EPÍLOGO

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7 años más tarde

Nao había estado encantada de aceptar aquel favor. Cuando llegaron, el plató de fotografía ya estaba preparado. Entró Ima, que iba seguida de Ryu, con su hijo en brazos. Nao estaba junto a la cámara, haciendo los últimos ajustes. 

—Pero madre mía, qué preciosidad de niño por dios —dijo mientras se acercaba la familia.

—Di hola, Ren —animó Ryu a su hijo, pero solo logró arrancarle varios balbuceos adorables.

Nao abrazó a la familia. Parecía estar a punto de llorar.

—Me alegro mucho por vosotros, chicos.

—Gracias, Nao —dijo Ima haciendo una reverencia. 

—De nada, reina.

Tanto ella como Ryu habían dejado la agencia hacía más de tres años. Justo por esa razón, Ima había tenido miedo y reparo en preguntarle si estaría dispuesta a hacerles una sesión en familia en la agencia. 

Empezaron a colocarse delante de la cámara. Probaron diferentes poses, pero ninguna de ellas les convencía. Las cabezas en fila, una encima de la otra, llevando a Ren en caballito, fingiendo pelearse por el bebe. 

—¿Y si cada uno le dais un beso en las mejillas? —sugirió Nao mientras enfocaba la cámara.

La pareja se encogió de hombros e hicieron caso a la sugerencia de Nao. Sujetaron a Ren entre los dos y cada uno de ellos le dio un beso en una mejilla distinta. Ren reaccionó sonriendo. Parecía incluso agradecido por aquella muestra de afecto y cariño.

—Perfecto —señaló Nao.

Un segundo después el flash saltó, pero la sesión no terminó ahí. Nao siguió sugiriendo nuevas poses y la familia se dejó dirigir sin ningún problema. Llegaron incluso a tumbarse en el suelo, boca abajo y mirando a cámara, con Ren entre medio de sus padres.

Terminaron la sesión con más de diez fotografías, pero Ima y Ryu tenían una clara favorita. La primera de todas. Era simple, pero bonita, de una belleza cotidiana y casera. Nao se encargó de imprimirlas de inmediato. Después, por iniciativa de Ima, le invitaron a un café. 

—¿Cómo van las cosas por la agencia? —preguntó Ryu. Hasta ese momento no habían tenido oportunidad de hablar y rememorar viejos tiempos. Ren se había robado toda la atención y no era para menos. Tenía un año y seis meses, era regordete, con poco pelo, pero el poco que tenía era suave como la seda. El bebe era un imán de comentarios y miradas fascinadas.

Nao hizo una mueca.

—No nos podemos quejar, pero ojalá fuera mejor. Hemos conseguido un contrato con TvTokyo para un reality.

—Eso es fenomenal —dijo Ima sin esconder su felicidad. 

—Por supuesto, pero la mayor parte de la producción la llevan ellos, lo que nos deja poco margen de maniobra. 

—Supongo que vosotros cedéis a los actores y actrices, ¿no?

—Sí.

—Bueno, mejor eso que nada.

—También vamos a empezar un par de giras con un par de grupos de K-Pop creados por nosotros, pero la venta de entradas no está cumpliendo expectativas. El mercado está supersaturado, y se nota.

—No es fácil hacerse destacar entre tanta gente haciendo lo "mismo".

—No, pero sois buenos en esto, Nao, conseguiréis destacar, estoy seguro de ello. —intervino de pronto Ryu, que estaba pendiente de Ren.

—Gracias, Ryu —dijo Nao haciendo una pequeña reverencia.

La conversación y la quedada no duraron mucho más. Cuando la dieron por finalizada, se despidieron y Nao les recordó que las puertas de la agencia estarían abiertas para ellos siempre que quisieran.

La familia regresó a su casa. Desde hacía aproximadamente tres años, la pareja vivía en una casita a las afueras de la ciudad. Ima tuvo que despedirse de Kaori entre lágrimas, a pesar de que ella tampoco tardaría mucho en mudarse con su pareja. Seguían viéndose y manteniendo la relación, al igual que con el resto del grupo, pero no con la misma regularidad de antes. Ryu  puso en alquiler su apartamento y vender su viejo coche, en el que tantos conciertos habían vivido, para poder pagar la casa. 

Estaban algo apartados del bullicio de la ciudad, y lo agradecían con creces. Admitían sin ningún reparo que se habían cansado del ritmo de la urbe y necesitaban un cambio de ambiente, tanto para ellos como para Ren.

Llegaron a la hora de comer, así que después de guardar el carrito del bebe, Ryu se puso a preparar la comida, mientras Ima le daba el pecho a su hijo. Nada más acabar, Ren se durmió al instante, por lo que Ima le llevó a la cuna, en la habitación de matrimonio. Lo tendió con sumo cuidado, intentando evitar que se despertara. Se quedó allí, de pie, embobada, viendo a su hijo dormido, como un ángel, con los diminutos brazos estirados a los lados. 

—¡La comida está lista! —chilló Ryu desde la cocina.

Ima le ignoró. Aquella criatura, junto a su padre, le habían robado el corazón. Deslizó su mirada hacia la derecha, a la mesita de noche cercana. Sobre ella, en un marco doble, había dos fotos. Una era del momento que lo inició todo, la lluvia de estrellas, y la otra, era la primera fotografía que Ryu y ella se habían hecho juntos.

Sin recurrir a ningún poder ni a ningún Eco, el pasado le embistió con la fuerza de mil hombres, pero no hubo éxtasis, no hubo placer amplificado. Solo melancolía, felicidad y agradecimiento. 



Entre dos realidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora