Capítulo 21: Tostadas con mantequilla y café

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La tenía delante y tenía que reconocer que era más grande de lo que esperaba. En las fotos que le había enseñado Ryu la autocaravana parecía más pequeña, aunque tampoco es que hubiese una diferencia tan grande. La empresa encargada del vehículo lo había dejado enfrente del apartamento de Ryu a las seis de la mañana y el encargado le había dado las llaves a Ryu después de recordarle ciertos detalles del alquiler del vehículo. 

—¿Preparada? —preguntó Ryu con un brillo en los ojos sutil y una sonrisa en el rostro.

Ima asintió con la cabeza.

Guardaron todo el equipaje en el maletero, situado en un lateral, salvo dos mochilas que llevaban una cada uno, que  las dejaron sobre la cama del interior de la caravana. Después, justo cuando se disponían a subir al vehículo, un gato negro pasó correteando a escasos metros de la joven pareja. Ima le dio un golpecito en el hombro a Ryu, para llamarle la atención.

—¡Mira!

—¿Qué pasa? —dijo Ryu mientras se volvía para mirar —. Un momento, se parece mucho...

—Al gato de la tienda, ¿verdad?

El pequeño animal se paró en seco y les miró directamente. Se sentó apoyado en sus cuartos traseros y ladeó la cabeza, curioso. 

—¿Crees que será el mismo?

—No, sería mucha coincidencia —dijo Ima.

—No sería la primera coincidencia extraña que vivimos —dejó caer Ryu.

Ima soltó una carcajada.

—En eso llevas razón.

Mantuvieron un duelo de miradas con el gato, que se mantenía impasible e inmóvil, devolviéndoles la mirada, como si nada de aquello fuera con él. Ryu lo espantó con un gesto y un chillido, y el gato salió disparado como una flecha mientras soltaba un maullido.

—Habrá sido solo un gato callejero —dijo Ryu tratando de convencerse a sí mismo y a Ima.

Ima frunció el ceño, dudando. Una voz en su interior le decía que no era coincidencia. Sin poder evitarlo, tenía la sensación de haber presenciado una señal divina. Seguramente estaban siendo exagerados, pero todo lo acontecido hasta ahora les empujaba, a los dos, a serlo.

A continuación, se subieron a la autocaravana y arrancaron, dando por comenzado el viaje. A los pocos minutos, Ima empezó su festival de música. La noche anterior, antes de irse a dormir, había ampliado la playlist de Ryu con más de cien canciones. Empezó con BTS, lo que sorprendió a Ryu, que hasta entonces se había mantenido concentrado conduciendo.

—¡¿En serio!? —dijo con los ojos abiertos como platos.

—¿Qué? ¿No te gustan?

—Los aborrezco más que otra cosa.

—¿Por?

—No me parecen para tanto —reconoció Ryu.

—¿Y eso? Cantan bastante bien y sus conciertos son todo un espectáculo, por lo que he visto.

—No te digo que no, pero me parecen más un producto de fábrica que una banda como tal.

Ima no estaba del todo de acuerdo, aunque tampoco podía negar que Ryu tenía algo de razón. Incluso en la agencia en la que trabajaban, tenían un equipo específico que trabajaba única y exclusivamente para la imagen de marca de todos los artistas contratados. En algunas ocasiones ese trabajo se traducía en pequeños cambios en la vestimenta, los movimientos de la coreografía o la letra de las canciones, pero también podía pasar por una transformación completa del estilo, llegando a cambiar el género musical y el propio entorno del o la cantante. Era una de las partes que más le disgustaba de su trabajo.

No obstante, en el caso de BTS, Ima pensaba que si triunfaban tanto era porque la gente era capaz de ver autenticidad en ellos. 

—Pues a la gente parece gustarle, así que algo tendrán —dijo Ima.

—Supongo, pero no son para mí. 

—Ya, eres más de The Beatles, ¿verdad?

