XI

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DEREK.

— ¿Por qué no esperaste un poco más?

— Sabes que no controlo lo que me pasa.

Estaba sentado en el campus de la universidad, mientras mi hermano me interrogaba sobre mi desaparición de anoche.

— Pero, ¿Cómo terminaste así? Se supone que saliste con esa chica a una cita.

— No fué una... Cita — la simple mención me asquea — sólo la quería molestar.

— Entonces, ¿Qué pasó? ¿Tanto te aburrió? — sonríe burlón.

— No es eso.

— Entonces explícame, algo tuvo que suceder para que actuaras así — me escrutiña con la mirada esperando una respuesta, pero no recibió ninguna — Derek, sabes que no descansaré hasta que me digas lo que pasó...

— Ella me recordó esa noche, Darren — y con sólo eso él se quedó callado.

Ambos nos quedamos en silencio, es un tema muy delicado para ambos.

— Ahora comprendo, pero la próxima vez avísame — suspira cansado — sabes que mamá no soportaría verte así.

— Lo tendré en cuenta.

Miro la hora y noto que aún falta unos cuantos minutos para entrar a las estúpidas clases.

Que fastidio.

— Oye, ¿Esa chica tiene novio? — me pregunta mi hermano mirando hacía una dirección.

Frunzo el ceño siguiendo su mirada, y ahora entiendo porque me preguntó eso.

A la distancia está Amanda abrazando a él pelirrojo de una forma muy tierna, incluso el chico le da un beso en la frente.

Aparte de molesta, me resultó mentirosa.

— No lo sé, no es mi problema — desvío la mirada hacía otro lado.

— Bueno, yo creo que estaban discutiendo.

— Pues que resuelvan su asunto.

Bapesta sólo era un juego mientras me instalaba en la ciudad. Pero sólo van dos días y ya han pasado muchas cosas, entonces es mejor que la dejé tranquila y busque otra forma para divertirme.

— Es hora de ir a clases — me levanto estirando las arrugas inexistentes de mi pantalón.

— Que aburrido...

— Lo sé, pero no tenemos de otra.

Caminamos a paso lento hasta nuestra área. Sinceramente no tenía ganas de sentarme a ver clases, pero era eso o buscar un trabajo y ni loco hacía la segunda.

Entramos al aula con cara de pocos amigos y veo a Amanda teniendo una conversación con una chica de cabello
rosa, que casualmente está sentada sobre mi mesa. Caminó hasta mi lugar con la esperanza de que se diera cuenta y se levantara, pero no lo hizo.

Así que saqué un libro de tapadura y lo estampé con fuerza en la mesa haciendo que ambas se sobresalen.

— Levanta tu culo de mi mesa — dije sin ningún tipo de sutileza.

La pelirosa empezó a decir un par de cosas de las cuales no les presté la mínima atención. Me senté en mi sitio y miré a la castaña sentada a mi izquierda por el rabillo del ojo.

Se ve bastante mejor, los medicamentos han surtido un buen efecto. Quise decirle algo para molestarla, pero inmediatamente desistí. Es mejor que la dejé en paz.

Mirada Gris Donde viven las historias. Descúbrelo ahora