Capítulo IV

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Luego de regresar de su salida, continuó como siempre su vida. Como siempre lo había hecho Itadori Yuuji. Con una sonrisa y optimismo que lo hacían resplandecer con un brillo que el mismo sol envidiaría. Con sus penas y pensamientos más tristes y deprimentes encerrados en alguna parte de corazón y mente.

Después de aquella mañana no volvió a encontrarse con su sensei, lo cual agradecía internamente.  Por qué el mismo  sabía que no soportaría seguir viéndolo con una sonrisa sabiendo aquella noticia que lo tenía más que mal para ser sinceros.

–¿Yuuji– san? ¿Se siente bien? – preguntó la joven castaña Mitzuki.

–¿He? Si – sonrió lo mejor que pudo – soló estoy un poco cansado.

–No ha dormido ¿cierto? Sus ojos se notan más cansados  y – lo examinó de pies a cabeza – se ve pálido.

–¿Enserió? – miro sus manos y era cierto, estaba un poco pálido.

–Mitzu tiene razón Yuuji– san – hablo un chico pelinegro – ¿no estará enfermo?.

–No es nada que un sueño no arregle – sonrió levemente sacudiendo el cabello del chico.

–Pero – intentó protestar la chica sin embargo alguien se le adelanto.

–Necesitamos hablar Itadori – era imposible  no reconocer esa voz.

Un suspiró  escapó de sus labios, el mismo lo sabía pero en este punto, ¿era siquiera necesario hablar lo evidente? Porque no simplemente seguían como ahora, fingiendo que nada paso entre ellos. Al menos así era menos doloroso.

Pero su cabeza le seguía diciendo que era hora terminar de una buena vez, arrancar de raíz la hierba venenosa para que sanara.

–Tiene razón – volvió la vista hacia los chicos de enfrente – pueden ir a descansar, nos vemos mañana – les sonrió levemente mirándolo como se despedían y se marchaban dejándolos solos.

–Sobre los que pasó esta mañana, puedo explicarlo… – comenzó a hablar el albino.

–Gojo-san no hay nada que explicar – suspiró cansado – es evidente ¿no? – lo miro sin expresión – usted será padre, se casara con ella y de todas formas es algo que yo no podría ofrecerle en un millón de años – sonrió con amargura.

–Las cosas no son así,  lo que pasó fue.. fue un desliz – hablo restándole importancia – algo que no debió pasar.

–Pero paso – respondió el pelirosa – ¿¡y un desliz!? – le encaró.

Ok eso había sonado mejor en la mente del albino.

–¿¡Uno de cuantos he!? ¿¡Uno de 5!? ¿¡Uno de 10!? ¿¡Uno de 20!? – recriminó Yuuji mirándolo con decepción y dolor.

–“No fueron tanto de hecho” – pensó Gojo.

–Sabe, ¿¡pudo haber terminado conmigo antes!? – se acercó lo suficiente – pudo haberme hecho el favor de haber terminado con… ¡con esto! ¡En vez de mentirme! ¡En vez de haberme sentir como ahora! – Lo miro con lagrimas a punto de salir.

–¿Ésto? ¿¡A lo que teníamos le llamas esto?!? – reclamo Satoru  sintiéndose ofendido – ¿¡para ti nuestra relación era esto!? – lo tomó de los hombros.

–¿Lo que teníamos Gojo-san? – sonrió amargamente – ¿¡que se supone que teníamos!? ¿¡He!?.

–Una relación  tu y yo, Yuuji – apretó más fuerte los hombros del pelirosa – o al menos eso creí yo.

–¿Una relación?  – preguntó con rabia – tal vez al principio si pero después se convirtió en… ¡en esto!.

–Eso me pasa por salir con un niño – susurro con rencor.

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