Capítulo 5

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Esa noche, el insomnio se apoderó de mí. Mis ojos se aferraban a la ventana de la habitación, fui incapaz de apartarlos, temía que Ethan regresara. Aunque cerré con llave la ventana y aseguré los cerrojos, la sensación de miedo persistía, como una sombra acechante en la penumbra.

Cada sonido, por mínimo que fuera, agudizaba mi ansiedad. El crujir del suelo, el susurro del viento, incluso el tic-tac del reloj resonaba en la habitación. Cada vez que me sumía en la oscuridad, la sensación de vulnerabilidad me abrazaba con fuerza, haciendo que mi corazón latiera con un ritmo frenético.

Intenté aferrarme a la razón, recordándome a mí misma que estaba a salvo, que Ethan ya no podía hacerme daño. Sin embargo, el eco de sus amenazas resonaba en mi mente, sus palabras cargadas de promesas de dolor y sufrimiento. La idea de enfrentarlo de nuevo, de revivir aquellos momentos de terror, me llenaba de un temor paralizante.

Cuando los primeros rayos del sol iluminaron mi habitación, alcancé mi celular y noté un mensaje de un número desconocido. Después de lo sucedido ayer, Ethan era mi principal sospechoso. Mi corazón se aceleró y mi respiración se volvió superficial al leer las palabras en la pantalla:

"Tenemos que hablar y no aceptaré un no por respuesta. Y no lleves a tu perro guardián, Nov... Te veo el sábado".

La sensación de peligro inminente se apoderó de mí, y una corriente de adrenalina recorrió mi cuerpo. La idea de enfrentarme a Ethan nuevamente me llenaba de temor y ansiedad.

Al salir de mi habitación, el aroma del nuevo día se mezcla con la expectativa del deber por cumplir. Comienzo a preparar el desayuno, tanto para mí como para Laura. Sé que probablemente ella no vaya a comer, pero aun así lo hago. Después de todo, sigue siendo mi madre y siento la responsabilidad de cuidarla.

Sin embargo, en lo profundo de mi mente, hay una preocupación constante. Mis pensamientos se vuelven hacia el futuro incierto que enfrentamos. Si todo va bien en las carreras, podré llevarla a una clínica que pueda brindarle el apoyo que necesita. No puedo permitir que continúe deteriorándose en esta casa, enfrentando sus demonios sola. La idea de perderla, de verla consumida por sus adicciones, es algo que simplemente no puedo soportar.

Con el plato de comida en mano, me dirijo hacia la habitación de Laura. Al llegar, toco la puerta con un ligero temblor en mis manos, anticipando el encuentro. Para mi sorpresa, una voz rasposa y seca responde desde el interior, un sonido que apenas reconozco como el de mi madre. "Pasa", murmura, apenas un susurro cargado de resignación y dolor acumulado en semanas de silencio.

Al abrir la puerta lentamente, asomo primero mi cabeza, encontrándome con la mirada de Laura. A pesar del caos que la rodea, su belleza natural sigue brillando a través de la penumbra y la desesperación. Sus cabellos oscuros, como los míos, enmarcan un rostro pálido y marcado por la tristeza, pero, aun así, sus ojos verdes conservan un destello de la vida que solía tener.

Pero a medida que la observo detenidamente, no puedo evitar notar los estragos que la depresión ha causado en su cuerpo. Su figura, una sombra de lo que solía ser, aparece más delgada y frágil, con la piel tomando un tono grisáceo que refleja el peso abrumador de su sufrimiento.

Al entrar en la habitación, el aire parece cargado de un silencio denso y opresivo. Laura me mira con ojos cansados pero curiosos, como si mi presencia fuera una intrusión en su mundo de oscuridad y dolor.

"Te traje algo de desayunar", murmuro, tratando de romper el hielo que nos separa. Coloco el plato en una mesita cercana y me acerco con precaución, como si temiera que cualquier movimiento brusco pudiera hacerla desaparecer en la sombra.

Laura apenas reacciona, pero veo un destello de gratitud fugaz en su mirada mientras sus ojos se posan en el plato de comida. "Gracias", dice con voz débil, sus palabras apenas audibles en la quietud de la habitación.

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