Capítulo 27: A la deriva

10 2 13
                                    

Se levantaron un par de horas antes del atardecer, todavía más cansados si es que eso era posible. Para espabilarse, se tomaron un café cada uno. 

A continuación, antes de marcharse dirección al monte por una de las cuatro rutas que tenían disponible, Ima invitó a Ryu a posar delante del monte Fuyi, que se reflejaba en las aguas imperturbables del lago, para poder hacerle una foto y así sacar un nuevo Eco.

—No, gracias.

Aquella negación pilló por sorpresa a Ima. Sabía de sobra que aquello era importante para él, entonces, ¿por qué no hacer un Eco sobre ello? ¿Por qué negarse?

—¿Por? —preguntó Ima aturdida.

—Quiero que el recuerdo sea mío, quiero conservarlo, sin trampas, sin Ecos, solo quiero vivirlo.

Ima miró hacia la cámara, que la había sacado incluso antes de preguntarle a Ryu por la foto. Decidió guardarla, ignorando a duras penas la voz de su interior que le presionaba a utilizarla.

Ryu se mantenía callado mientras seguían la ruta hasta el monte. ¿Había sido muy rudo? No había querido ofender o faltarle al respeto a Ima, pero a cada momento que pasaba, más consciente era del riesgo de los Ecos. El éxtasis les seducía, un susurro cálido en la oscuridad, como la pequeña luz temblorosa de una vela, satisfaciéndoles, dándoles placer, cobijo, mientras poco a poco les arrebataba el recuerdo, lo emborronaba hasta hacerlo desaparecer por completo. Privándoles así para siempre de una parte de ellos, de su alma. Ima parecía ignorar todo aquello.

Por desgracia, él ya empezaba acusar los efectos. Ima le había mencionado una cita en un parque de atracciones, pero Ryu era incapaz de recordarla. Lo único que le venía a la mente cuando trataba de recordar aquello, era una imagen, parecida a una silueta,  desdibujada y desenfocada, sin forma.

Quería evitar que aquello fuera a más. Se negaba a perder los recuerdos con Ima simple y llanamente por un momento efímero y potente de placer y éxtasis. Si tenía que olvidarle a ella y sus recuerdos, quería que fuese a causa del paso del tiempo, no por sus ansias y su nueva y estúpida necesidad.

No obstante, Ryu decidió que no era el mejor momento para decírselo, así que fingió que todo iba a la perfección, por mucho que le costase.

El ascenso al monte era bastante empinada y caminaban por un camino de arena y gravilla rojiza. A diferencia de los alrededores, el monte era bastante yermo, con escasos arbustos y árboles desperdigados por aquí y allá.  La ruta tenía dos partes, una más sencilla y accesible para todo el mundo y una segunda en la que era obligatorio llevar material de escalada. No es necesario aclarar, cuál fue la que realizó la pareja.

—Dicen que el monte es el hogar de varias deidades —puntualizó Ima, mientras seguían en su ascenso.

—¿De verdad? Sabía que se decía que fue en el monte donde tuvo lugar el nacimiento de Kaguya, pero no que fuera el hogar de varios dioses.

—Sí, pero la leyenda de la princesa Kaguya tiene origen en otro lugar, o al menos eso me explicaron mis padres.

—¿Y qué dioses viven en la montaña?

—Se dice que es el hogar de Izagani,  Izanami y sus tres descendientes. Tsuki-Yomi, Amaterasu y Susanoo.

—Vaya, parece que eres toda una experta sobre el tema.

—Es lo que tiene tener unos padres muy devotos, por mucho que no te interese algo se te acaba quedando. El caso es que, según cuentan, los cuatro lagos que rodean el monte, realmente son las lágrimas que derramó Izanagi al enterarse de que su esposa, Izanami, murió.

Entre dos realidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora