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Capítulo 30

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Capítulo 30. Fogata


Al siguiente día después de las clases, Embry y Quil pasaron por Hazael a la escuela. Era la primera vez que pasaban tiempo juntos sin mencionar cosas de lobos o sin que Paul los estuviese fulminando por estar cerca de ella.

Hazael no dejaba de darle vueltas a las palabras de la supuesta madre de su padre. No comprendía en su totalidad que era o porque tenía habilidades a comparación del resto de su familia, pero agradecía por lo menos tener algo por donde iniciar que en este caso era el anillo que portaba en su dedo anular.

—¿Entonces tu abuela se te presentó en un sueño?— preguntó Quil confuso a lo que la castaña asintió sintiendo su cabello corto rozar sus hombros.

—Sí, eso dijo ella— Embry frunció su ceño con extrañeza.

—Tu no la conociste en vida, ¿O sí?— Hazael negó rápidamente.

—No, ella murió cuando yo tenía solo unos meses de edad y nunca he visto fotos de ella. No he querido preguntarle a papá por miedo a incomodarlo o entristecerlo— dijo la Swan haciendo una mueca.

—Bueno, yo creo que es genial que tengas esas habilidades— dijo Quil mientras Embry asintió estando de acuerdo con él.

—Quil tiene razón. Es divertido y gracias a eso has podido patear el trasero de Jared varias veces— la castaña carcajeo recordando el semblante indignado del chico Cameron.

—No olviden que también puedo patear sus peludos traseros— ambos chicos rieron estruendosamente ante la amenaza de Hazael, los dos alzaron sus manos en señal de rendición.

—No quiero que me arrojes contra a un árbol como al asqueroso Cullen— ella rodó sus ojos, seguramente lo vieron a través de los recuerdos de Jacob.

—Se lo merecía— afirmo Embry con una sonrisa burlona entre sus labios.

Los chicos llegaron a la reserva entre platicas y anécdotas de su niñez. Hazael fue la primera en pisar el territorio quileute siendo recibida cálidamente por las personas a las que se encontraba hasta toparse con los oscuros ojos de Paul, los cuales brillaron al verla.

La Swan corrió hacia el rodeando su cálido cuerpo con sus delgados brazos, Paul la pego a su pecho depositando un beso en su frente y se sonrieron ampliamente.

—Me pregunto cuando esos dos aceptaran lo que sienten— le dijo Quil a Embry quien frunció el ceño en desagrado. Hazael era para ellos como una hermana menor y a él seguía sin parecerle que Paul se imprimara en ella.

—Solo sé que lo destrozare si lastima su corazón como Jacob— dijo Embry con seriedad recibiendo una mirada de Paul quien los había escuchado.

—Vamos hombre, dale una oportunidad— dijo Quil observando con una sonrisa el resplandeciente rostro de su amiga —Hazie es feliz con él.

SOUL | Paul LahoteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora