Nunca digas nunca.

195 35 0
                                    

Advertencia: Lenguaje inapropiado. Mención de sexo.

...

El viento sopla con fuerza, alborotando sus rizos sin piedad. Las ramas de los árboles se mecían con brusquedad, soportando el fuerte viento azotando. Respira profundo, aún sin entender cómo llegó a esa situación.

Juró que nunca volvería a estar con él, que rechazaría sus llamadas y que se alejaría de su mala influencia. Se prometió a si mismo tomarse un tiempo para reflexionar sobre su juicio para escoger una pareja. Le prometió a su hermano no volver a verlo hasta tener las ideas claras.

Juró que nunca volvería con Bosco.

Pero, nunca digas nunca; no digas que de esta agua no beberás, y así. Había un montón de dichos para describir su desastrosa toma de decisiones.

Un auto se estaciona frente a él, y la puerta se abre, dejando ver a Bosco Villa de Cortés. Un hombre guapo y adinerado para su gusto. Le indicó con la mirada entrar al auto, y obedeció sin rechistar.

Estaba completamente perdido.

—¿Un café primero?

—Como quieras.

A pesar de su aparente sumisión, estaba comprometido a no bajar la guardia. Había caído en su juego un montón de veces. Se dejó cegar por su encanto natural. Dejó que sus sentidos se nublaran ante una relación de dependencia arrolladora.

Le gusta mucho, más de lo que le gustaría.

El auto de estaciona frente a una cafetería, y, al mirar por la ventana, Pedro Pablo reconoce el lugar al instante. El lugar donde se conocieron.

Bajan del auto e ingresan al lugar. Eligen una mesa al lado de la gran ventana al exterior y cada uno pide lo que les apetece. Bosco opta por un café negro con galletas de sal, y Pedro Pablo un té de manzanilla con un postre de frutas. El té era para relajarse, despejar su mente. El postre para no amargarse con la presencia de Bosco.

—Me alegra que me hayas llamado. Te extrañé muchísimo.

Una sonrisa encantadora y brillante le enternece unos segundos. Se siente en las nubes, y los recuerdos lo bajan a la realidad. Pone los pies en la tierra.

—A decir verdad, estaba aburrido. Terminemos esto de una vez.

La necesidad de tocar su piel y sentir sus labios sobre los suyos es intensa. Extraña su toque delicado y cariñoso. Extraña sentirse adorado y querido, así ese afecto fuera una mentira cruel y vil. Extraña sentir el aliento en su oído, mientras le susurra cuánto lo quiere y anhela.

Anhela una fantasía que luego le destruiría sin piedad.

Al terminar, cada uno paga lo consumido y salen de la cafetería. Entran al auto, y se dirigen al apartamento de Bosco, donde sucedería aquel acto que tanto necesitaban.

El recorrido del primer piso al octavo en el ascensor del edificio es tenso e incómodo. Había sentimientos encontrados en aquel momento, sobre todo por parte de Pedro Pablo, quien guardaba resentimiento e ira al volver a recorrer ese lugar que le había marcado.

Llegan al octavo piso, y, al abrirse las puertas, una imagen del pasado nubla su mente.

Giovanna besa a Bosco, Bosco aparta sus manos pero no la aparta del beso, y él permanece inmóvil, esperando con expectativa que esa escena fuera producto de su imaginación.

¿Necesitas algo, Pedro Pablo?

La voz de Giovanna le confirmó la realidad. Se comenzó a sentir mareado y su vista se estaba nublando. Quería salir de ahí, y el maldito ascensor no cerraba sus puertas para desaparecer delante de la feliz pareja. Bosco no articula palabra, y eso es lo que más lo decepciona, y le convence de que jamás debía esperar algo de un hombre.

One-shots || BospaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora