Capítulo 3 - La nueva misión

134 12 0
                                    

Stolas mira el reloj de pared de la sala de espera en donde se encuentra, mientras pasa sus dedos por la tela de terciopelo roja del sofá en donde está sentado. Alrededor suya, en las paredes de dicho lugar, varios retratos del rey Lucifer con su esposa y su hija le sonríen, como si se alegraran de verlo allí presente.

Eran las tres de la tarde. Pero parecía que era media noche, pues todo estaba demasiado oscuro. Eso era normal. Ya que en el anillo del orgullo apenas había brillo en el cielo.

La razón por la que había acudido al palacio de su majestad fue por petición de este último. El ángel caído quería saber sobre cómo le iba en su trabajo con Atlas en la observación de las estrellas, aparte de que necesitaba comprobar si le estaba dando un buen uso al grimorio. Y eso era lo que le preocupaba al joven príncipe.

Si llegaba a descubrir a quién le prestaba su libro, probablemente lo castigaría de la peor forma. Y a Atlas le pasaría lo mismo en su mundo cuando los serafines se den cuenta de que le ha estado ocultando el secreto a un miembro del mando que detestan. No podría soportar que su mejor amigo sufriera por su culpa. Por eso, debía de ser precavido.

Al poco rato, las puertas de la habitación se abrieron, dando paso a una ligera luz rojiza. Y eso hizo que Stolas alzara la cabeza ligeramente, soltando un ligero silbido de ave por la sorpresa.

Ante él, un enano señor vestido de traje blanco, con un exagerado sombrero sobre su aliñado peinado elegante, lo recibió con una ligera sonrisa en sus labios. Sus ojos rojos brillaban en la oscuridad, resaltando en su rostro blanco. Y pese a ser alguien bajito, su mirada imponía bastante.

Lucifer, mirando al recién llegado con gesto de superioridad, hizo una ligera reverencia. Y apoyándose sobre su pequeño bastón con una manzana en el puñal, soltó una risita picaresca y le dijo:

- Bienvenido a mi morada, príncipe Goetia... Hacía mucho que no nos volvíamos a ver...

Stolas, sintiéndose algo intimidado por su presencia, se incorporó de un salto de su asiento. Y sosteniendo entre sus manos su sombrero, trató de parecer seguro de sí mismo. Le devolvió la reverencia a este y le respondió:

- Me alegra volver a verle, su real majestad...

Cruzó las puertas a su lado, sin decir nada más, a no ser que el otro le respondiera. No sabía qué era lo que iba a decirle en la reunión que iban a tener. Pero esperaba que al menos no fuera a decirle nada malo.

Cruzaron un pasillo con unos ventanales que mostraban el paisaje del anillo del orgullo. Desde allí podía verse toda la ciudad Pentagrama, una hermosura de metrópolis en forma de estrella que dejaba sin aliento al quien fuera que lo viera.

Por otro lado, en las paredes del corredor estaban expuestas más imágenes familiares. En una de ellas, Lucifer sostenía a una pequeña Charlie, mientras le mostraba la magia angelical, dibujando para ella formas de pájaros dorados. Ese retrato en cuestión llamó la atención del melancólico príncipe, pues le recordó a un cuadro que le hicieron a su pequeña Octavia y a él cuando esta era todavía una niña.

Lo único que le daba repugnancia de ver tantas imágenes familiares alegres era que eso no se mostraba en los que tenía él con su familia. Para empezar, su ex mujer lo detestó desde que los obligaron a casarse, su hija estaba rodeada de un ambiente tóxico, y él no se encontraba cómodo conviviendo en una relación forzada por su propio padre. Sólo estuvo aguantando todo eso tras el nacimiento de Octavia.

Hubiera deseado que todo aquello hubiera sido de otra manera. En cambio, Lucifer tenía todo lo que él nunca obtuvo en su vida. Y eso le daba mucho coraje. ¿Por qué ese niñato podía tener una mujer cariñosa y una hija feliz pero él no? Maldito rey de pacotilla. Siempre presumiendo de lo bien que le fue en la vida, poniendo esas fotos por toda la casa para que los demás que fueran a visitarlo lo envidiaran. Ojalá los ángeles le hubieran matado a la mujer o le hubieran cortado las alas y que se hubiera desangrado sólo allí abajo. Maldito cabrón presuntuoso, pensó Stolas.

Yo ángel, tú demonio (Stolas x reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora