Capítulo 37

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El ruido de la alarma del reloj le rompía los tímpanos, la castaña se enrolló entre las frazadas mientras soltaba un gruñido. Un dolor intenso le taladraba la cabeza, quería simplemente volver a dormirse. A ciegas, extendió una mano mientras buscaba el estruendoso aparato en la mesita junto a la cama. Al dar con él, lo apagó de un manotazo, enterrando la cabeza en su almohada.

No recordaba muy bien lo sucedido ayer, intentó hacer memoria. Sus recuerdos la llevaban hasta el momento en el cual discutió con Jiyun, bufó irritada por la pequeña pelea que tuvieron y sintió una ligera pizca de pánico al reconocer que había admitido frente a su padre estar enamorada de una chica, Genial.

Con cuidado se giró en la cama, quedando boca arriba y aún sin abrir los ojos. Se frotó el rostro y peinó su desordenado cabello hacia atrás. Saboreó la saliva de su boca e hizo una mueca al sentir el gusto agrio y desagradable. Como flashes, también recordó haber ido a un bar. ¿Qué? Abrió los ojos y los volvió a cerrar, al sentir la molesta luz. Su cabeza seguía paseando alrededor de lo que hizo anoche. Está el bar, se emborrachó, claro. Después se ve a ella misma caminando por la calle, escalando hasta su ventana... ¿Cómo no se cayó de boca? Luego... todo seguía borroso y confuso. Una chica. Eso mismo, ella forzó a su cerebro para que la imagen borrosa de la chica se aclarara en su cabeza. Pelirasa y ojos cafés.

"Duerme bien, Tzu"

Mierda. Tzuyu se incorporó de un salto mientras colocaba las manos en su cabeza, al sentir la fuerte punzada de dolor. Joder. Comenzaba a recordar algunas escenas. Ayer estuve con Sana, estoy segura. Se frotó los ojos y sintió como se avergonzaba. ¿Qué habría dicho? ¿Sana la cuidó? ¿Habló de más o...? No, jamás. Tzuyu ni con sus cinco sentidos ebrios diría alguna estupidez a la chica pelirosa, ella era capaz de controlarse. Podía apostar todos sus ahorros a que simplemente se limitó a soltar chistes toda la noche.

Bueno, hasta ahora no acudía algún recuerdo alarmante con respecto a la japonesa. Recordaba darse una ducha, luego ir a la cama mientras Sana le veía con ojos dulces.

Este hecho hizo sonreír a la castaña, siempre preocupada por mí, seguramente será una buena esposa. Pensó tontamente, después abrió los ojos y sacudió la cabeza. La esposa de otra persona, claro. Ni que estuviera pensando que nosotras dos. No quiso terminar el hilo de ese pensamiento, ya que sentía unas irritantes mariposas en el estómago. Se detuvo, al pensar. Sana la desvistió, eso lo tiene claro, y también tiene un vago recuerdo de cómo ella le coqueteaba a la japonesa.

Las mejillas de Tzuyu se encendieron. ¿Qué clase de magia oscura le habría obligado a decir tantas tonterías sin tener control sobre ellas? Otro recuerdo acudió a su cabeza, este un poco más detallado.

La castaña perdió el equilibrio a punto de caerse, ya que todo se tambaleaba bajo sus pies. Sintió como los brazos de Sana la rodeaban y la ayudaban para estabilizarse.

-¿E-estas bien?- la pelirosa la miraba fijamente a los ojos, los ojos cafés eran una mezcla entre preocupación y vergüenza. Sana se negaba rotundamente a mirarla en ropa interior, respetándola ya que la castaña estaba indefensa. Fue un detalle tan adorable para Tzuyu, que no pudo frenar el impulso de inclinarse hacia adelante y robarle un tierno beso en los labios.

-¡Te he dado un beso!- sonrío como boba al ver el rostro sonrojado de su chica. [...] Oh, no. ¿Realmente hizo eso? Que la tierra le trague, ahora. Tzuyu se hundió bajo la colcha de la cama, sentía el rostro encendido y se preguntaba cual otra humillante escena habría protagonizado frente a Sana la noche anterior.

Volvió a explorar entre los recuerdos, estos llegaban y se iban, un poco borrosos y con palabras mezcladas. Tzuyu no quería saber lo sucedido anoche, pero una pequeña curiosidad dentro de ella le incitaba a hacerlo. Siguió a Sana, la azabache le hizo recostarse en la cama. Hay un extraño espacio vacío, no se explicaba cómo terminó durmiendo. La voz, la de Sana. La recordaba claramente, susurrándole y con sus labios rozándole la oreja: Te amo, Tzu.

Rivales | SatzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora