Capítulo 5: Un mensaje, una llamada y una sesión de fotos

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Ima se despertó antes de que sonara la alarma. Makoto seguía dormido, a su lado, como un bebe, acurrucado entre las mantas. Podía oír el sonido de su respiración. Una respiración suave, cálida y calmada. Se le pasó por la cabeza besarle la frente, a modo de despedida, pero finalmente optó por irse sin hacer el menor ruido posible. Se levantó con sumo cuidado, cogió su ropa del suelo, se vistió y se marchó.

De camino a su casa, su mente era un hervidero de pensamientos. ¿Había hecho bien? ¿Debería sentirse mal, tener remordimientos? Muchos no dudarían en tachar el comportamiento de Ima como lamentable, llegando incluso a catalogarla a ella como una desdichada, sobre todo en la sociedad japonesa. Pero ella no sentía nada de eso. Estaba contenta y el reencuentro con Makoto no había ido tan mal como había esperado en un principio. Además, esas cosas pasaban, ¿verdad? En ese sentido, Ima se sentía cómoda con las formas de pensamiento occidentales, hecho que había facilitado su distanciamiento con sus padres. No obstante, tenía reconocer que su marcha de casa de Makoto había sido muy fría. Quizá debería haberle dejado un mensaje o alguna nota.

Al llegar a casa se tomaría un café y se ducharía, no en ese orden en concreto. Después, le enviaría un mensaje a Makoto. Supuso que él lo agradecería, como lo agradecería todo el mundo.

Llegó a casa y estaba vacía. Kaori había pasado la noche fuera. Ima se dirigió directamente al baño, se desvistió y se dio una ducha. Tuvo que salir un momento para detener la alarma del móvil, pero luego se volvió a meter. Dejó el tiempo correr. Estaba de vacaciones, así que se podía dar todo el tiempo del mundo. Primero, agua fría, para terminar de despertar sus músculos, luego, un poco de agua caliente, para rebajar la tensión y serenarse. Después de ducharse, Ima se tomó el café. Se preparó un capuchino espumoso, con una pizca de esencia de vainilla. Aprovechó mientras se lo tomaba para enviar el mensaje a Makoto. En él, se despedía, le decía adiós y le agradecía la noche que habían pasado juntos y los recuerdos que le había dado desde que se conocieron.

Después, con la taza de café en la mano, Ima dirigió su mirada a la sala de estar vacía, que estaba a escasos pasos de la cocina. ¿Qué podría hacer hoy? No estaba acostumbrada a tener vacaciones, por consecuencia, no estaba acostumbrada a tener tiempo libre De pronto sintió que el aburrimiento le acechaba.

Paseó sus ojos por toda la estancia. ¿Dónde la había dejado? Podría salir a hacer algunas fotos con la Polaroid. Nada más pensarlo, se le erizó la piel. Fue como si una corriente eléctrica le recorriera todo el cuerpo de arriba abajo. Allí estaba. La Polaroid seguía encima del kotatsu, todavía con la foto de la playa al lado. Se levantó y en ese instante su móvil sonó.

Era su jefa, Nao, la directora de la agencia de talentos.

—¿Hola? —dijo Ima.

—¿Ima? Buenos días.

—Buenos días — contestó Ima. Sabía lo que venía, así que se quedó callada, dándose así tiempo para poder encajar la noticia.

—¿Podrías pasarte por las oficinas? Tenemos un nuevo cliente y necesitamos hacerle las fotos para la base de datos.

Estaba de vacaciones. Bueno, más o menos. Pensó en mentir, en decir que tenía algún asunto personal que atender, pero pensándolo bien, no tenía nada que hacer y no tenía ningún plan, así que no le supondría mucho esfuerzo, por lo que acabó aceptando.

—Claro, en cinco minutos estoy allí.

—Genial, muchas gracias, Ima, hasta ahora —dijo Nao antes de colgar.

Ima se vistió con lo primero que pilló del armario: unos tejanos anchos, unas bambas blancas y una sudadera beige con capucha. Después, preparó su cámara.

Entre dos realidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora