Con el corazón roto.

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En la mañana del lunes, con el sol colándose por su ventana y el ruido invadiendo el hogar Roble, Pedro Pablo abre sus ojos lentamente, sintiendo estos más pesados de lo acostumbrado. Le duele la cabeza y su cabello estaba alborotado.

Había llorado demasiado anoche.

Se incorpora en su cama y su cabello cae libremente sobre sus hombros, y algunos mechones caen sobre su rostro.

El día de ayer, terminó con su pareja de hace dos años, quien lo estaba engañando con otra persona. Lo quería tanto, que sus lágrimas cayeron sin contenerse durante casi toda la noche, impidiendo que pudiera dormir con normalidad.

Tenía sus ojos muy hinchados, un aspecto desganado y sus ánimos por el suelo. Sin embargo, debía levantarse para ayudar a su familia en el restaurante e ir a la nocturna.

Debía continuar con su vida con el corazón roto.

Pedro Pablo había decidido contarles a su madre y hermano sobre su ruptura, más no el motivo de esta. Temía que se pusieran violentos con su ex.

Luego, coloca unos cubitos de hielo cubiertos con un pañuelo sobre sus ojos para disminuir la inflamación, y va a desayunar con su familia. La mañana en el restaurante iba muy bien, las ventas eran buenas y el ambiente era muy agradable, como solía serlo.

Sin embargo, una persona inesperada toca a su puerta.

—¡¿Bosco?!

El susodicho se presenta ante Pedro Pablo con moretones en el rostro, su labio roto y sangre en los nudillos y su camisa. El más bajo reacciona rápidamente, entrando al otro de un jalón a la casa y procede a curar sus heridas con un bistec mientras su madre buscaba algo para curarlo mejor.

—¿Cómo te pasó esto? ¿Por qué no dejas que llamemos a Don Esteban?

—Unos tipos estaban hablando mal de Gala y los enfrenté. Y no quiero que mi papá se entere, no quiero preocuparlo —confiesa Bosco. Pepa presiona un poco en su labio, provocando una queja del herido.

—¿Acaso estás loco? Pudiste terminar peor —reclama con enfado—. Seguro fue tortuga.

—No iba a permitir que hablaran de mi hermana de esa forma, criticando su estado de salud.

—Lo entiendo, pero no hagas eso para la próxima, por favor.

—Está bien.

Luego de la respuesta de Bosco, un silencio invadió la sala de estar. Ninguno de los dos quiso hablar del tema nuevamente. Mireya llegó con las curitas y una pomada, y regresó al restaurante a ayudar a Salomón y a doña Lupita.

—Por cierto, ¿qué haces aquí? ¿Para qué viniste? —pregunta Pedro Pablo confundido mientras aplicaba la pomada en movimientos circulares leves sobre el rostro de Bosco.

El menor lo pensó un momento. Sabía que lo necesitaba y urgente, pero pedirle un favor le resultaba algo insolente de su parte. Siempre lo trató mal, excepto en la primera tutoría que tuvieron con tranquilidad y armonía en su casa, aunque no concluyó tan bien.

—Quería... pedirte un favor.

Dice finalmente, captando la atención del de cabello rizado.

—¿Podemos seguir con las tutorías?

Esas palabras causaron un creciente enfado en Pedro Pablo. Después de la primera vez, prometió jamás volver a enseñarle.

—Pues perdiste tu tiempo —arremete, tapando el frasco de la pomada con fuerza y dándole una mirada de desprecio.

—Por favor, te lo suplico, si quieres te pago por cada clase —Pedro Pablo ensancha sus ojos, ¿acaso era real lo que acaba de escuchar?—. Voy a perder mi torneo de esgrima si pierdo matemáticas.

One-shots || BospaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora