⋆Second five⋆

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-¿Entonces?- preguntó una vez más Samantha con fastidio ante la indecisión de su hermana. -¿Paintball?- preguntó mirándome divertida.

-¡No!- las hermanas rieron con mi grito de terror -Mejor vamos a...- me callé y me miraron intrigadas.

-¿A dónde?- preguntó Sol con ansias.

-Suban a cambiarse y después les digo- estaba por correr hacia las escaleras al igual que la pequeña pero Samantha me atrapó por la cintura.

-No, No, No- sonrió perversamente -A mí me dices a donde vamos ahora mismo, sino, no sabré hacia donde conducir- hacia cariños con su nariz en mi cuello y mejillas.

-No te preocupes- le sonreí -Yo conduciré- como pude me liberé de su agarre y corrí hasta la mesa donde estaban las llaves del auto.

-Te las quitaré de todas formas- dijo engreídamente mientras yo le presumía las llaves agitándolas con mi mano derecha.

-No lo creo- le saqué la vuelta y subía los escalones a toda velocidad pero fue inútil ya que antes de llegar a mi habitación me atrapo acorralándome contra la puerta.

-Dámelas- sonrió victoriosa.

-Gánatelas...- sonreí aún más agrandada y triunfante que ella. Si quería me quitaba las llaves fácilmente pero elegiría ganárselas, nos convenía a ambas.

Nuestros cuerpos se acoplaron tal y como piezas de rompecabezas y sus manos se posicionaron en mi cintura. Nuestros pechos aún se contraían y expandían con rapidez por la carrera de hace segundos.

Comenzó a besar mi cuello, estos besos prácticamente me quemaban por dentro. Hacían estallar mis hormonas, hacían que solo con el roce de sus labios mi cuerpo se pusiera a temblar. Subí mis manos a su cuello y lo acaricié tan lentamente, levantó su mirada hacia mí y unió nuestros labios.

-Ya estoy lista- rápido giré la perilla y me metí en la habitación.

-¡Eres una tramposa!- gritó girando la perilla pero ya le había puesto seguro. Me cambié a la velocidad de la luz y dejé mi cabello suelto ya que aún estaba húmedo por la ducha de la mañana.

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-Espero que no nos lleves a un salón de belleza o un aburrido spa- dijo Samantha mirando por la ventana del copiloto.

-¿Cómo adivinaste?- pregunté con excesiva emoción -Iremos a hacernos manicure, pedicura, nos pondremos mascarillas y...

-Aquí mismo me bajo- dijo Samantha abriendo la puerta con el auto aun en movimiento.

-¡Estás loca!-le grité por abrir la puerta en plena avenida y la cerró.

-Tú estás loca si piensas que entraré a un lugar así.

-Era broma- rodó los ojos -Y aunque quisiera, no te dejarían entrar- reí -No sin antes llamar a seguridad y que te hagan pasar por un detector de metales- la pequeña se unió a mi risa. Ella solo soltó un sarcástico 'Qué graciosa'.

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-Llegamos- les dije estacionándome frente a un gran edificio gris con detalles en blanco de dos pisos.

¿Qué es aquí?- volteé a ver a Samantha indignada ante la pregunta de Sol.

-¿Nunca la has traído?- pregunté en tono de reproche.

-¿A una bodega? ¡Para qué!

-No es una bodega- le reclamé -Vengan- me bajé del auto y me miraron desconfiadas -¿De verdad nunca habías venido?- le pregunté sorprendida.

-No- contesto pasando su brazo por mi cintura apegándome a ella.

Entramos y un leve frio nos envolvió. Era una pista de patinaje de hielo.

-¡Wow!- Sol se emocionó al ver la enorme pista blanca -¿Vamos a entrar? ¿Sí? ¡Anda Tainy, vamos!- tiraba de su brazo.

-Hey hey hey- les llamé y voltearon a verme atentas -Es más que claro que no vinimos a ver solamente- la pequeña gritó un "¡Wi!" caminamnos hacia la taquilla para pagar las entradas y que nos dieran los patines.

-Dos- pidió Samantha y la miré entrecerrando los ojos.

-Tres- corregí.

-Dos- repitió.

-Tres- le sonreí al señor que comenzaba a fastidiarse.

-Solo dos- me miró fijamente.

-Solo uno entonces- me di la media vuelta molesta y escuché como maldecía en un susurro.

-Tres- dijo finalmente y una sonrisa triunfante apareció en mi rostro -Eres una chiflada- susurró en mi oído abrazándome.

-Lo sé- tomé su mano entrelazando nuestros dedos para después caminar hacia la niña que miraba a través del cristal a las demás personas patinando. Fuimos hacia el mostrador y entregamos los tres tickets, pusieron tres pares de patines sobre este y cada quien tomo los suyos.

Una vez listas esperábamos en una banca a que el tiempo de los que estaban en la pista terminara. No había muchas personas esperando, eran máximas algunas diez. Un fuerte sonido semejante al de un silbato indico que era hora de salir, después de esto el zamboni alisó la pista.

-¿Quieres que te ayude para que no te caigas?- levanté una de mis cejas y la miré retóricamente.

-¿No querrás mejor que yo te ayude a ti?-le dije sonriente y carcajeó. Me di la media vuelta y me interné a la pista, si había algún deporte que me gustara era el patinaje. Me miró sorprendida ante la facilidad con la cual me desplazaba ern el hielo.

𝙈𝙚, 𝙢𝙮 𝙨𝙚𝙡𝙛 𝙖𝙣𝙙 𝙝𝙚𝙧   ⛧Rivari⛧ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora