Estoy acostumbrado a que mi vida sea una locura. ¿Una familia de imbéciles, encerrados y algunos tornillos sueltos? Sí, cualquiera se volvería loco. (No es que lo sea. Soy diferente, eso es todo). Mis hermanos dicen que soy el canónigo libre de la f...
Este capítulo tiene escenas explicitas sobre aviso no hay engaño si no te gusta este tipo de contenido, te recomiendo esperar para el siguiente capítulo.
Estaba siendo guiado por mis bolas por un maldito cachorro. Mientras él me miraba con esos grandes ojos de ciervo, quise asfixiarlo con mi cuerpo y luego montar su polla hasta que gritara piedad. No es que él alguna vez hubiera hecho eso. Nadie tenía tanta resistencia como ese pequeño monstruo.
Mis labios todavía hormigueaban por sus dos besos. Quería más, arrastrarlo contra mi cuerpo, besarlo hasta que sus labios se lastimaran y él se levantara luchando por respirar. Sergio se giró y yo lo seguí, arrastrando los pies por el suelo mientras caminaba tras él. Realmente sentí como si tuviera una correa invisible alrededor de mi polla.
¿Por qué nunca puedo funcionar con él?
En un minuto era mi yo normal. Al siguiente, me moría por estar a su lado, por tocarlo, sentirlo, estar sobre él hasta que fuera aplastado por mi peso. Sergio era una adicción esperando a suceder.
Lo seguí a su habitación. Me esperó, con una suave sonrisa en sus labios. Había hambre en sus ojos, ese fuego innegable que tanto amaba. Me dirigí a la cama, tirando mi ropa al suelo mientras caminaba. Cuando me senté, Sergio estaba allí, subiéndose encima de mí. Sus labios chocaron contra los míos. Le devolví el beso, necesitando más, mientras mis uñas se clavaban en su espalda y lo arrastraban lo más cerca que podía. Quería que nos derritiéramos juntos.
¿Cuándo fue la última vez que besé a alguien? Dilara me vino brevemente a la mente. Sí, ella fue la última persona a la que dejé entrar en mi cama. El único al que había besado. Eso fue hace años. Mi regla siempre había sido que mis labios eran sólo para chupar pollas o salir a comer. ¿Pero con Sergio? Maldita sea, quería seguir adelante. Sentirlo besarme hasta que no pude soportarlo más. ¿Por qué fue tan satisfactorio? Era como si volviera a ser joven, tan excitado sólo por la posibilidad de un beso que mi mente ni siquiera estaba en follar.
"Te quiero boca abajo", susurró Sergio contra mi boca.
"¿Qué? ¿Ya quieres follarme por detrás? ¿No quieres ver mi cara?
"Hazlo", murmuró Sergio contra mis labios. "Por favor."
Gruñí. "Eso es hacer trampa."
"¿Qué? ¿Te gusta tanto cuando digo por favor? Él sonrió. "Por favor, señor. ¿Puedes acostarte boca abajo por mí?
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