En ese momento, Ima cambió la canción y empezó a sonar Here Come The Sun.

—Exacto —dijo Ryu con una sonrisa de oreja a oreja.

—Nostálgico —dijo Ima a la vez que hacía una mueca divertida.

Ryu le ignoró, tarareando la canción. 

El viaje procedió sin muchos inconvenientes. Los dos disfrutaron de la música y de la ruta. Durante hora y media, el entorno era cien por cien urbano, con algún que otro rascacielos, pero poco a poco, los grandes edificios fueron sustituidos por casas, cada vez más apartada y cada vez con más verde y árboles entre ellas. Hicieron una parada para desayunar a las afueras de Osaka, cerca de un pequeño supermercado, que, por suerte, disponía de parking. 

No querían gastar mucho, así que optaron por un desayuno bastante sencillo que consistió en unas tostadas con mantequilla y como no podía faltar, una taza de café caliente. A última hora, Ryu había tenido la maravillosa idea de llevarse la cafetera expresso al viaje. Cosa que Ima agradeció, pues fue la única cosa de la que se olvidó. Se había centrado tanto en la comida como tal, que se le había olvidado por completo su preciado café. 

—No queda mucho para llegar, ¿no?

—Media hora, más o menos, ¿tienes ganas de llegar?

—Un poco, bueno, bastante, es lo que tiene acostumbrarse a no tener vacaciones.

Ryu sonrió y parte de aquellos nervios se le contagiaron. Hasta entonces, no había reparado seriamente en que a su lado, en aquel viaje, estaría Ima. No podía decir que había sido amor a primera vista, pero se acercaba bastante a serlo. Aún recordaba su primer día en la oficina, cuando le conoció. Como cabía de esperar, les introdujo Nao. Fue después de que Ima acabara una sesión de fotos para una de las modelos de la agencia. Su primera impresión fue la de estar frente a una chica atractiva, radiante y encantadora, impresiones que fueron confirmadas pasado un tiempo. Además, cuando empezaron a trabajar juntos en diferentes proyectos, Ryu no se sorprendió al toparse con una persona profesional, atenta al detalle y con los pies en la tierra. En su conjunto, Ryu pensaba que era la mujer perfecta, pero tenía miedo de que aquella imagen que tenía de ella se desmoronase durante el viaje. Por un instante, dudó de sus propios sentimientos. ¿Y si el ambiente y la situación potenciaban de forma artificial esos sentimientos?  No obstante, empujó hacia lo más hondo de su mente aquellas dudas, pues sabía que solo le traerían problemas. 

—En ese caso, crucemos los dedos para que el viaje esté a la altura.

—Todo apunta a que así será —dijo Ima con una sonrisa sutilmente seductora.

No mentía. A pesar del gato negro, el viaje había comenzado con buen pie y desde luego la música que había elegido para el trayecto había sido todo un acierto. Una parte de ella le hacía desconfiar, le decía que saldría mal, y no solo el viaje.

Ryu le gustaba, pero era consciente de que no lo conocía del todo, y eso la emocionaba. Quería cambiar eso. Descubrirle, revelar su verdadero ser poco a poco, incluso si con ello tenía que tratar con aspectos que no le acabaran de gustar. Al fin y al cabo, en parte, de eso se trataba, ¿no? De encontrar una persona que caminase  a tu lado, te potenciase, y te ofreciera su mano para levantarte cuando te cayeras, además de que fuera capaz de aceptar y convivir con tus diminutos defectos. Sentía que con Ryu, no eran solo imaginación y delirios, sino más bien una posibilidad palpable.

Se sorprendió al degustar su tostada con mantequilla y darle un sorbo a su café. No podía explicar muy bien por qué, pero le resultaron más deliciosos de lo normal. Quizá se debía a la compañía, quizá se debía al contexto o quizá era una mezcla de todo ello, pero le parecieron la mejor tostada y el mejor café que había probado en su vida.




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