás pensando?", me preguntó Bella, su mirada traviesa y curiosa.

La miré fijamente, sin saber si debía decirle lo que realmente sentía, o si debía mantener mis pensamientos para mí. Pero no pude evitarlo. Tomé su mano con suavidad y la apreté ligeramente.

"Estoy pensando que esto es surreal", le confesé. "Que tú eres surreal. ¿Cómo es posible que alguien como tú esté aquí conmigo?"

Bella me miró con ternura, sus ojos brillando con una suavidad que me dejó sin palabras. "Porque a veces, la realidad supera a los sueños", dijo, y sentí que mi corazón latía más fuerte.

Hablamos durante horas, como si no existiera el tiempo. Bella tenía historias fascinantes de viajes y aventuras, momentos que parecía haber sacado de una novela. Y yo la escuchaba como si estuviera bebiendo agua después de un largo desierto. Sentía que cada palabra de ella me llenaba, me completaba.

"¿Y tú?", me preguntó al final. "¿Cuál es tu sueño más grande, Andy?"

Miré a Bella, sin pensarlo siquiera, y mi respuesta salió de mi boca como si fuera la única verdad que conociera.

"Mi sueño más grande es estar contigo", dije, y mi voz sonó más sincera de lo que imaginaba. "No importa si soy un bueno para nada. Solo quiero estar contigo, Bella".

La vi sonreír, y el mundo pareció detenerse por un instante. Se inclinó hacia mí y, sin decir una palabra más, sus labios encontraron los míos en un beso suave, lleno de promesas. Fue un beso cálido, lleno de la ternura de un amor que recién comenzaba a nacer.

Cuando nos separamos, mi corazón seguía latiendo con fuerza, y mi mente no podía dejar de pensar en el futuro, en todo lo que podríamos ser. Susurré, sin poder evitarlo:

"Entonces, Bella, ¿qué dices? ¿Quieres ser mi novia?"

Ella sonrió, y la expresión en su rostro estaba llena de esa ternura que solo ella sabía mostrar. "Sí", respondió, casi en un susurro. "Por siempre y para siempre".

Esa tarde, al despedirnos con un pequeño beso en los labios, supe que nada volvería a ser igual. El minimarket, ese lugar gris y monótono, ya no era lo mismo. La rutina se había transformado, y hasta el señor Rodríguez, que siempre había sido un poco gruñón conmigo, parecía más tolerante. "Sigue así, Andy", me dijo una tarde, y yo asentí, incapaz de creer que esas palabras salieran de su boca.

Pero lo que realmente me mantenía con una sonrisa en el rostro, lo que realmente me hacía esperar con ansias el final de cada jornada, era saber que Bella estaría allí, esperándome afuera. Cuando la veía, su cabello rojo agitado por la brisa y sus ojos brillando al verme salir del trabajo, sentía que todo estaba bien.

"¿Cómo estuvo tu día?", me preguntaba, y yo, como si fuera un niño, me sentía como si estuviera viviendo un cuento de hadas.

Caminábamos por las calles, nuestras manos rozaándose de vez en cuando. Bella, como siempre, tenía historias infinitas que contarme. Y yo la escuchaba como si fuera la única voz que importara.

"¿Y tú?", me preguntaba a veces, mirándome con curiosidad. "¿Qué sueñas, Andy?"

Miraba sus ojos verdes, los mismos que me habían cautivado desde el primer momento, y mi respuesta salía sin pensarlo.

"Sueño contigo", le dije, mi voz casi un susurro. "Sueño con tus ojos, con tus labios, con tus risas. Sueño con un mundo donde tú y yo seamos la única realidad".

Bella sonrió, y en ese momento, su sonrisa fue todo lo que necesité para saber que estábamos destinados a estar juntos.

Una tarde, después de tomar café, Bella me miró con seriedad, como si fuera a decir algo importante. "Andy, ¿qué es lo que más deseas en este mundo?"

No dudé ni un segundo. "Deseo que esto nunca termine", le dije. "Deseo seguir viendo tus ojos, seguir escuchando tu risa, seguir sintiendo tus labios contra los míos".

Ella se acercó a mí y, sin decir más, nuestros labios se encontraron nuevamente. Fue un beso lento, dulce, lleno de promesas que me hicieron sentir como si nada pudiera separarnos. "No terminará", susurró ella, su aliento cálido en mi piel. "Porque yo también sueño contigo, Andy. Y los sueños, a veces, se vuelven realidad".

Esa noche, cuando Bella se despidió con un beso tierno, supe que había encontrado algo mucho más grande que un simple amor. Había encontrado un sueño hecho realidad, y estaba dispuesto a vivirlo con ella, cada día, por siempre.

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