Andy se encontraba al borde del abismo, su alma sumida en la oscuridad. La vida parecía haberle arrebatado todo: trabajo, dinero, esperanza. El casero, un hombre de mirada fría y despiadada, le había dado un ultimátum. Dos días para encontrar el dinero de la renta o enfrentar la calle. El mundo exterior se cernía sobre él como una tormenta inminente, y Andy no sabía cómo sobreviviría.
Con el corazón en un puño, decidió dar un último paso. El hospital, con sus luces fluorescentes y pasillos interminables, parecía un refugio en medio de la tormenta. Andy se aferró a esa idea mientras cruzaba la puerta giratoria y se encontraba con la recepcionista.
La enfermera, de cabello canoso y ojos compasivos, levantó la vista de su escritorio al escuchar los pasos vacilantes de Andy. “¿En qué puedo ayudarte?”, preguntó con dulzura.
Andy tragó saliva, sintiendo que las palabras se atascaban en su garganta. “Necesito ayuda”, tartamudeó. “Estoy… estoy pensando en suicidarme”. "
La sala de espera era un mar de sillas de plástico desgastadas, todas alineadas en filas perfectas. La luz fluorescente parpadeaba intermitentemente, como si también estuviera cansada de presenciar el desfile constante de almas afligidas. Andy se sentó en una de las sillas, sintiendo cómo la incomodidad se filtraba a través del tejido raído de su abrigo.
La enfermera no mostró sorpresa ni juicio cuando llamó su nombre. Levantó la mirada con fastidio, como si Andy fuera simplemente otro número en su lista interminable de pacientes. Andy había imaginado que sería diferente. Después de todo, había rehecho su discurso mental una y otra vez mientras esperaba su turno. Pero la realidad era más cruel que cualquier fantasía.
—¿Andy? —dijo la enfermera, sin esperar a que él se levantara. Su voz era monótona, como si recitara una letanía.
Andy se puso de pie y siguió a la enfermera por un pasillo estrecho. Las paredes estaban pintadas de un blanco sucio, y los cuadros colgados en ellas parecían haber perdido su color hace décadas. La enfermera le tendió una hoja de papel y un bolígrafo.
—Llene sus datos aquí —dijo, señalando una línea punteada en la parte superior de la página.
Andy escribió su nombre, fecha de nacimiento y dirección. Pero lo que realmente quería expresar estaba enredado en su mente, como un nudo imposible de deshacer. La hoja de papel no tenía espacio para la desesperación, para la soledad que lo había llevado hasta aquí.
—¿Y ahora qué? —preguntó Andy, devolviendo la hoja a la enfermera.
—Tiene una cita con el psicólogo para dentro de un año —respondió ella, sin mirarlo. Su atención ya estaba en el siguiente paciente que esperaba en la fila.
—¡Un año! —exclamó Andy, sintiendo cómo la rabia se apoderaba de él—. Pero necesito ayuda ahora. No puedo esperar tanto tiempo.
La enfermera se encogió de hombros, como si la urgencia de Andy no fuera más que un mosquito molesto.
—Así funciona la salud pública —dijo—. No tienes dinero para atención privada, ¿verdad? Pues esto es lo que hay.
Andy salió de la clínica con el corazón en un puño. La indiferencia de la enfermera lo había golpeado con más fuerza que cualquier diagnóstico. Se preguntó si su dolor era visible, si alguien más podía ver la tormenta que rugía dentro de él.
Caminó por las calles grises, sintiendo cómo la ciudad lo absorbía. Las personas pasaban a su lado sin mirarlo, como si él también fuera invisible. La enfermedad de la indiferencia se había propagado, y él era su víctima más reciente.
La noche estaba envuelta en sombras, y el aire frío se filtraba por las rendijas de su abrigo. Había llegado al hospital con la esperanza de encontrar una respuesta, un consuelo, pero en su lugar, solo encontró indiferencia. Los médicos y enfermeras pasaron por su lado sin mirarlo, como si fuera invisible." ¿Acaso mi dolor no era lo suficientemente real para ellos?"
