Capítulo 29: Se saben, se notan

6 2 8
                                    

Se despertaron con los primeros rayos del sol, que se colaban tímidamente por una de las ventanas de la caravana, calentándoles el rostro. 

Empezaron la mañana con un desayuno sencillo pero apetitoso. De nuevo, optaron por tostadas con mantequilla y café. Disfrutaron del silencio, todavía con el sabor de sus labios y sus cuerpos en mente, edulcorando todavía más la mantequilla y las tostadas. En gran parte era por el miedo a hablar sobre el tema. Habían manifestado los problemas que tenían, los inconvenientes que generaban los Ecos y ahora tenían que ponerles remedio, pero no se atrevían. Los Ecos estaban tan arraigados en su interior que se notaban incapaces de desentenderse del todo de ellos. Su mente les traicionaba, enviándoles mensajes contradictorios que chocaban una y otra vez, aturdiéndoles y perdiendo el control.

Con mucho esfuerzo fue Ima quien consiguió romper aquel silencio.

—¿Qué hacemos ahora? ¿Dejamos de hacer Ecos, así sin más? ¿Abandonamos las cámaras? 

Ryu tomó un trago de su café.

—No nos queda otra, pero aún tenemos algo por hacer en el viaje. La fábrica de polaroid no está muy lejos de aquí, no perdemos nada por echarle un vistazo.

—¿Crees que allí encontraremos a la señora?

—No, pero tampoco tenemos muchas opciones. No estoy cómodo abandonando las cámaras, prefiero deshacerme de ellas para siempre —señaló Ryu. No obstante, las últimas palabras se le atragantaron antes de salir por su boca. Una sensación parecida al vértigo se apoderó de él por un instante.

—¿A cuánto está la fábrica?

—A una hora y media de camino, casi dos.

Ima suspiró, concienciándose de lo que estaba por venir. Seguramente no ocurriría nada y tuviesen que volver, con las cámaras bajo el brazo y los Ecos susurrando en su interior. A pesar de eso, Ima se encontró con que no podía huir, no si quería que lo suyo con Ryu fuese real y genuino.

—Pues vayamos entonces —dijo al fin Ima, reuniendo todo el valor que pudo encontrar en su interior.

Una hora más tarde ya estaban en marcha. Habían tardado en arrancar porque  limpiaron la caravana a fondo y pararon en una gasolinera para repostar. Al fin y al cabo, al acabar el día debían entregar la caravana, pues el contrato del alquiler finalizaba esa misma noche a las doce y tenían que entregar el vehículo justo exactamente donde les fue entregado, en el apartamento de Ryu.

Se alejaron del monte Fuyi con una sensación agridulce, a pesar del paisaje y de la noche de pasión que habían compartido. Por suerte, a grandes rasgos, el viaje había ido bastante bien y los dos estaban gratamente sorprendidos. No podían explicar por qué, pero habían esperado tener más discusiones entre ellos, sobre todo teniendo en cuenta el poco espacio que tenían para convivir y que iba a ser la primera vez que iba a ocurrir, aunque solo fuera por tres días. 

El recorrido hasta la fábrica de polaroid fue bastante variopinto. Volvieron a la costa a través de bosques y pueblos. Una vez allí, fueron en línea recta por el literal,  hacia el norte, con las olas del mar rompiéndose a su derecha contra acantilados y playas. Las gaviotas volaban por el cielo, y llegó a un punto donde parecía que estuvieran siguiéndoles.

Se mantuvieron callados la mayor parte del camino. Sin embargo, Ima recibió una videollamada. 

—Parejita, ¿qué tal os va?

—¿Es Kaori? —pregunto Ryu.

—¿Tú qué crees?

—¡Hola Kaori!—dijo Ryu alzando la voz.

Entre dos realidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora