Capítulo 31

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Tzuyu, sentada en el jardín frente a su casa, observaba el horizonte. Vale, vale. En realidad, estaba espiando a mi vecina, Sana. No me juzguen, cualquiera lo haría con tremenda belleza. Vigilaba si la pelirosa saldría de la casa aquella tarde. Tzuyu buscaba alguna excusa para encontrársela "accidentalmente" y pedirle que le acompañara al parque secreto.

No era su culpa, tenía necesidades que atender y una de ellas era escuchar la voz de Sana, logrando acelerarle el corazón y alegrar su día. En el instituto llevaban días sin hablar frente a frente, incluso no se acercaba al grupo de Jeon cuando Sana estaba con ellas. La castaña sentía pánico de que alguien las viera, mágicamente descubriera sus miraditas con la pelirosa y todo se fuera al caño. Así que lo mejor era intentar charlar o relacionarse con ella en lugares específicos y sin mucho público, como el parque.

Una hora después y su chica seguía sin dar señales de vida. La castaña optó por rendirse a duras penas. Sin ánimos decidió levantarse y encaminarse al parque, ella sola. Yo quería ver a Sana, pensó, con amargura. La tarde era fría y con un viento constante. Tzuyu amaba los climas grises. Eran tan pacíficos y esperaba conseguir buenos ángulos desde el parque para tomar fotos. Pero se encontró algo diferente.

-¿Sana? -se sorprendió al ver a la pelirosa sentada en un columpio, balanceándose ligeramente. Sana alzó la vista, mostrándose feliz y con una pequeña sonrisa tímida en sus labios.

-Viniste. Ya pensaba que nunca llegarías- confesó la chica de ojos café, sin vergüenza. últimamente ni se esforzaba en esconder sus sentimientos y eso causaba palpitaciones fuertes en el corazón de la taiwanesa.

Tzuyu se sintió como una mentirosa. Aquí estaban Sana y ella, la pelirosa mirándole como si fuera lo más precioso del mundo y la castaña fingiendo que no sentía nada por ella.

-Eh, sí. Yo tengo... Quería tomar fotos- admitió, con voz ronca. Se aclaró la garganta y sintió vergüenza al escuchar una risita escapar de los labios de Sana.

La pelirosa ladeó la cabeza, con el cabello de lado y mirándola a los ojos. Llevaba un jersey muy abrigado y una falda; estaba hermosa.

-Me gustas- soltó Sana. No parecía arrepentida por sus palabras, pero mostraba un ligero rubor en sus mejillas-. Quiero decir, me gusta que no lleves maquillaje.

Tzuyu ahora fue la que se sonrojó, en plan: Mierda, me descubrió, ahora elimina al testigo. Pero luego recordó que amaba a Sana, así que no podría deshacerse de ella. Diablos, y eso que era la solución más sencilla...

-Gracias, es que lo he olvidado- mintió. La pelirosa aún así asintió, alegre.

-Si vas a tomar fotos, deberías hacerlo ahora. Hace un buen clima- comentó, empujándose con los pies sobre la grama, para darse impulso en el columpio.

Tzuyu estaba dudosa, jugueteaba con la cámara entre sus manos. Vale, yo quería hablar con Sana, no tomar unas puñeteras fotos. ¿Cómo lo hago ahora?

-¿Y cómo has estado?- preguntó, para sacar tema, mientras se acercaba a donde estaba Sana y se sentaba en el columpio junto a ella.

Sana se detuvo, dándole una mirada de reojo. Bajó el rostro, mirando sus pies y con las manos en las cadenas del columpio, un mechón de cabello le caía en el rostro.

-Bien, más o menos- dijo, en voz baja, luego tomó una respiración profunda. -¿Y tú? Últimamente no hablamos...

Tzuyu sintió un nudo en la garganta.

-Estoy bien, supongono- no quiso responder la afirmación que había hecho Sana, así que fue por otro camino. -¿Qué haces hoy aquí?

-Creí que era obvio- soltó una risa nerviosa, mirando los ojos de la castaña durante unos segundos y mordiéndose el labio. -Tenía la esperanza de encontrarte aquí.

Rivales | SatzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora