Capítulo 23: Festival para el recuerdo

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Después de comer habían decidido descansar. Estaban acurrucados en la cama de la autocaravana, boca arriba, en silencio y con los ojos cerrados, escuchando sus respiraciones ya sosegadas.

Habían comido bolas de arroz, acompañadas de una ensalada y un par de trozos de carne para cada uno. A la hora de recoger y limpiar, Ima aprovechó uno de los contenedores de basura cercano a un supermercado para deshacerse de la porquería. Por otro lado, Ryu limpió el interior de la caravana. Aquel vehículo iba a ser su casa con ruedas particular durante solo tres días, pero eso no les excusaba de mantenerlo limpio. Además, venía por contrato. La autocaravana se tenía que devolver en las mismas condiciones en las que había sido entregada.

Ima decidió romper el silencio.

—¿Cuándo decidiste ser fotógrafo?

Quería conocerle más. Si quería establecer aquella relación, tenía que saber sobre su pasado, sus intenciones presentes y sus intenciones futuras.  Le pareció buena idea preguntar por algo que tenían en común.

Ima se volvió sobre la cama, para poder mirarle mientras hablaba.

—No fue una decisión como tal. Mi abuelo me inculcó desde pequeño su pasión por las imágenes. Con apenas cinco años, ya me dejaba su cámara para grabar y hacer alguna que otra foto, así que supongo que era lo natural. ¿Y tú?

—Lo mío fue más bien un descubrimiento, uno no muy bien recibido. 

—¿Por? 

—Mis padres tenían unos planes muy concretos, planes que no encajaban del todo conmigo. Pensaron que medicina o informática eran buenas opciones para mí, pero en la época del instituto me cruce con la famosa foto de la niña del napalm. Algo hizo clic en mí. Fue como una revelación. Descubrí el poder de las imágenes y su capacidad para transmitir emociones puras, así que me uní al club de periodismo.

—¿Al club de periodismo? ¿Pensaste en ser corresponsal de guerra? —dejó caer Ryu con claro tono de broma. 

—No, no, quita, quita, jamás me atrevería. No me preguntes por qué, pero me pareció un buen sitio por el que empezar. A todo esto, yo no había tocado una cámara en mi vida, solo la videocámara de mis padres, de pequeña, en las vacaciones. 

—Tranquila, siempre es buen momento para aprender. ¿Y después que?

—Empecé a trabajar a media jornada y con mi primer sueldo me compré mi primera cámara. Hice algún que otro trabajo con modelos amateurs, que, por suerte, han sido borrados de la faz de la tierra.

—¿Por? Ahora tengo curiosidad.

—Me salieron fatal —dijo Ima tapándose la cara con las manos debido a la vergüenza.

Ryu se rio.

—Pero eso es normal. La primera vez que haces algo siempre sale mal, no esperes un buen resultado en el primer intento.

—Ya —dijo Ima haciendo pucheros.

—¿Y qué hiciste luego? 

—Estudiar comunicación audiovisual. Gracias a eso amplié mis conocimientos y pude mejorar lo suficiente para que mis trabajos no diesen vergüenza ajena. 

Ryu volvió a reír y a continuación le plantó un beso en la frente. 

—¿Pero y tú? ¿También estudiaste comunicación audiovisual? —preguntó Ima acurrucándose a él.

—Qué va, al acostumbrarme desde pequeño, a tener una cámara entre las manos, en mi época del instituto ya hacía algún que otro videoclip, así pude empezar a crear mi porfolio. Después de aquello, logré trabajar para varias agencias, hasta que Nao me contrató como fotógrafo oficial de la suya.

Entre dos realidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora