Capítulo 3: Hortensias azules

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Mi vida se complicó después de conocer a Alan, o Alastor, como él se hace llamar

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Mi vida se complicó después de conocer a Alan, o Alastor, como él se hace llamar. No puedo decir que se arruinó, eso sería mentir y mentirme a mí mismo. ¡Claro que tuve momentos buenos! Los puedo contar con los dedos de una sola mano; sin embargo, para contar las tristezas que esa relación me dejó, me faltaría el tiempo y la vida para explicarlo. En realidad fue mi culpa, eso me digo la mayoría de las veces que recuerdo lo sucedido; aferrarme a alguien, tan desesperadamente, por mi orgullo, es lo que me llevó a llenarme los pulmones de hortensias.

Conocí a Alastor en la preparatoria. Una escuela privada, la mejor de nuestra ciudad. Alastor había obtenido una beca, para estar ahí, por lo que nunca fue del agrado de mi familia, y tampoco de Velvet. Cosas del estatus social que cargaba el apellido Valencia. Mis padres decidieron mudarse a una ciudad menos ruidosa y más tranquila para mi nacimiento, pero eso no evitó que el trabajo les quitase mucho tiempo. Así que la mayor parte de mi infancia la viví con mi niñera o con mi amiga Velvet, o mejor dicho, Valeria, que ha sido mi mejor amiga desde primaria. Nuestras familias se conocían desde hacía años y procuraron que fuésemos amigos desde pequeños. Podría jurar que ellos tenían un matrimonio arreglado para nosotros, sin embargo, nuestra relación fue más la de dos hermanos que apenas se soportan, pero que se quieren mucho. Valeria odiaba su nombre, odiaba los apodos como Vale, Valerita, así que cuando entramos al bachillerato, prefirió presentarse como Velvet. Ella misma dijo que debía tener un nombre igual de original, y me nombró Vox. Víctor le parecía intrascendente. Me apodó Vox, según ella, porque tenía la mente cuadrada, cuadrada como una caja. ¡Superoriginal! Cómo no. Ambos crecimos en cuna de oro, lejos de las necesidades básicas y lejos del hanahaki. Al menos de parte mía, jamás había presenciado la enfermedad. Mis padres eran personas frías y estoicas, dedicadas a las relaciones internacionales y el marketing. ¡Qué irónico! Aun con eso, jamás sentí falta de cariño de su parte, se tomaban los fines de semana para pasar tiempo de calidad conmigo, ya sea con salida a los parques de diversiones, al cine o a comer en familia. Tenían muchas reuniones en casa, muchas fiestas, y al ser su hijo no pasaba desapercibido para los invitados. Me llenaron de regalos, de cumplir mis caprichos. Recuerdo ocasiones en las que saltaba la comida para ir directo al postre sin tener consecuencias. En verdad, creo que esas compensaciones me malcriaron, incluso mis abuelos enviaban buenos y costosos regalos de Navidad o de cumpleaños cuando no tenía la oportunidad de verlos. Yo jamás supe que era la indiferencia hasta que lo conocí.

Fue gracias a un proyecto de biología. La maestra asignó parejas al azar, y el destino me junto con Alastor. De todas las personas con las que me pudo haber tocado, me asignaron precisamente con el único que me caía mal del curso. Bueno, mucha gente me caía mal, pero Alastor era alguien que no podía pasar desapercibido para mi persona. El primer día de clases me dejó en ridículo al corregir uno de mis argumentos en un debate; a este punto ni recuerdo si tenía razón o no. Fue una situación desagradable para mí y no me fue fácil de olvidar. A regañadientes, más a la fuerza que por voluntad propia, me acerqué a él en una hora libre, para organizarnos. Se encontraba en una banca, almorzando tortas con Minzy y Rosa.

Dueto de Flores || Appleradio AU HanahakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora