Capítulo 28: Vivir y sentir

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A pesar de tener la mente en otro mundo, Ima y Ryu decidieron que era mejor irse a dormir. Por muchas vueltas que le dieran, poco podían hacer, a no ser que los astros se alinearan y se encontraran con la dichosa señora mayor de la tienda de antigüedades.

Durmieron cogidos de la mano, o al menos lo intentaron. La idea de perder los recuerdos que creaban entre ellos era demasiado potente como para ignorarla. Ima se aferró a él, bajo las mantas, con temor y desesperada. Sabía qué tenía que hacer para evitarlo, pero no se veía capaz de hacerlo. Una voz en su interior no paraba de seducirla, empujarla a caer y regocijarse en aquellas realidades, potenciadas, ocultas y ficticias, resultantes de los Ecos.

Al final, los dos se habían encontrado tumbados boca arriba, mirando al techo, buscando unas respuestas que sabían que no encontrarían.

Buscó los labios de Ryu, que aceptaron los suyos con pasión y un deseo que había estado contenido durante todo el viaje. Ima se tumbó sobre él, le abrazó mientras el beso se descontrolaba. Sus bocas queriéndose hacerse dueñas una de la otra. La ropa empezaba a ser innecesaria, así que se desvistieron y la tiraron al suelo.

Ryu se consagró a ella. Su mano descendió poco a poco por la espalda de Ima, mientras ella empezaba a besarle en el cuello. Ryu le apretó, aún más si cabe, contra él. Gimieron a la vez. 

Sus respiraciones y latidos se fusionaron, siguiendo un ritmo y una cadencia secreta que solo ellos podían descubrir. 

Ima bajó su mano poco a poco, resbalándola por todo el torso de Ryu, disfrutando de cada poro de su piel, hasta llegar a su pene. Empezó a agitarlo, de forma firme, pero suave. Notó como se ponía rígido en sus manos. Ryu hizo lo propio con ella. Los dos acabaron húmedos.

Eran como dos bailarines siguiendo el ritmo de una canción que se iba acelerando poco a poco. Ima dejó de besarlo y sin dejar de mirarle bajó sinuosamente hasta su pene. Jugueteo con él, con la punta, hasta que Ryu le asintió en señal de que podía comenzar. Chupó poco a poco, se explayó. Los gemidos de Ryu eran una melodía que le guiaban, le impelían a subir y bajar, a cambiar el ritmo constantemente. Además, con la mano acompañaba los movimientos. 

—¿Tienes condón? —logró decir Ima entre los jadeos de ambos.

—Espera, me toca.

Se besaron con furia y pasión.

Ryu la cogió y cambiaron de posiciones. Ahora él estaba sobre ella y bajaba a su vagina, mientras atrapa y manoseaba uno de los pechos de Ima, que tenía el pezón duro. 

Ryu se hizo de rogar, acariciándole y besándole los muslos, acercándose lentamente a la vagina, como un cazador tranquilo, pero ansioso por completar su tarea. Empezó a lamer. Ima soltó un gemido, presa de la excitación y por instinto empezó a acariciar el pelo de Ryu. De mientras, él no paraba de mover la lengua. Trató de seguir un patrón, un orden en concreto, pero se perdió en la lujuria. Su lengua parecía no tener dueño. Arriba, abajo, derecha, izquierda, abajo otra vez y al parecer a Ima le gustaba, pues en más de una ocasión, a causa del placer, sin querer, le estiró de los pelos.

Fue Ima quien le interrumpió, obligándole a besarle. Nunca se cansaría de aquellos labios, algo gruesos, pero suaves. 

—Hazlo —ordenó Ima con un susurro.

Ryu no dijo nada. Simplemente obedeció.

Ryu saltó a toda prisa en su busca. Escudriño el interior de su mochila, que estaba tirada cerca de la cama. Después de rebuscar un poco, encontró el condón en un bolsillo interior. Lo abrió, pero antes de que se hubiera dado cuenta, Ima se había levantado, se lo había quitado de las manos y le había empujado de vuelta a la cama. Se lo colocó, se puso encima de él y lo hizo suyo. Entro poco a poco. Los dos temblaron al unísono.

Ima notó como la sangre le empezaba a hervir. Era como si una tormenta viajara por sus venas. Mientras subía y bajaba se abrazó a Ryu. No quería soltarle, no después de descubrir lo que había descubierto. Se entregó a él. Cada aliento, cada gemido, cada suspiro serían para él.

Por su parte, Ryu notó como entraba sin ningún inconveniente. Estaban bien lubricados. Cuando Ima se abrazó a él, Ryu empezó a besarle el cuello, una y otra vez, prolongando cada vez más esos besos. Para él eran como las firmas de un contrato, uno que afirmaba que ambos eran dueños del otro.

Ima cambió de movimiento. Empezó a menear sus caderas, de lado a lado y de adelante hacia atrás. Se estiró hacia atrás, todavía encima de Ryu, con todas las células de su cuerpo activadas y disfrutando como nunca antes. Ryu acariciaba todo su cuerpo, como si buscara rincones ocultos en aquellas caderas, aquel torso o aquellos pechos. El final se acercaba.

Notaron como sus corazones se aceleraban, como sus pieles se erizaban y como sus mentes se fundían a causa de un fuego silencioso e invisible, pero feroz. 

El clímax llegó. Ima dominada por el placer, gimió y se estremeció. Él hizo lo mismo y por instinto se incorporó, con ella todavía encima de él. 

Las respiraciones entrecortadas. Se miraron a los ojos. No lo dijeron, no les hacía falta decirlo. Sus ojos lo reflejaban. 

Sin saberlo y sin ser conscientes del todo, en aquel momento decidieron vivir y sentir de nuevo.






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