Bienvenida de nuevo IV

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Rhonda había pasado casi todo el día bebiendo remedios que Nadine le ofrecía para aliviar las náuseas. Regresó al dormitorio, maldiciéndose en silencio por tener que compartir habitación con Susana.

A Curly no lo había visto desde el entrenamiento. Había estado tan ocupado con sus nuevas clases que era casi imposible pasar el rato juntos desde que regresaron del invierno. Llevaba semanas sintiéndose rara, desde no dormir bien hasta devolver el estómago. El extremo cansancio la estaba preocupando.

Suspiró antes de abrir la puerta y tener que soportar doce horas junto a la persona más odiada del campus. La puerta hizo un leve chillido cuando la abrió, revelando la habitación a oscuras. Frunció el ceño cuando vió a Susana dormir plenamente sobre la cama. Pareció no tener un buen día. Al igual que Rhonda, su expresión era cansada y triste. Dormía sobre su almohada manchada de rímel y el celular sobre su mano.

Parece que llevaba horas lidiando con la tristeza en la habitación, pues permanecía completamente vestida y agotada. Sin duda, no fue una gran día para nadie.

Se sentó sobre la orilla de la cama, tocando la parte baja de su estómago. Aún sentía las terribles ganas de vomitar, pero se relajó cuando abrió la ventana y dejó que el viento la calmara.

Pensó en demasiadas cosas, llegando al punto de recordar algo muy importante: El periodo.

Se levantó de la cama, abriendo el primer cajón de su buró de noche, mientras sacaba un pequeño calendario desde el interior de la caja.

Revisó algunas fechas anteriores en las que había tenido su periodo; Diciembre, Enero, Febrero...

—¿Casi dos meses?—Murmuró confundida.

Susana se movió inquieta de la cama cuando Rhonda habló. Ella se sobresaltó, esperando a que Susana no hiciera un escándalo por haberla despertado, pero suspiró cuando siguió durmiendo.

Rhonda miró de nuevo el calendario, entrelazando sus manos con preocupación.—Qué no sea lo que estoy pensando.—murmuró, derrumbándose sobre la cama.

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La mañana siguiente, Phoebe se levantó muy temprano para llegar a tiempo a su primera clase. El único día que detestaba era cuando el Profesor Turner deseaba empezar su clase con prácticas en el Laboratorio de Física. Preparó pan tostado con mantequilla, mirando el reloj por minutos.

Arnold no había llegado a casa en toda la noche desde que llevó a Bobo al apartamento de Helga. Millones de teorías llegaban a la mente de Phoebe al tratar de pensar que Helga lo perdonó y ambos pasaron la noche juntos, pero ninguna idea tan retorcida como esa creería que es real.

Gerald bajó de los escalones, sujetando con fuerza la correa de su mochila, mientras llamaba una y otra vez al teléfono de Arnold.

—¿Nada?—Preguntó Phoebe.

Gerald negó con la cabeza.—Nada.

—Es tan extraño.

Él la miró dudoso, negándose a creer que Arnold estaba con Helga.—Tú crees que ellos...

Phoebe suspiró, encogiéndose de hombros.—No lo sé. En realidad no lo creo posible.

Gerald frunció el ceño.—¿Estas diciendo que Helga lo botó de nuevo?

—Bueno...

Antes de que Phoebe terminara de hablar, un estruendoso ruido se escuchó fuera del apartamento. Ambos se miraron y corrieron a la puerta, abriéndola para encontrar a Arnold levantarse a cuestas del suelo. Múltiples hematomas comenzaron a formarse en su piel.

O L D E R 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora