Lila la perfecta IV

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La mañana siguiente, Lila había pasado casi toda la noche tapando la gotera del baño para evitar desperdiciar agua. Además del chillido de la ventana de su habitación, tuvo que lidiar con los grandes bultos dentro de su colchón, haciéndola sentir incómoda y sin permitirle dormir tranquilamente. Se sentía demasiado cansada incluso para tomarse una ducha.

Afortunadamente sólo tenía dos clases y podría regresar a casa temprano para aprovechar horas extras antes de buscar un empleo.

Suspiró bajando lentamente de su habitación, mientras apretaba los ojos cada vez que escuchaba crujir una de las escaleras.

Rodó los ojos y llegó hasta el lavabo de la cocina, hechando agua sobre su rostro para sentirse despierta. El lavabo del baño estaba tapado gracias a las goteras que provocó toda la noche.

Preparó su desayuno como normalmente lo hace, y se sentó a comer sobre la grande mesa de madera. Un sentimiento triste embargó la habitación cuando se sintió totalmente sola en ese viejo apartamento. Apartó los platos a un lado y se recostó sobre la mesa, quedándose plenamente dormida sobre sus brazos.
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Phoebe y Gerald bajaron de su habitación con tranquilidad y en silencio, mientras observaban a Arnold dormir pesadamente sobre el sofá. No llevaba camiseta puesta y su pantalón estaba levemente abierto.

Phoebe chequeó la lengua con disgusto, y arrojó un cojín sobre el rostro de Arnold, despertándolo al instante.

—Oh, mierda.—murmuró Arnold.

Ella lo ignoró siguiendo su paso hasta la cocina.

—Buen día, hermano.—dijo Gerald, aparentemente decepcionado.

Arnold apretó los ojos, tocándose el rostro con ambas manos.—¿Qué diablos...qué mierda paso?

—Tú dime...

—Siento como si me hubiera arrollado un autobús. No recuerdo nada...

Phoebe dejó caer algunos alimentos sobre la barra, atrayendo la atención de los chicos. —Bien déjame refrescarte la memoria: Trajimos la cena porque estabas jodidamente dormido en tu habitación y no pudiste salir con nosotros. Tomaste las llaves de tu motocicleta y te dirigiste a Dollar Three para traer una soda y jamás volviste. Después de tantas horas ausente, regresaste a casa con una extraña a la cual intentaste fornicar aquí en el apartamento, y finalmente ella se fue disgustada por que no lograste complacerla, ¿Quieres que siga?

—Creo que es suficiente.—dijo Gerald.

Arnold apartó la mirada sintiéndose claramente miserable consigo mismo.—Lo lamento, Phoebe.

—Escucha, Arnold. Entiendo que aún te sientas detestable por lo que pasó con Helga, pero no puedes sobarte con una chica tras otra.

—En realidad no lo hice por eso.

Phoebe bufó. —Eso explicaría porque llamaste 'Helga' a la chica que trajiste a noche.

—¿Qué?—preguntó Arnold confundido.

—Por un momento la llamaste Helga.—dijo Gerald, apuntó de una risa exagerada.

Él frunció el ceño, mientras miraba con curiosidad a Phoebe y Gerald.—¿Acaso me estaban mirando mientras intentaba follarme a esa chica?

O L D E R 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora