Estoy acostumbrado a que mi vida sea una locura. ¿Una familia de imbéciles, encerrados y algunos tornillos sueltos? Sí, cualquiera se volvería loco. (No es que lo sea. Soy diferente, eso es todo). Mis hermanos dicen que soy el canónigo libre de la f...
Miré a Sergio mientras se revolvía en su asiento. Sus ojos seguían apartándose de mí, mirando alrededor de la habitación antes de volver a mirar en mi dirección. ¿Se dio cuenta de que estaba jugando con los dedos? ¿O que su pie rebotaba arriba y abajo? Algo en él me hizo sonreír.
Él es una presa. Un conejito perdido en el bosque.
Todo en mí me hacía querer joderlo. Volvió a encontrar mi mirada y esa estúpida sonrisa volvió a sus labios.
¿Cuántas veces le cayeron de cabeza a este tipo?
Ya odiaba esa sonrisa. Nunca había visto algo tan malditamente falso en mi vida. ¿Quién sonrió después de que su imbécil padre los vendiera?
"¿Entonces quieres que te paguen por montar mi polla?" Yo pregunté.
La cara de Sergio se puso roja. "Pu-puede ser mi trabajo. No sé qué más puedo hacer para ganar tanto dinero como eso. He oído hablar de gente que se vende. A veces ganan mucho dinero.
Entrelacé mis dedos. "Sí, a veces", dije. "¿Quién dijo que estoy dispuesto a gastar mucho dinero en ti?" Me encogí de hombros. "No tienes idea de lo que estás haciendo y ni siquiera he visto tu cuerpo. ¿Qué pasa si no estoy interesado? Yo pregunté. "¿O qué pasa si quiero gastar cien dólares cada vez?"
La sonrisa de Sergio desapareció antes de regresar. "Eso no es mucho", susurró. "Estaré aquí para siempre".
"¿Qué? ¿No te gusto? Pregunté, levantando una ceja.
"No. Quiero decir: sí. No lo sé", dijo finalmente honestamente, sus ojos moviéndose alrededor como si estuviera buscando a alguien. "Eso es muy bajo. Gastaste mucho en mí. Nunca podré devolverte el dinero si sólo recibo cien dólares a la vez".
Me encogí de hombros. "Tendrías que chuparme más la polla".
"Creo que a ese ritmo se me caería la mandíbula", murmuró.
Riendo, negué con la cabeza. Me miró con curiosidad. Me recosté en el sofá, todavía sin saber qué hacer con él.
Sergio se puso de pie. Lo vi mientras se agachaba para quitarse la camisa por encima de la cabeza. Lo arrojó a un lado. Para mi sorpresa, me miró todo el tiempo mientras se quitaba el resto de su ropa hasta quedar frente a mí. Desnudo.
Lo miré en silencio, negándome a mirar su cuerpo. Estaba tan ansioso de que yo lo aprobara. Fue divertido hacerlo esperar.
"¿Y bien?" preguntó, moviéndose de un pie al otro. "¿Qué opinas?"
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