Después de salir del hospital y caminar unas cuadras Andy se sentó en la parada de autobús, sintiendo el peso de la soledad sobre sus hombros. La gente pasaba a su lado, absorta en sus propios problemas, sin notar la desesperación de Andy. Pero entonces, la vio: una chica sentada en el extremo opuesto de la parada. Su cabello rojo caía en cascada sobre sus hombros, y su mirada estaba perdida en algún punto lejano.
"Bella", susurró, como si pronunciar su nombre pudiera conjurarla de la nada. "Soy yo, Andy" Ella lo miró con desconcierto, sus ojos oscuros escudriñando el rostro de Andy. Pero no dijo nada, simplemente apartó la vista, como si no quisiera involucrarse en alguna locura.
"No te equivoques", respondió con frialdad. "No sé quién eres ni qué pretendes."
Pero Andy lo sabía. Había soñado con ella durante semanas, en esos momentos fugaces entre el sueño y la vigilia. En sus sueños, ella era su salvación, su razón para seguir adelante. "Soy Andy", le insistió voz temblorosa. "He venido a buscarte."
Bella frunció el ceño, y su expresión se endureció. "No tengo tiempo para juegos", dijo. "Vete."
Pero no podía. No después de todo lo que había pasado. "Sabía que eras real", insistí. "No eras solo un sueño. ¿Por qué me ignoras?"
Ella se levantó, sus ojos llenos de desprecio. "Porque no soy quien crees que soy. No soy tu salvadora ni tu musa. Soy estoy esperando a mi novio."
Su corazón se hundió. " ¿Novio? ¿Cómo podía ser? ¿Cómo podía haberme equivocado tanto?" Pero antes de que pudiera decir algo más, un hombre apareció a su lado. Era alto y corpulento, con una mirada amenazante.
El hombre me miró con desprecio y avanzó hacia mí. Sus puños se cerraron, y antes de que pudiera reaccionar, me golpeó en el estómago. Caí al suelo, sintiendo el dolor agudo en cada fibra de mi ser.
"¿Quién es este idiota?" gruñó.
— No lo sé, no lo conozco — Respondió la chica, pero luego le lanzó una mirada extraña y curiosa a Andy — Un momento.... Ya lo recuerdo. ¡Sí! Ese chico es el que se me quedó mirando raro el otro día en el minimarket. Pero nunca más en otra ocasión lo he visto para que se me acercara de esta manera tan extraña.
"No vuelvas a acercarte a ella", gruñó el hombre.
Bella se alejó, sin mirar atrás. "Fuera de aquí", me dijo. "Y no vuelvas nunca más."
Andy se retuerce del dolor en el suelo. Y entonces recuerda a la chica, recuerda la primera vez que la vio en el minimarket, compró unas cosas y al cobrar ella le sonrió al momento de darle las gracias. Fue el mismo dia en el que el señor Rodríguez, el dueño, lo trató muy mal, ella fue la unica persona en todo el dia que le dio una sonrisa y las gracias, esa fue la razón por la que empezó a soñar con ella.
Andy se quedó allí, en la oscuridad de la noche, sintiéndose más solo que nunca. Había buscado ayuda en el hospital y encontrado indiferencia. Había buscado consuelo en Bella y encontrado rechazo. Pero quizás, solo quizás, aún había una manera para seguir adelante. Aunque fuera solo para enfrentarse al próximo golpe, al próximo desengaño. Porque incluso en la oscuridad más profunda, siempre hay una pequeña chispa de esperanza. Y Andy estaba decidido a aferrarse a ella, aunque fuera lo último que hiciera.
Solo había una manera de reecontrarse con Bella para siempre y Andy ya estaba decidido a ello.
Andy sabia que Bella era más que un sueño, era real, había una dimensión allá fuera donde ella lo estaba esperando.
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LIMERENCIA
Cerita Pendek**Limerencia** es un término que describe un estado emocional intenso y obsesivo, generalmente asociado con el amor romántico. En la **novela ficticia "Limenercia"**, este concepto cobra vida a través del protagonista, **Andy**, quien se enamora obs...