Capítulo 33

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¿Dónde está? ¿Será que no vendrá hoy?, era lo que se preguntaba la castaña, alternando su mirada de la ventana al techo. Sentía ansiedad, palmeaba su abdomen con movimientos nerviosos. ¿Y dónde carajo estaba Minatozaki Sana? Pues sí, ayer estuvo todo el día con la pelirosa, fue una de las mejores tardes de su vida. Mejor incluso que aquella vez en donde Jihyo y ella fueron a un concierto de Ed Sheeran.

Sana era el ser más adorable que la castaña hubiera conocido en su vida, punto. Ser su amiga era más difícil que pasar el semestre de biología y cálculo, juntos. La pelirosa ayer había intentado un millón de veces abrazarla, pero al final se avergonzaba y terminaba mirando a otro lado. Tzuyu siempre quedaba frustrada, pero ella tampoco se atrevía a dar ese paso. En cambio, duraron horas mirando las películas y series favoritas de Sana.

La pelirosa tenía un buen gusto y eran entretenidas. Y al final, no. Tzuyu no tuvo las agallas suficientes para agarrar su mano y acercarse a Sana, como ella hubiera querido.

Después, en el atardecer, cuando Sana estaba marchándose, fue una despedida tímida por parte de las dos y la promesa de la otra chica en regresar al día siguiente.

Y vaya mierda. Ya eran casi la una de la tarde y Sana aún no aparecía. ¿Qué sucedía? La excusa del tráfico abarrotado no le serviría de mucho, si sus casas estaban al otro lado de la calle. ¿Será que... ya no me quiere tanto? Fue lo primero que se le ocurrió, luego recordó que ella no era Jeon y se le pasó la lentitud. Qué va. Sí, ella me ama. Será que después de todo el tráfico...

Escuchó los esperados golpecitos en la ventana, el dolor de sus brazos ya no era insoportable, razón por la cual casi pega un brinco directo a recibirla. Obviamente no le dio una de sus encantadoras sonrisas, estuvo mínimo casi cinco horas aguardando por ella y Sana tenía que hacerse responsable de hacerla parecer más idiota de lo que se sentía.

-Hola, Tzu- en cambió, la pelirosa la miraba con mucha felicidad y timidez mientras entraba y cerraba la ventana.

Sana aparecía nuevamente con su ropa de dormir y el cabello hacia un lado, la misma mochila de ayer la acompañaba. Tzuyu frunció el ceño, conteniendo el impulso de pedirle explicaciones como una novia alterada. Yo no soy de ese tipo, así son las dramáticas, no yo. Además, ellas no eran novias. Amigas. Debían de ser amigas, nunca había que olvidarlo. Sana fue borrando la sonrisa de su rostro, mirando los ojos miel confundida mientras se mordía el labio.

-¿Qué sucede?- dejó la mochila junto a la cama.

Tzuyu abrió la boca. ¿Qué planeaba decirle? ¿Si olvidó llegar temprano porque se quedó dormida? ¿O qué?

-¿Por qué...?- dejó la pregunta colgando en el aire. Sana pestañeó con inocencia y la castaña sintió nervios. -¿Dónde estabas?- finalmente logró decir, recordando su actitud enojada y mirando hacia un lado, sin querer mostrarse tan obvia.

-Ah, eso. Mira, fue gracioso- la pelirosa explicó, soltando una risa adorable. Volvió a sonreír mientras movía las manos. -Mamá pensaba que tal vez tenía alguna enfermedad grave, quiso hacerme tomar unas pastillas y no me dejaba en paz. Tuve que decirle que mi "enfermedad" podría ser contagiosa y terminaría enferma ella, entonces no podría trabajar en su jardín- explicaba, negando con la cabeza.

Tzuyu quería seguir enojada, pero no pudo evitar sonreír sospechando cuál sería el resto de la historia.

-Adivino: ¿salió corriendo más rápido que Flash?- sabía que dio en el blanco al ver la diversión en los ojos cafés.

-Antes de darme cuenta, estaba despidiéndose de mí desde su auto- asintió.

-Bueno, eso explica todo- frunció los labios, mirando la pequeña sonrisa en Sana y creyendo que habló demás. -¿Qué es lo gracioso, Minatozaki?

Rivales | SatzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora