Capítulo 1

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SEPTIEMBRE

Zhou Tzuyu miraba su reflejo, había círculos oscuros bajo sus ojos; un poco de maquillaje y quedaría perfecta. Toda la casa estaba en silencio, claro, su madre debía de estar encerrada en su cuarto ahogando sus sollozos contra la almohada. Era todo lo que hacía desde el divorcio; aquel verano, cuando Tzuyu tenía tan solo catorce años.

¿Cómo le había afectado? De muchas formas. Fue gracias a su mejor amiga, Jihyo, que no terminó por derrumbarse. La taiwanesa adoraba a su mejor amiga. Se conocían desde primaria y desde el instante en que hablaron, sabían que no se separarían. Ellas eran todo para la otra; juntas eran inseparables, juntas eran Jitzu.

-!Mamá, voy saliendo a casa de Jihyo! -gritó desde la planta baja, al bajar arreglada de su cuarto con la mochila al hombro.

No escuchó respuesta. Le dolía. Su mamá no era la misma de antes. Nunca le dedicaba tiempo y, aunque lo hiciera, siempre mostraba un dolor en sus ojos cafés. Tzuyu no estaba segura de soportar tanto peso. No hablaba con su padre desde hacía dos meses, cuando llegó del cine para encontrarlo en la cama con su entrenadora de pilates, fue una experiencia traumática para la castaña.

Su padre había engañado a su mamá durante meses, la que se supone que era el amor de su vida. Puras tonterias. Una no podía enamorarse tan profundamente de alguien; no existía, el amor era una basura.

Tzuyu fue hasta la cocina y se hizo un desayuno, lo guardó y se ató las agujetas antes de salir. El aire era frío, recordando los sucesos anteriores sintió los ojos picarles. No, no podía llorar. No en medio de la calle. Era muy temprano aún.

Podía ir más tarde a casa de Jihyo, fue al primer lugar que se le ocurrió. Detrás de la casa de enfrente había un parque, era público. Ella fue con cuidado de no encontrarse con los dueños.

Sabía que había un parque porque un amigo suyo, que vivía antes en la misma casa, la acompañaba de vez en cuando. Pero desde hace meses había una familia que se había mudado a la casa de sus amigo. Era una lástima, le caía bien.

Rodeó la reja y cruzó la calle; ir por el patio de la casa era un atajo. Estaba el parque un poco escondido en un pequeño bosque.

A Tzuyu le gustaba, le traía tranquilidad el olor a hierba y la cantidad de flores coloridas que decoraban el lugar. Era como un pequeño lugar secreto; casi nadie más conocía este parque, solo ella y su amigo que ahora vivía en otro país.

Había una casita de madera, rodeada de flores rosadas y enredaderas. Dos columpios de madera y metal oxidado; a la taiwanesa no le importaba, ya que se distraía con el chirrido que hacían al balancearse.

Fue hasta uno de ellos, dejando su mochila en la hierba y se sentó balanceándose con ayuda de sus pies. Algunos mechones de su cabello se movían; su cabello era liso naturalmente, era muy raro que se despeinara. Su papá antes la llevaba al parque comunitario, donde también había un carrito de helado. Allí su mamá y él habían tenido su primera cita. Eran una familia feliz. Aún recordaba como los dos sujetaban sus manos mientras ella hacía equilibro en el balancín.

Después de unos segundos fue que sintió las lágrimas calientes bajar por sus mejillas. Intentó ahogar un sollozo cubriendo su boca, pero salió como un jadeo.

Al levantar el rostro vio a una chica; debía tener su edad, iba muy simple para ser tan bonita; franela, jeans y zapatillas. Su cabello estaba en una trenza que la hacía lucir infantil y sus ojos eran de un café oscuro. Tzuyu no respondió, se le quedó mirando con desconfianza. ¿Qué hace ella aquí? ¿Cómo había encontrado el parque?

-¿Qué haces aquí? -dijo, muy bruscamente y la otra chica se alejó un poco, claramente intimidada.

-Estaba... un poco triste, y dando vueltas me topé con este lugar. No está tan lejos de donde vivo -miraba fijamente el suelo, parecía extremadamente tímida.

Rivales | SatzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora