Capítulo 9 - El armagedón

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Mundo humano - Media noche...

Las calles estaban desiertas. Las luces de las farolas de alrededor estaban apagadas. En las casas de aquel barrio de Madison, no parecía que hubiera nadie despierto. Lo único que alumbraba el lugar era el brillo de los luceros del cielo nocturno.

Esa noche iba a haber una lluvia de estrellas fugaces. Pero las personas no parecían estar interesadas en verla. Quizás sería porque ya se perdió el interés hace tiempo en disfrutar de los fenómenos de la naturaleza. Y eso era un detalle que estudiosos de la astronomía como Stolas y Atlas nunca perdieron. Pero en esa velada, desgraciadamente, ellos no estarían presentes. Ya que ambos, o más bien uno de ellos, tenía unos requisitos pendientes.

De repente, en medio de la calle, se abrió un portal dorado. Y de él salió Adán, el cual iba encapuchado con una capa blanca. Y tras él lo seguía Lute, quien iba también cubierta para evitar que se le viera su aspecto de ángel. Lo único era que, a diferencia de su jefe, llevaba un mantón de color negro, lo que le hacía fundirse en medio de la oscuridad de la noche.

Tras aparecer allí, ambos miraron para todos lados, esperando no ser vistos por ningún mortal. Y al ver que no, que no había nadie por allí cerca, bajaron la guardia. Por algo habían acudido allí a esas horas. Querían evitar la más mínima presencia de humanos pese a que dichas criaturas eran demasiado idiotas.

- Argh... ¿Dónde estará esa zorra? - gruñó Lute, mirando alrededor en busca de tal persona a la que estaban esperando - Dijo que nos reuniéramos con ella aquí...

Adán, seguro de que todo iba a salir según habían planeado, se giró a su secuaz y le respondió:

- No seas impaciente, pequeña... - sonríe con malicia - La piva buenorra esa no tardará en llegar...

Esta torció el gesto tras escuchar a su superior denominar a esa persona así. Cuando la conocieron el otro día en el ayuntamiento celestial, supo enseguida que a él le gustó mucho nada más verla. Era innegable que tal mujer fuera muy exuberante y bella. Y eso le daba mucha rabia a Lute, pues estaba enamorada de Adán. Y darse cuenta de que este no parecía sentirse interesado en ella le hacía sentirse muy mal.

Apenas pasaron unos minutos, cuando de pronto, el dúo escuchó a sus espaldas el sonido del motor de un coche, que se acercaba más y más hacia ellos.

Alarmados, ambos se giraron de un salto hacia semejante sonido. Provenía de la carretera en la que estaban situados. A lo mejor un humano los había visto resurgir del portal. Y ahora iba a comprobar si no le engañaban sus ojos. Si eso era así, Lute, la cual ya estaba empuñando una lanza que llevaba consigo, no dudaría en despedazar al quien sea que los hubiera descubierto. No podían dejar testigos que descubrieran de la existencia del cielo y el infierno. Eso ya lo descubrirían tras morir.

Sin embargo, las preocupaciones de los dos ángeles desapareció de sopetón tras descubrir quién era la que estaba conduciendo ese coche. Un modelo de los años 60 bastante grande y bonito, de un color negro brillante que pasaba desapercibido en medio de tanta penumbra.

Su conductora era nada más y nada menos que la mujer que estaban esperando y con la que hablaron la otra noche en el inframundo: Demonika.

Esta iba con gafas negras y con una chaqueta blanca, cubriendo parte de su cuerpo para evitar que alguien reconociera sus rasgos demoníacos. A simple vista, parecía un detective.

Ante los ojos de los asombrados Adán y Lute, el vehículo frenó el paso delante de ellos, levantando una humareda celeste y golpeando un cubo de basura que había instalado al borde de la acera. No esperaban que su nueva compinche aparecería de esa forma en el mundo de los vivos. Creyeron que resurgiría de un portal al igual que ellos. Pero parecía ser que ella no estaba hospedada en el infierno como ellos tenían pensado. O a lo mejor es que se había teletrasportado allí junto a su coche, quizás.

Yo ángel, tú demonio (Stolas x reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora