¿Quién es la presa?

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Xie Yan entró a la habitación y con aburrimiento acomodó el cabello que obstruía su vista. Luego se sentó con pereza en el sillón. De una en una comió las deliciosas fresas en la mesita cercana  ¿Dónde está el lamentable chico de hace un momento? Simple, nunca existió.

La aparición de Luo Ming no estaba en sus planes. Aunque no estuvo mal, pudo comprobar uno que otro asunto. Este descubrimiento lo desconcertó un poco, pero también le hizo temblar de la emoción.

– Pfff jajaja realmente…no sería o ¿sí? Jajajajajajaja

Era algo tan inaudito que le hizo reír a carcajadas por un tiempo. Sus ojos rodaron a un lado mientras su mente trabaja en ideas para el futuro. De poco a poco su sonrisa se pintó de coquetería y leves pinceladas de locura.

– También está el guardaespaldas Ye…jajajaja hoy día he obtenido muy buenas cosas.

Solo quedaba Luo Meng, una buena persona como ella debería alejarse de todo este asunto. Una vez que salga del juego podrá proceder con la escoria Gu.

– Ahhh…igual que con la familia Xie, tsk, tendré que concederle al bastardo un “periodo de gracia”.

Dijo con aburrimiento recostándose en el esponjoso sillón y estirando los brazos en el reposabrazos. Su rostro aún sonreía con los ojos viendo a la nada.

La sirvienta Xu llegó con el almuerzo, pero no recibió respuesta de la persona dentro. Xie Yan tenía comida dentro por lo que no se preocupó por responder a la sirvienta. Además, tenía sus propios planes para cierta persona por lo que debía quedarse dentro por un tiempo. Al anochecer la sirvienta volvió con la cena, pero fue igual que con el almuerzo.

Ye Liang solo permaneció fuera observando todo. Desde el momento en que llegaron hasta ahora. El joven no salió a comer ni recibió la comida de la sirvienta. Estaba tan silencioso, como si no hubiese nadie dentro. Esto le puso un tanto nervioso.

Nada debe salir mal, no puedo fallar. No ahora que llegué hasta aquí.

La sirvienta insistió un poco más antes de pensar en retirarse. Pero Ye Liang la detuvo y tomo la bandeja en sus manos.

– Yo me ocuparé de esto, el maestro Xie me ordenó cuidar del joven maestro.

La sirvienta Xu se sorprendió por un momento, pero pensando en lo que dijo el hombre solo asintió y se marchó.

– Perdone mi intrusión, joven maestro.

Ye Liang abrió suavemente la puerta y entró. La habitación estaba oscura, solo la luz de luna alumbraba tenuamente porque las cortinas estaban abiertas. Dejó la bandeja sobre una mesa cercana y buscó a Xie Yan en la habitación.

– ¿Joven maestro?

Por el rabillo del ojo divisó una luz proveniente del cuarto de baño. Se acercó y tocó la puerta.

– ¿Joven maestro?

Sin respuesta, sus alarmas saltaron. Cuando intentó abrir la puerta se dio cuenta que estaba cerrado por dentro. No era una persona común y con un solo empuje pudo abrir la puerta. Al entrar se congeló al ver tal escena. El agua se había desbordado de la tina y el joven parecía estar dentro de esta. Se apresuró a su lado y lo sacó del agua. Su rostro empapado estaba tan pálido como la bata blanca ceñida a su cuerpo por la humedad. Sintió el tacto frío y no había respuesta de su parte al ser levantado.

– ¡Joven maestro!

Para su alivio Xie Yan tosió un poco expulsando agua por la boca. Pero seguía aturdido y exhausto por lo que se recostó sin fuerzas sobre el pecho de Ye Liang. Él no demoró y cargo al débil Xie Yan hasta la cama. En el camino Xie Yan se acurrucó en sus brazos, tan dócil y dependiente; buscando su calor. Su bata no estaba tan bien ajustada por lo que sus hombros redondos estaban descubiertos a vista de Ye Liang. Alumbrado por la luz azul de la luna se veía tan inmaculado, una imágen así fue captada por Ye Liang. No solo eso, él sintió la cercanía casi piel con piel y su cuerpo se endureció. Solo se relajó cuando puso a Xie Yan sobre la cama y lo cubrió.

– Joven maestro, llamaré al médico por usted.

No se atrevió a mirarlo más y se dispuso a levantarse, pero fue llamado por Xie Yan con una suave voz como el maullido de un gatito.

– …Guardaespaldas Ye…

– Sí, joven maestro.

Xie Yan solo lo vio con sus cansados celestes. No dijo una palabra, pero Ye Liang sentía que esos ojos le suplicaban quedarse con él. Como si una hechizante voz le dijera: “Quédate a mi lado, no te vayas”. En susurros, como un demonio tentándole.

– Yo…iré por el médico, joven maestro.

Dejando estas palabras se marchó con cierta prisa. Solo cuando no hubo nadie más en la habitación Xie Yan sonrió con satisfacción. Solo la luna fue testigo de todo.

Unos momentos atrás, Xie Yan abrió las cortinas de par en par para que la luz de la luna iluminara la habitación. Parece que incluso los cielos estaban confabulando con él, ya que ni una nube cubrió su luz que se derramaba por doquier. Se vistió con la bata blanca de seda que le llegaba un poco más arriba de los tobillos, también la dejó un poco suelta. Luego fue donde la tina y se sentó de lado viéndola llenarse hasta el borde con agua algo fría. Lentamente se sumergió y cuando sintió su llegada se hundió por completo. Es así como Ye Liang lo encontró. Fue levantado por él y cuando le llamó tosió y expulsó el agua con el que “casi se ahogaba”. Todo, desde caer sobre su sólido pecho, acurrucarse en sus brazos, revelar su delicados hombros, llamarle y verle con ojos suplicantes llenos de dependencia…TODO, sucedió porque él así lo quiso. Fue divertido hacerlo, le gustó sentir los nervios y la tensión del hombre. Incluso verle resistirse a su tentación y marcharse con prisa.

Dime, Ye Liang…¿Quién es la presa?

Disfraz de ángel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora