Susana había pasado casi toda la mañana encerrada en el dormitorio. Había faltado a su práctica de porristas, y las lágrimas no se hicieron esperar, al sentirse miserable por su desagradable pelea con Valeria.
Todos en la escuela la detestaban, y salir a dar una vuelta por el campus no parecía ser una buena idea.
El teléfono vibró en alguna parte de la cama, y suspiró cuando lo tomó para ver de quién se trataba.
Una insistente llamada de su madre entró, y no tuvo opción que responder.
—¿Hola?—dijo con un tono cansado.
—Hola, hija ¿Cómo estás?—Preguntó Ally con tranquilidad.
—Genial.
Ella suspiró, tratando de no arruinar las cosas.—Me alegra, querida. ¿Cómo van tus clases?
Susana frunció el ceño.—¿Por qué te interesa?
—Bueno, sólo preguntaba. Quiero que estés bien, y me interesa saber de ti.
—¿De veras?—Preguntó con sarcasmo.—Wow, qué buen momento para preguntar si estoy bien. Ojalá lo hubieras hecho cuando te tirabas a beber sobre el sofá.
Ally asintió decepcionada.—Sólo trato de hacer bien las cosas.
—Es demasiado tarde para eso. ¿No crees?
—Estas siendo muy injusta, Susana.
—¿Injusta?—dijo con burla.—Primero mírate en un espejo, y después hablamos de injusticias, ¿Quieres?—dijo, terminando la llamada.
Ally miró el teléfono, desilusionada, negando con la cabeza.
Susana se recostó boca abajo, hundiendo su rostro sobre la almohada. Su padre no había llamado desde que se fue de casa. Probablemente estaba teniendo la vida que tanto deseó con una mujer que apenas conocía. Era un descarado, pero también un imbécil.
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Todo el entrenamiento resultó ser incómodo para ambos. Arnold no pudo mantenerse concentrado en la práctica. Su mirada pasaba del balón a las piernas de Helga. No podía cometer otra tontería sobre la cancha, y el Sr. Miller no quería otro accidente como la última vez.
La práctica había terminado, y todos salieron de la cancha para cambiarse en los vestidores. Helga fue la última de las chicas en salir, mientras era observada por Arnold, quien la miraba con cierta molestia de unirse al equipo de animadoras. Él tomó sus cosas de las gradas y caminó detrás de ella hacia la puerta.
Helga bebió un poco de agua con intención de dirigirse al vestidor de chicas, pero se vió interrumpida cuando apareció Phoebe con una sonrisa divertida.
—Hola, Hel. ¿Qué tal la práctica?—Preguntó.
—No preguntes, ¿bien?—dijo tomando la mochila que Phoebe llevaba consigo.—Gracias por traer mis cosas.
—No te preocupes. A decir verdad no fueron demasiadas cosas las que olvidaste en el apartamento.
—Arnold se molestó, ¿no?—Preguntó Helga con cierta burla.
Phoebe suspiró.—En realidad el fue quien me entregó tus cosas.
Helga cerró los ojos confundida.—¿De verdad? ¿Por qué?
Antes de que Phoebe respondiera, Arnold caminó junto a ellas, contestando a la pregunta de Helga.—Porque no necesito la basura de un maldito fantasma.—dijo, siguiendo su camino hasta el vestidor de chicos.
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O L D E R 2
Novela JuvenilEmpieza un nuevo año en la Universidad de Hillwood, pero para Arnold y Helga se volverá complicado con la llegada de una vieja conocida.