Sonia. Dos años sin follar y Borja.

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Le veo desnudase y literalmente tiemblo de pánico unos segundos. Él está ante mí, quitándose el bóxer blanco. ¿ Quién narices lleva un bóxer así, un día cualquiera?. Las dudas y el temor a cometer el error más grande de mi vida, toman al asalto mi mente.

Pero estoy desnuda contra la pared de mi dormitorio y no puedo reaccionar. ¿ O acaso es que no quiero hacerlo?. Él clava sus ojos en mí y viene a retomar lo que estaba haciendo antes de quitarse los calzoncillos. Me arrincona y me besa. Solo entonces puedo volver a pensar de una forma racional. Yo le he traído a mi casa.

Alguien podrá decir que estoy desesperada, pero faltaría a la verdad. Lo que estoy es, hasta el coño. Solo quiero retomar mi vida. Ya decidiré mañana si esto ha sido un error. Llevo casi dos años sin sexo. La verdad es, que sin compartir sexo con nadie. Me separé de Ibón hace más de un año y los últimos meses a su lado, fueron un desierto en ese sentido. Casi al final, él me acusó un día, en mitad de una discusión, que en el último año, solo habíamos follado dos veces. A mí, me parecieron demasiadas.

Puede que tenga que explicar esto. Yo soy muy sexual, pero lo nuestro no funcionaba hacía tiempo. Al principio sí que los dos éramos fogosos y ardientes, pero llegaron los problemas, las rutinas y el aburrimiento. Un resumen de nuestras últimas cien veces sería, dos minutos de preámbulos y directamente sexo oral. Yo a él y él a mí. Otros dos minutos en total. Otro par de minutos de misionero y entonces yo empezaba a sentir necesidad y me daba la vuelta. Siempre sentía mucho más así y esa era la única postura en la que él, me hacía llegar. Entonces Ibón desde detrás se afana a en ponerse animal. Vale, eso estaba bien. Pero yo siempre sabía que debía darme prisa en terminar. La mayoría de las veces, eso pasaba. Yo me corría y al escucharme hacerlo, lo hacía él. Las veces que él se adelantaba, yo esperaba a que se durmiera para poder llegar a tener mi orgasmo.

¿Triste?. No sé si triste o no, pero Ibón ha sido hasta hoy, el único hombre en mi vida. Y aquí estamos... Él muerde mi cuello. Ibón nunca hacía eso, pero me está poniendo mucho que este haga eso, así.

Y, ¿ Por qué está él aquí hoy?. Por una extraña casualidad. Sin duda que es por eso. Y por vergüenza. Esta tarde la he pasado con dos de mis amigas. Hemos tomado café y después hemos ido de escaparates por la gran vía. A media tarde, hemos hecho una pausa para tomar un vino yo y cerveza ellas dos. Justo al lado de una tienda erótica. Hemos empezado a hablar sobre la tienda y para mi asombro, las dos conocían a la propietaria bastante bien. Ane incluso me ha mandado a mi móvil un par de relatos en los que sale la tienda y la dueña. Ane es escritora y últimamente escribe bastantes relatos eróticos. Yo he leído uno de esos mientras tomábamos el vino. La verdad es que cuando hemos terminado y ellas han propuesto entrar a la tienda a " picar" algo, a mí me apetecía mucho. Mis amigas son más modernas que yo, eso está claro. Ane ha comprado un body pornográfico para una visita que va a hacer la semana que viene a un club liberal en Madrid. Izaro ha comprado un huevo vibrador con mando a distancia.

Me he sentido un poco cohibida a pesar de que la dueña del negocio es muy amable y natural, pero al final he decidido comprar condones. No sé ni por qué, ni para qué. Desde que Ibón y yo lo dejamos, no he conocido hombre, en ese sentido. El caso es que después hemos seguido la tarde de tiendas y de vinos hasta las diez de la noche y ellas se han ido, dejándome bastante cerca de mi casa.

De camino he pasado por un bar y he notado un impulso para entrar a pesar de que se notaba que había bastante poca gente dentro ya. Es miércoles y esto no es el centro. He pedido para tomar una copa de vino y antes de que me la sirvieran he podido advertir que un chico que estaba sentado en una de las mesas con otro, no me quitaba la vista. Me ha subido el ego a la altura de las nubes. Estoy segura de que en parte ha sido por la influencia de mis amigas, de las buenas vibraciones con ellas, del relato que he leído y que me ha puesto a cien y de muchas más cosas, pero he agradecido sentirme observada de esa forma sensual y erótica en un bar. Este tío sabe mirar para hacer que una mujer se sienta bien y lo que hace ahora con los dedos, es brutal. Lleva más de cinco minutos teniéndome a su antojo contra la pared, pero no deja de hacer cada poco tiempo cosas impensables para mí. Si sigue así un poco más, va a conseguir que me corra en su puta mano.

Relatos eróticos breves.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora