Capítulo XI

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Mientras la vida comenzaba a sonreírle a Yuuji después de tanto sufrimiento las cosas en Tokyo se estaban llendo a la mierda. Su desaparición causó revuelo principalmente por el historial de su familia.

No importaba que Sukuna Ryomen hubiera sido derrotado para los jefes de los aun clanes existentes les resultaba un peligro no saber nada cerca del ex recipiente del rey de las maldiciones.

Los hechiceros de ambas escuelas de Japón estaban alerta de cualquier indicio de vida que mostrará Itadori. Claro, habían pasado un mes desde entonces y pronto se convertirían en dos.

– ¿nada aún? – preguntó Megumi mirando llegar a Yuta.

– nadie sabe nada, es como si se lo hubiera tragado la tierra – soltó un suspiró frustrado – ¿qué tal te fue? – preguntó devuelta.

– nadie lo ha visto en su hogar anterior – soltó cansado – tenía la esperanza de verlo allá, después de todo ahí creció – miro la fotografía – ¿y Gojo-san? ¿Encontró algo? – guardo la fotografía en su bolso.

– nada relevante, sólo cosas que ya sabemos – alzó los hombros – debemos volver, Choso-San ira a la escuela – dijo mientras comenzaba a caminar.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Megumi al recordar la última vez que apareció en la escuela. Sin duda el hermano mayor de Yuuji daba miedo al verlo y mucho más cuando se trataba del menor.

Un poco más y destruían la escuela por completo. Pero la imagen de Gojo recibiendo un golpe en la cara jamás la olvidaría. Internamente le agradecía al hermano mayor de Yuuji por tal detalle que el no fue capaz de hacer.

Por otro lado Gojo se sentía frustrado por no poder hacer más, había ido a buscarlo a cada lugar que su mente vaga recordaba, sin éxito alguno. Incluso a los lugares que deseaba conocer obteniendo el mismo resultado.

– ¿dónde te metiste Yuuji?  – preguntó cómo si la respuesta llegará por sí sola – no pudiste desaparecer así cómo si nada, debo estar olvidando algo... – dijo con un tono de duda en sus palabras.

Se sentó correctamente sintiendo la luz del sol en su rostro, el día estaba por acabar de nuevo y el no tenia nada nuevo. El sentimiento de haber experimentado algo parecido hace tiempo le saco una sonrisa melancólica.

– fui demasiado egoísta otra vez ¿he? – se quito la venda de los ojos – si Nanami estuviera vivo me cortaría en pedazos y me daría de comer a los peces – susurró mirando directamente al sol sintiendo el ardor picar e incomodar.

La vibración de su celular lo sacó de sus pensamientos de culpa y arrepentimiento. Una cara de confusión se dibujo en su rostro al leer el nombre de quien recibía la llamada.

"Mei Mei"

Mientras tanto Yuuji comía una segunda vuelta de onigiris que Nanami le ofreció, eso mientras se terminaba de  cocinar el katsudon.

La relación entre ambos se fortalecía a cada instante, tal vez porque sus personalidades encajaban el uno con el otro o simplemente por que Yuuji  era Yuuji y nadie o casi nadie se resistía a él.

– Nanam ¿soy una rana o una vaca? – preguntó de la nada el pelirosa.

El rubio lo miró desconcertado ante la pregunta de Yuuji.

– eres un ser humano Yuuji – respondió a la pregunta para seguir en lo suyo.

– ¿entonces porque ya no me queda mi ropa? Se que iba a subir de peso pero – miro su mediana barriga que era cubierta por parte del pijama que usaba.

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