Capítulo 4: Una Ángel Verde y Rojo

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El sol se filtraba por las persianas del minimarket, pintando rayas doradas en el suelo. Yo estaba detrás de la caja registradora, contando el cambio con más cuidado de lo habitual. La luz suave iluminaba las arrugas de mi frente y los surcos de fatiga en mi rostro. No podía dejar de pensar en lo que había pasado la noche anterior, pero esa mañana todo parecía más tranquilo. Como si las horas hubieran tenido el poder de suavizar un poco la tensión acumulada.

De repente, el señor Rodríguez se acercó a mí. Me preparé para escuchar otro regaño, como siempre. Sin embargo, me sorprendió cuando, en lugar de darme un sermón, extendió la mano hacia mí.

"Lo siento, Andy", dijo con una expresión en su rostro que nunca había visto antes. Había algo en su mirada que me desconcertó. "Lamento lo que te pasó anoche, no debí haberte hecho salir tan tarde. Creo que he sido injusto contigo. Tu trabajo es valioso aquí. Gracias por tu esfuerzo".

Me quedé paralizado por un momento. ¿Era real? ¿El señor Rodríguez realmente me estaba elogiando? Era como si el minimarket, el lugar que siempre me había parecido tan gris y opresivo, se hubiera transformado, aunque fuera por un instante. No entendía cómo, pero algo dentro de mí empezó a cambiar, aunque no supiera todavía cómo se llamaba esa sensación.

Esa tarde, mientras ordenaba las estanterías, una figura entró en la tienda. Levanté la vista y mi corazón se detuvo por un segundo. Era un Ángel Verde y Rojo: una chica de cabello rojo y ojos verdes, con una sonrisa que parecía iluminar la penumbra del minimarket.

"Hola", dijo ella con una voz cálida. "Soy Bella".

Ella era diferente, completamente diferente a cualquiera que hubiera conocido. No solo por su belleza, sino por la forma en que me miraba. No me veía como al cajero común, no, ella realmente parecía interesada en lo que tenía que decir. Nos pusimos a hablar de trivialidades, del clima, de las ofertas del día, pero algo más flotaba en el aire. No podía ponerle nombre, pero sentía que había una conexión, aunque apenas la estuviéramos estableciendo.

"El café aquí es bastante bueno", comentó Bella mientras señalaba la máquina de café, con una pequeña mueca en su rostro que indicaba que le gustaba. "¿Te gustaría probarlo después de tu turno?"

Asentí sin pensarlo, incapaz de articular más que un "Sí". No estaba seguro de si realmente lo quería o si simplemente no podía resistirme a su amabilidad. Me miró nuevamente, sonriendo como si ya supiera la respuesta, y antes de marcharse, dejó un papel doblado sobre el mostrador. "Aquí tienes mi número. Me encantaría volver a verte", dijo con un tono suave, como si fuera algo natural, pero a la vez con una chispa de esperanza que me hizo sonrojar.

Estuve un largo rato mirando el papel, casi no creyéndolo. ¿Cómo podía ser posible? ¿Cómo podía alguien como Bella estar interesada en mí? La ciudad seguía su frenética marcha afuera, pero dentro de mi pequeño mundo, todo parecía estar en silencio. Me sentí completamente fuera de lugar, pero de alguna forma, una chispa de esperanza se encendió dentro de mí.

Esa noche, sentado en el borde de mi cama, miraba el número de teléfono que Bella me había dado, repitiéndolo en mi mente como si fuera una melodía que no podía olvidar. Con dedos temblorosos, marqué los números y esperé, mi corazón latiendo desbocado.

El tono sonó varias veces antes de que alguien contestara. "¿Hola?" La voz de Bella era suave, melodiosa, como un susurro lleno de promesas.

"Andy", dije finalmente, sintiendo cómo las palabras se atascaban en mi garganta. "Soy Andy, del minimarket". Me sentí ridículo. ¿Por qué estaba tan nervioso? Era solo una llamada telefónica, pero para mí, era algo mucho más grande.

Bella rió, y ese sonido, tan cálido y sincero, hizo que mi pecho se relajara un poco. "Claro que recuerdo al cajero del minimarket. ¿Cómo estás, Andy?"

"Lamento haberte llamado tan rápido", dije, casi sin pensar. "No quería que pensaras que soy un desesperado, pero... no pude esperar más para hablarte".

Bella soltó una carcajada genuina. "Tranquilo, yo también esperaba con ansias tu llamada".

Hablamos durante horas. No era solo que el tiempo pasara volando, sino que me sentía completamente en sintonía con ella, como si nuestras almas estuvieran hablando más allá de las palabras. Compartimos risas, historias, secretos. Yo me sentía como si estuviera flotando, y todo gracias a ella. ¿Cómo podía ser posible que alguien como Bella estuviera interesada en mí?

Al final de la llamada, Bella me dijo: "Mañana, después de tu trabajo, ¿quieres salir? Hay un pequeño café en la esquina. Podemos tomar un café juntos". Y no pude evitar sonreír, una sonrisa que casi me dolió de tanta felicidad. "Sí, sí, me encantaría".

Colgué el teléfono y me quedé mirando la oscuridad de mi habitación, la cabeza llena de pensamientos confusos. Todo había cambiado en un par de horas. Algo dentro de mí había despertado, algo que no sabía que existía.

El aire estaba cargado de expectación cuando salí del minimarket al día siguiente. Bella me esperaba afuera, su cabello rojo brillando bajo la luz de la farola. Ella estaba abrigada contra el frío, y no pude evitar pensar que nunca había visto a nadie tan hermosa. Cuando me vio, su rostro se iluminó con una sonrisa que hizo que mi corazón diera un vuelco.

"¡Hola, Andy!" Bella sonrió, y el mundo se sintió más ligero, como si todo tuviera más sentido. "Estoy emocionada por esto". Yo simplemente asentí, con el corazón desbocado. No podía creer que estuviera allí, con ella, en una cita real.

Caminamos juntos hacia la pequeña cafetería en la esquina. El aroma del café y las luces cálidas nos envolvieron. Me sentía como si estuviera flotando, y aunque estaba nervioso, había algo reconfortante en estar cerca de Bella.

Cuando llegó el momento de pedir, me di cuenta de que no tenía suficiente dinero para dos cafés. Mi rostro se sonrojó al instante. "Solo tomaré un café", dije, sintiendo cómo el rubor me subía a las mejillas.

Bella me miró con curiosidad y sonrió. "¿Estás seguro? Yo invito".

Negué con la cabeza rápidamente. "No quiero que tú pagues por mí. No quiero ser una carga".

Ella sonrió nuevamente, una sonrisa que iluminaba el lugar. "Eres tierno", dijo, y se levantó para pagar la cuenta sin que pudiera decir nada más. Se sentó frente a mí y seguimos conversando, hablando de nuestras vidas, de nuestros sueños, de nuestras risas. Yo me sentía como si estuviera en un sueño del que no quería despertar.

Cuando llegó la hora de despedirnos, Bella se levantó. Yo también me puse de pie, el tiempo parecía acelerarse. "Gracias por esta noche", dijo, y antes de que pudiera reaccionar, Bella se inclinó hacia mí y me besó.

Fue un beso suave, dulce, lleno de promesas. Ella se separó, con los ojos brillantes. "Hasta pronto, Andy". Y se fue, dejándome con el sabor de sus labios y la certeza de que algo había cambiado para siempre.

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