Maite. Sabía que eres adicta al semen.

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A Maite. Cuando te sueltas, eres única.

Seguramente no empezó en aquella cena del gimnasio. Para mi, todo empezó semanas antes cuando me empecé a fijar en él haciendo pesas. No sabría decir qué es lo que veía en ese hombre, pero era muy distinto a los demás, porque en él había algo que me atraía de forma poderosa. Seamos sinceras. No es el más guapo del mundo y tampoco tiene el cuerpo más trabajado. En el mismo gimnasio hay hombres que cumplen más con los cánones de belleza actuales, pero yo no miraba a ninguno de esos, le miraba únicamente a él, hasta sin darme cuenta. Creo que él se pudo percatar de mis miradas y empezamos a saludarnos. Recuerdo la primera vez que se dirigió a mi para pedirme ayuda en una de sus rutinas. Me puse roja completamente. Poco a poco conseguí superar mi vergüenza al hablar cada vez más con él, hasta que me di cuenta que ese hombre no sólo me parecía atractivo y educado. Todo en él me gustaba y me parecía bello, pero empecé a darme cuenta de lo que de verdad me provocaba, que no era otra cosa que deseo. Y llegó la cena de verano del gimnasio.

Yo nunca iba a esas cenas a pesar de que llevo años en el mismo gimnasio. No es que no sea sociable, mi problema es que soy tímida y vergonzosa. Me cuesta romper el hielo y no tengo una vida social muy prolifera. Prefiero pasar los fines de semana en casa leyendo, cocinando o viendo series de Netflix. ¿ Por qué si fui a esa cena?. Porque él me lo pidió. Bueno tampoco fue así, pero aquella semana le escuché al menos tres días hablar de que tenía muchas ganas de esa cena y que hacía semanas que no salía. Quise pensar que lo hacía de forma indirecta para provocar que yo fuera, y claro, fui.

No socializo demasiado, pero eso no quiere decir que yo no tenga buenas amigas y algún amigo también. Le pedí a Eva ayuda para esa ocasión. Le dije que tenía una cena y que necesitaba ropa, a ver si ella me acompañaba de compras. En lugar de eso, llevó a mi casa un par de vestidos suyos, para que yo eligiera, pero ese día nos liamos a charlar y ni siquiera me los probé. La semana pasó a toda velocidad y llegó el viernes de la cena. Yo trabajé hasta tarde y cuando llegué a casa, estaba agotada y caí dormida hasta las siete de la tarde. De no tener tantas ganas de esa cena no habría ido, pero a toda velocidad me duché, me alisé en pelo y me preparé y cuando me iba a vestir me llevé una sorpresa. Los dos vestidos eran idénticos, pero en distinto color. Uno verde petróleo y otro rojo intenso, pero lo que me fastidió es que los dos eran muy muy cortos y escotados. Creo que yo aún estaba dormida, porque tampoco pensé en nada más que, para el rojo tenía zapatos de tacon y bolso a juego. También un conjunto de lenceria de la noche vieja anterior que me regalaron mis amigas. Antes de pensarlo estaba en el ascensor y cuando me vi bien en el espejo, a punto estuve de volver a casa a cambiarme de ropa. Casi se me veían las tetas enteras y apenas podía moverme sin enseñar por abajo más de lo que me gusta, pero a la vez, pensé en él. No sé porqué pero aquel leve pensamiento me puso a mil. Me vi guapa y me vi atractiva y eso no es algo habitual. También sentí calor. No me costó evaluar que aquel calor provenía del vestido, de debajo de él. Fui decidida al centro, a la zona de bares por donde habían quedado los del gimnasio.

Nada más llegar encontré a un grupo de chicas del gimnasio y me junté a ellas. Casi todas ellas estaban muy preparadas y con vestidos de verano, lo que hizo que yo me sintiera más cómoda, pero me llamó la atención que varias de ellas me dijeran lo guapa que yo estaba. La cosa es que al de dos vinos nos juntamos con otro grupo, este de chicos del gimnasio y él estaba ahí. Nada más verme vino a saludar. No, no había tanta confianza entre él y yo para que dijera lo que dijo.

Gorka-. Joder, Laura. Hay que hacer más cenas para verte así. Estas para comerte...

No supe bien que responder. Si sé lo que pensé. Inmediatamente pensé en eso precisamente, en Gorka comiéndome el coño. A la mierda. Mi apetito sexual ya estaba por las nubes esa semana. Los dos vinos ayudaron, pero su frase me disparó por completo.

Relatos eróticos breves.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora