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Dafnne caminó hacia su sala con una taza de té en la mano.
— Ay, no... qué dolor de cabeza tan horrible. No vuelvo a tomar. Lo juro, lo juro, lo juro. — se sentó en su sofá mientras comenzaba a tomar un sorbo de té.
La puerta principal de la casa se abrió, dejando ver a Martha, quien se veía algo cansada.
— Buenos días, ma. ¿Cómo te fue?
— Muy bien, mijita. ¿Tú cómo estás? Te veo un poco mal.
— No, mamá. Todo bien, solamente creo que ayer tomé de más, pero todo bien.
— ¿Y cómo regresaste a casa?
Dafnne se encogió de hombros, pero en eso recordó algo.
«¿Sabes qué, Bill? Esto es lo más cercano que voy a estar a que alguien me tenga cargada. »
Recordaba como Bill la traía cargada en brazos y la dejaba en su cama.
— Bill me trajo a casa.
— ¿Y a qué hora viniste?
— No lo sé, mamá, no lo sé...
El timbre de la casa sonó. Martha al estar cerca de la puerta, la abrió.
— Buenos días, señora Martha. — Bill saludó con una sonrisa. — ¿Dafnne está?
— Sí, mijito, pásale. — Martha se hizo a un lado para que el chico pasara.
— Gracias. — Bill entró a la casa y vio a Dafnne de pie al lado del sofá, tenía puesta una bata de dormir, estaba descalza y la bata era corta; le llegaba a la mitad de los muslos. — Hola.
— Hola.
— Dafnne, iré a dormir un rato, ¿okey? Cualquier cosa me despiertas. — comunicó Martha mientras empezaba a subir las escaleras.
— Sí, ma. Ve a descansar.
La mayor se fue, dejando solos a los dos adolescentes en la sala.
— Y... ¿cómo te sientes? — Bill preguntó.
— Bien, me duele la cabeza y... estoy un poco mareada.
— Bebiste mucho ayer.
— Sí, lo sé. — se sentó en el sofá y Bill se sentó al lado de ella.
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Al rato Bill se fue de la casa, pues el dolor de cabeza de Dafnne era tan insoportable que quería dormir un rato.
Bill estaba aburrido en su casa, ya eran las 9:00. Se levantó del sofá y fue cuando escuchó a Gustav hablar.
— ¿Ya te dormirás? — Gustav cuestionó, pausando la película.
