Estoy acostumbrado a que mi vida sea una locura. ¿Una familia de imbéciles, encerrados y algunos tornillos sueltos? Sí, cualquiera se volvería loco. (No es que lo sea. Soy diferente, eso es todo). Mis hermanos dicen que soy el canónigo libre de la f...
Eso fue todo en lo que pensé mientras dejaba a Sergio atrás, escondido en un pequeño rincón. Todavía con la pistola en la mano, abrí el cargador y comprobé lo que quedaba. Además de los que Adrian Newey había disparado, el resto todavía estaba allí. Bien. Lo volví a colocar en su lugar de golpe y me deslicé por un pasillo. Mi cerebro cambió al modo de negocios.
Necesito alejarlos de Sergio.
Miré a mi alrededor y encontré un tubo largo en el suelo. Perfecto. Lo recogí y corrí hacia las voces antes de girar bruscamente a la derecha. Deteniéndome y golpeé el tubo contra la pared.
"¡Escuché algo por ese camino!"
Sonriendo, doblé la esquina, empujé mi espalda contra la pared y esperé. Cada segundo que pasaba se llenaba con el sonido de mi sangre corriendo en mis oídos. Mis manos se apretaron alrededor de la pipa, el crujido de los guantes de cuero rojo contra ella casi me tranquilizó. Tan pronto como saliéramos de aquí sanos y salvos, me arrodillaría y le ofrecería mamárselo a Sergio durante horas si me perdonaba. La mierda que dije me hizo gemir sólo de pensarlo.
No merecía nada de eso. Mierda.
Sí, me mintió, pero lo entendí. Había dejado que mi paranoia lo desconectara antes, pero él tenía razón. Después de estar cerca de su padre durante tanto tiempo, ¿qué podía hacer más que alinearse? No era como si Charles, Mick y yo no tuviéramos problemas con papá. No estaban al mismo nivel que los suyos, pero aun así. Me dolía el pecho. No quería pensar en cómo había desestimado sus palabras sobre su padre, sobre lo que ese hombre le había hecho, pero lo hice.
Ya podía sentirlo. Me esperaba un largo y humillante camino por delante. Lo loco fue que no odié eso. Estando en esa casa vacía, viendo mi futuro frente a mí, supe la verdad. Nunca quise que Sergio se fuera de mi lado. Valía la pena humillarse.
"¿A dónde carajo se fue? Juro que era...
Golpeé el tubo en la cara del hombre. Cayó como el saco de mierda que era, gritando mientras rodaba hacia adelante y hacia atrás. Me senté a horcajadas sobre él, ignorando la forma en que sus uñas se hundieron en mi tobillo a través de mis jeans. Levantando el tubo, lo golpeé repetidamente en su cara. Pasó de lo normal a una bolsa de carne de hamburguesa en minutos. Es una locura lo rápido que el cuerpo humano puede arruinarse. Eso siempre me fascinó.
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