Capítulo 6: Un sueño Hecho Realidad

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El sol brillaba intensamente sobre el capó del Mercedes Benz 2019 que acababa de comprar. No era solo un coche; era el símbolo de todo lo que había logrado, de lo que había luchado para escapar de la rutina que me había atrapado durante tanto tiempo. Las llaves pesaban en mi mano y, aunque nunca había sido de sonreír mucho, hoy lo hacía sin pensarlo. No era solo un coche, era mi libertad.

Mi vida estaba cambiando, y lo sentía en cada fibra de mi ser. Dejar atrás el trabajo como cajero en el minimarket era un paso grande, pero el crédito del banco había sido mi boleto hacia algo diferente, hacia algo que no se parecía en nada a lo que había conocido. Mientras mis manos tocaban el volante, sentí cómo la carretera se abría ante mí. La vida ya no era solo una serie de días que se repetían; ahora, el futuro parecía algo que podía construir a mi manera.

Una tarde, estacioné el coche frente al minimarket, como siempre hacía, pero esa vez algo era distinto. Me llené de valor. El señor Rodríguez estaba detrás del mostrador, su mirada siempre fija en el trabajo, pero esta vez yo no me sentí pequeño. Me acerqué con la cabeza en alto, como si las palabras que iba a decir pudieran cambiarlo todo.

“Señor Rodríguez”, comencé, sin titubeos. “Quiero renunciar”.

Lo vi mirarme con sorpresa, sus ojos entrecerrados mientras procesaba lo que acababa de escuchar. “¿Renunciar? Pero Andy, has sido un buen empleado. ¿Qué vas a hacer ahora?”

Sus palabras me llegaron, pero no me hicieron vacilar. Sabía lo que quería. Sabía que ya no era el chico tímido que se conformaba. “He sido un buen empleado, pero quiero más. Quiero elegir mi propio camino, quiero algo que me haga sentir vivo. Esto... ya no es para mí”.

Hubo un momento de silencio, y luego, con una sonrisa nostálgica, el señor Rodríguez extendió la mano. “Te deseo lo mejor, Andy. Gracias por todo el tiempo que has estado aquí”.

El apretón de manos no fue solo un adiós. Fue una liberación. Sentí cómo el pasado se desvanecía en ese momento, como si algo se rompiera y dejara espacio para lo nuevo. No era solo un apretón de manos, era el final de una etapa y el comienzo de otra.

Esa noche, cuando me senté al volante del Mercedes, la ciudad brillaba a mi alrededor, y yo me sentía más libre que nunca. Encendí la aplicación de Uber con un suspiro, y mientras esperaba la primera solicitud, sentí cómo el miedo se disipaba. No era solo un coche, era mi oportunidad. Mi futuro estaba aquí, ahora.

Cuando llegó la primera solicitud, me quedé sonriendo. No era solo un viaje; era mi primer paso hacia algo completamente nuevo. Mientras recorría las calles, mi mente volvía a Bella. Pensaba en sus ojos brillando, en la calidez de sus besos robados, en cómo su risa se metía en mi alma y no quería irse. Bella... ella era la razón de todo esto. Elena, la chica que había sido mi sueño por tanto tiempo, ahora se sentía lejana, irrelevante. Pero Bella... Bella era real. Y yo estaba dispuesto a hacer de cada día un sueño hecho realidad junto a ella.

Pasaron los meses y, aunque el trabajo como conductor de Uber no era fácil, había algo en la libertad que encontraba al volante que no se comparaba con nada. El Mercedes se había convertido en mi compañero de vida, y la gente comenzaba a notar lo bien cuidado que estaba. Pero, más allá de lo que ganaba, era la sensación de tener el control lo que me llenaba cada día. Ya no era solo un tipo trabajando en un minimarket. Ahora estaba construyendo mi propio camino.

Una tarde, después de una cita con Bella, me miró con curiosidad, como siempre, y supe que tenía que hacer algo especial. “Tengo una sorpresa para ti”, le dije, con una sonrisa que no pude ocultar.

Bella, como siempre, se emocionó con mi misterio. “¿Qué estás tramando?”, preguntó, con esa risa que siempre me hacía sonreír.

La conduje hasta el coche, y antes de que pudiera preguntar algo más, le vendé los ojos. “No hagas preguntas”, le dije, riendo.

El motor rugió bajo el capó y las calles se fueron desdibujando mientras yo manejaba, disfrutando del momento. Bella, aunque intrigada, no pudo evitar sentirse un poco nerviosa. “¿Dónde estamos?”, preguntó, pero yo solo sonreí, conduciendo hasta llegar a mi destino.

Cuando finalmente paré el coche, la ayudé a bajar y le quité la venda. Al instante, se quedó mirando, asombrada. Estábamos frente a un hermoso edificio de apartamentos. Las luces de la ciudad parpadeaban a lo lejos y el aire estaba fresco, lleno de promesas.

“¿Qué es esto?”, me preguntó, sin poder disimular la emoción.

Tomé su mano y, sin decir palabra, la guié hacia el interior. El apartamento era sencillo, pero elegante, como si estuviera esperando por nosotros. Las paredes eran de un suave tono neutro, y la luz dorada del atardecer se colaba por las ventanas, llenando el lugar de calidez.

“Es nuestro”, dije, mirando a Bella, que parecía incapaz de creer lo que estaba viendo.

“¿Nuestro?” repitió ella, su voz llena de incredulidad. Asentí con la cabeza, con una sonrisa que no podía borrar. “Lo alquilé para nosotros. Un lugar donde podamos construir algo juntos”.

Bella se acercó y me abrazó, y en ese momento, mi corazón se sintió más lleno que nunca. “Andy, esto es increíble”, susurró, y supe que había tomado la decisión correcta.

Nos quedamos allí, en medio del apartamento vacío, pero lleno de todo lo que podíamos construir. La luz del atardecer se filtraba por las ventanas, creando un ambiente perfecto.

Mientras Bella admiraba la vista desde la ventana, con el cabello rojo iluminado por el sol, sentí cómo el futuro, por fin, estaba a nuestro alcance. “¿Puedes creerlo, Andy?”, dijo, con sus ojos brillando. “Este lugar es nuestro. Nuestro refugio”.

“Sí”, respondí, tomando su mano. “Y esto es solo el comienzo. Lo que realmente importa es lo que vamos a construir aquí”.

Cocinamos juntos, disfrutando de la simplicidad de la vida. Aunque no era el mejor cocinero, Bella me miraba como si fuera un mago. “¿Quién hubiera pensado que un cajero de minimarket podía hacer algo tan delicioso?”, dijo, y me sentí como si flotara.

Después de cenar, nos sentamos en el sofá, con las luces de la ciudad parpadeando en el horizonte. Bella apoyó la cabeza en mi hombro, y yo la rodeé con el brazo. “¿Qué piensas, Bella?”, le pregunté. “De este nuevo capítulo en nuestras vidas”.

Ella levantó la mirada hacia mí, sus ojos llenos de promesas. “Andy, esto es más de lo que jamás soñé. Tú y yo, en este apartamento, construyendo recuerdos. No puedo esperar para ver qué nos depara el futuro”.

Nos besamos, un beso lento, profundo, lleno de promesas y de sueños compartidos. No era solo un beso; era la confirmación de que todo lo que había hecho, todo lo que había luchado por alcanzar, estaba valiendo la pena. Bella era real. Y junto a ella, cada día era un sueño hecho realidad.

Continuará...

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