Capítulo 25: Yugawara

8 2 10
                                    

Ryu conducía con la mente en otro lugar. 

Quería recordar, tenía que recordar. Se lo debía a Ima. Pero era incapaz. Por mucho que tratase de centrarse en esa impresión que surgía en su mente cuando trataba de recordar ese día, seguía emborronada, diluida y sin forma clara.

Lo peor de todo era que en su interior era consciente de haber perdido algo importante y eso le frustraba todavía más. Intentaba que no se le notase, sobre todo después de ver a Ima tan contenta por el viaje y por su reciente y actual relación. Lo que menos quería era amargarle a ella.

Sacudió la cabeza, espantando aquellos pensamientos y se centró en la carretera. Echó una ojeada rápida al GPS. Quedaba nada para llegar. Ima estaba en el asiento del copiloto, dormida, con la cabeza apoyada en la ventana. La DJ no había sido capaz de soportar otro concierto más.

Ryu disfrutó parte del viaje en solitario.  Pudo observar como el paisaje pardo agreste mutaba poco a poco a uno más frondoso y cítrico. Las hojas verdes de los árboles cambiaron de forma sutil a un color anaranjado, cerca de un rojo carmesí. Por muy extraño o insólito que parezca, fue como si el paisaje entero arropara a la autocaravana, como una madre que tapa a su hijo con una manta.

Después de alrededor de unos quince minutos habían llegado a Yugawara. Por suerte, Ima se despertó antes de llegar. Ryu no quería importunar su descanso. Era un pueblo costero, aunque no hacía falta alejarse mucho para toparse con terreno montañoso. Llegaron allí poco después de la hora de comer, así que decidieron aparcar a las afueras del pueblo, buscar un bar o un restaurante y dar un paseo.

Encontraron un restaurante  llamado Ramen Iida-Shōten. Les pareció buena idea. A pesar de hacer un sol radiante, al estar tan cerca del mar, la brisa marina y el viento hacían que el ambiente fuese más fresco de lo normal, teniendo en cuenta que estaban en pleno verano. El restaurante estaba bastante bien de precio y estaba prácticamente vacío, a excepción de una pareja mayor, que disfrutaba de sus cazos de caldo y sus fideos. 

El establecimiento era bastante pequeño. Las mesas y sillas eran de madera, y estaban distribuidas a lo largo de todo el restaurante, dejando así un pasillo muy reducido y estrecho. Además, estaban pegadas a la barra, desde donde te servían directamente tu comanda, porque justo  detrás se encontraba la cocina, toda de metal, que contrastaba por completo con el resto del restaurante y abierta a los ojos de los clientes.

Ryu se pidió un ramen de pollo y verduras e Ima uno de pescado. Disfrutaron de sus platos, aunque no mucho. No es que estuvieran malos, pero esperaban algo con más gusto. 

Después de comer, dieron un paseo hasta acercarse a la playa. Acabaron cerca de un centro deportivo, que tuvieron que rodear para poder disfrutar del mar. Las gaviotas graznaban, el mar iba y venía y las olas rompían de forma suave contra la piedra y la arena.

Iban cogidos de la mano, hasta que Ima se soltó.

—Va, ponte, que te hago una foto —dijo mientras sacaba la polaroid.

Ryu le miró, perplejo. El impacto del Eco compartido aún era reciente. Hacer más fotos era como añadir más salsa picante a un plato que ya picaba de por sí. Pero Ima sonreía, emocionada, así que no pudo decirle que no.

—¿Que pose te gusta más?

Ryu empezó a posar de todas las maneras posibles, sin sentido alguno. 

—¿Te has planteado ser modelo? 

—¿Yo? No duraría ni una semana.

—¿Seguro? Parece que se te da bien, además sueles salir bastante guapo.

—Eso es la dueña de la cámara, que me mira siempre con buenos ojos.

—Ja,ja,ja, la cámara solo capta la realidad —dijo Ima con aire de dignidad.

Entre dos realidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora