Día 47: El sonido del silencio

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 En el silencio de la noche, el miedo me abraza con firmeza, implorando detenerse

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En el silencio de la noche, el miedo me abraza con firmeza, implorando detenerse.
Una presencia desconocida se cierne sobre mí, rogándome que cese el dolor.
Mi corazón tiembla en la penumbra, temeroso de su propia fragilidad, a punto de estallar en un mar de emociones.

Anhelo la calma, el susurro del viento nocturno acariciando mi piel.
¿Escuchas? ¿Percibes el latido vacilante de este corazón herido?
Cualquier perturbación más y temo que se desgarre en un eco de sufrimiento infinito.
Te imploro, detente, no profundices más en la herida que ya sangra.

En la quietud de la noche, solo deseo un remanso de paz y serenidad.
El silencio, mi único refugio, donde mis pensamientos encuentran reposo.
¿Puedes sentir la fragilidad de mi ser, la vulnerabilidad que se despliega en cada suspiro?
Por favor, permite que la armonía del silencio me envuelva, que la quietud sea mi compañera en esta travesía de dolor y redención.

En la penumbra, las sombras danzan al compás de mis temores, tejiendo un tapiz de incertidumbre y desasosiego.
El anhelo por la luz, por la claridad que disipe las tinieblas, se convierte en mi anhelo más profundo.
¿Puedes verme? ¿Contemplas con detenimiento la angustia reflejada en mis ojos?
Cada palabra tuya es un eco de tormento, un recordatorio constante de la fragilidad de mi alma.

En el eco del silencio, encuentro la melodía de la esperanza, un susurro de redención que acaricia mi ser.
Y tú, presencia etérea que me envuelve, ¿puedes liberarme de esta prisión de dolor?
No deseo destruirte, no deseo sucumbir ante la oscuridad que amenaza con consumirme.
Aunque desconozco tu forma, sé con certeza que habitas en lo más profundo de mi ser, entrelazando tu esencia con la mía en un baile de misterio y dolor.

En la quietud de la noche, la voz del silencio implora por un descanso, por un respiro en medio del caos.
Hoy, permíteme sumergirme en los brazos de Morfeo, en un sueño reparador que alivie las heridas de mi alma y me conduzca hacia la luz.


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Samuel David Alania

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