Amara. No quiero morir sin follarte ahora.

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Y habrá quien piense de mí, que soy un don Juan, un seductor o peor aún, un follador que no le importa nada más, que acostarse con cuantas más mujeres. Pues mira bien, porque nada más lejos de la realidad.



Digo esto por algo y es que hoy mismo, esta tarde ha vuelto a ocurrir. He ido a la costa, a una de esas terrazas desde las que se ve el mar y puedes pasar una tarde tranquilo, tomando algo. La verdad es que a mí me gustan más estos sitios en invierno, cuando no hay nadie, porque últimamente cuando hace bueno, se llenan de gente y me parece todo postureo y fotos para redes. Yo, eso lo llevo regular. Las tengo y las uso, pero no les dedico más tiempo del que me lleve cada día pasar por el baño. El caso, es que estaba en esa terraza y he visto a varias personas conocidas, nada más llegar. Soy sociable, claro que sí, pero más que eso, me considero un tipo educado, así que siempre saludo a los conocidos. Pero esta tarde, era tiempo de dragones. Ahora os lo explico.



Entre las personas que he visto al llegar, había dos grupos de chicas de mi pueblo y un par de parejas que conozco. Yo solo he saludado amablemente y he entrado a por mi café. Hoy, solo con hielos. Hacía una tarde maravillosa de primavera que he querido aprovechar disfrutando de la buena temperatura y de el sol que tanto se echa de menos en invierno, en Euskadi. Pero me he sentado en la esquina de los dragones. Sí, tengo en cada sitio de los que me gusta ir en solitario, una esquina para esos días. Los días en los que no me soporto, los que todos los errores de mi vida me visitan y el futuro se me convierte en una oscura línea difusa a la que no tengo fuerzas para enfrentarme. También es verdad, que estas esquinas para mí, son poderosas armas para domar a esos dragones. Mi alma, otorga a unos pocos lugares, poderes sanadores donde puedo pensar un poco más despacio y sobre todo, desde un punto más luminoso.



Y diréis, ¿qué quién soy?. Esta tarde al llegar allí yo no era nadie. Los escombros de un tipo de 38 años, soltero, con un trabajo bastante decente, con estudios superiores y un círculo social y familiar, bastante amplio y variado. Pero me sentía, nadie. ¿Qué cuáles son las circunstancias que me hacen sentir así a veces?. Tengo cultura y recursos suficientes para escribir una trilogía evitando responder esa pregunta y usando todos los tópicos más habituales. Mi intimidad más trascendental, me impide compartir aquello que me atormenta un par de veces al año. Pero hoy tenía las herramientas necesarias para hacerle frente. La llegada del buen tiempo, siempre es el preludio de la sanación que me hace falta. Hoy era el día.



No quiero dar aquí la chapa. Lo que quería explicar, es porque sé, que la gente está muy confundida conmigo. Dos cafés y cuarenta minutos de sol y de aire del mar en mi rostro han permitido que me sintiera mejor. He podido escapar de mis pensamientos más oscuros y dejarme mirar fuera, observando a la gente. Yo estaba sentado en la esquina más protegida y solitaria de la terraza, donde nadie se sintiera invitado a molestar en ese ejercicio de meditación y desde esa esquina, podía ver bastante bien muchas de las mesas y del resto de la gente que disfrutaba de una bonita tarde de sol. Y eso he hecho, observar a la gente.



Ocurre, que me doy cuenta a veces, que cuando la gente me mira, puedo saber bastante bien lo que piensan, pero además lo que no es subjetivo es que se me da bien leer los labios. Entre las personas conocidas que había localizado, varias me estaban mirando cada poco tiempo y yo he empezado a prestar atención en lo que hablaban entre ellas.



-. Mírale, estará esperando a alguna cita.


-. Seguro que está buscando ligar.

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