Alba. Sexo de hotel de paso.

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Ha llegado a la hora precisa, como todos los días. Con el tiempo suficiente para saludar tranquilo y sacarse su primer café del día, antes de empezar su trabajo. Yo ya estaba en la salita de la cafetera, con Marian de contabilidad, con la que al final, voy a tener más amistad de la que podría suponer. Llevo casi dos meses entrando quince minutos antes de mi hora, para disfrutar este momento y todos los días cuando llego para sacar mi infusión, Marian ya está con un café con leche. Charlamos ella y yo de banalidades hasta que llega él. El tiempo, las reformas del edificio y el tráfico, suelen ser los temas estrella entre nosotras. Yo solo le hablaba, para apurar los segundos hasta este instante. Él entraba y nos saludaba a las dos, pero yo me estudiaba profundamente.

El primer día que ocurrió, me lo tomé como algo circunstancial y pasó una semana antes de que volviera a ocurrir. Tres o cuatro veces más tarde, empecé a estudiar el fenómeno de una forma más metódica. Luego, me di cuenta de sus rutinas y adapté las mías, para favorecer esta conexión para que al menos, cada día una vez, pudiera estudiar el fenómeno. Da igual todo. Siempre es lo mismo.

Puedo no haber dormido bien, estar cansada o incluso triste. Puede llover a cántaros o hacer un sol de justicia. Puedo estar en mallas o preparada para una reunión importante. Todo da igual. Él entra y saluda a Marian de forma amable y después me mira. Saluda. Es en ese instante. Zas.

En el preciso momento que sus pupilas y las mías se encuentran, salta una corriente invisible de energía que me estremece. Una conexión que requiere que nada interfiera entre los dos. Como si una luz infrarroja de un mando a distancia, conectara con un aparato programado para reaccionar a ese impulso. Esa luz invisible me atraviesa de norte a sur, alterando cada célula de mi cuerpo y activando mi respuesta. Un hilo delicado que conecta mi cerebro con cada órgano y al sutil influjo, activa todos. Siento que el corazón late más fuerte y más rápido y mis pulmones se llenan de un aire más fresco. Mis ojos entonces, se dan la misma licencia que los de él. Me recorre con la mirada fijándose en cada detalle. Antes de que su vista baje de mi cuello, mis pechos ya están activados y erizados. Hoy hace calor y solo llevo una camiseta fina. Sus pupilas arden cuando advierten dos piedritas duras coronando la curva a la que dedica su atención.

Al parecer hoy también ha ordenado sudor. Mi piel empieza a transpirar cuando bajo la vista para centrarme en la abotonadura de su camisa blanca. Dos botones desabrochados que despejan un paisaje exótico de piel, bellos negros y músculos perniciosos. He estudiado en el espejo de mi casa, la distancia que deja esta camiseta corta, hasta el short blanco que me ha animado a ponerme esta primavera tardía. Más de lo que quisiera yo, y menos de lo que sueña él. Está recreándose en mi ombligo y la piel bronceada en el solárium del gimnasio, de mi vientre desnudo. Yo lo hago en las formas de sus pantalones negros de pinzas. La conexión en ese momento, activa al máximo esa misma zona, en mí. Transpiro. Hiperventilo. Saluda...

-. Buenos días, Alba. ¿Tenemos tú y yo hoy, una visita a un cliente en Zaragoza?.

-. Sí, Peter. Sara no está disponible para viajar y me ha ordenado acompañarte para representar al departamento.

-. ¿Es tu primer contrato externo?.

-. No. Pero si el primero, fuera de la ciudad.

-. No te preocupes de nada. He preparado este proyecto personalmente, con el cliente. La visita es mera formalidad. Solo tenemos que hacer una presentación profesional y firmar. ¿Te parece si salimos a las diez y vamos en mi coche?.

-. Perfecto, Peter. Te espero a las diez en la entrada principal.

Ya está. Comprobado. La conexión de cada día, ha sido diferente. Nada más terminar la breve charla. He tirado el vaso de cartón y me he despedido de Marian y de Peter para ir a mi puesto, en el departamento de contratación. El departamento entero, somos Sara y yo, pero hay seis puestos de trabajo, más la oficina de Sara, que es la directora. Pero hoy, Sara no va a venir a trabajar y no lo hará en meses. Hoy es su primer día de baja por embarazo de riesgo. Tiene 42 años y los médicos le han prescrito reposo absoluto a partir de la semana 28. Ella ha sido la que me ha ordenado que estos meses, trabaje directamente en su oficina.

Relatos eróticos breves.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora