⍣ Capítulo 12 ⍣

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La madre de Satoru fue a recogerlo y lo llevó a casa, pero su corazón estaba lleno de inquietud. Observaba a su hijo, quien se mostraba visiblemente nervioso, incapaz de quedarse quieto, y consultaba su teléfono constantemente. A pesar de preguntar varias veces qué había ocurrido, él guardaba silencio, lo que solo aumentaba su preocupación. Decidió entonces tomar una de las pastillas que le habían recetado a su hijo y disolverla en un chocolate caliente, sin que él se diera cuenta. Este medicamento, con su efecto secundario de inducir somnolencia, finalmente lo ayudaría a descansar.

Después de unos minutos de tomar el chocolate, Satoru comenzó a sentirse cada vez más somnoliento. Su ansiedad empezó a ceder y sus párpados se volvieron pesados. Con un suspiro de alivio, decidió retirarse a su habitación y se sentó en la cama, con la mirada fija en su celular, mientras el sueño lo envolvía suavemente.

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Yuuji despertó lentamente, sintiendo el dolor punzante en cada fibra de su ser. Al abrir los ojos, se encontró en una habitación grande y blanca, típica de un hospital. Cuatro camillas ocupaban las esquinas, pero solo una estaba ocupada además de la suya. La luz fría de las lámparas fluorescentes iluminaba la estancia, mientras el monitor de signos vitales emitía un constante "Pii" en un rincón, recordándole su situación.

Al mirar a su alrededor, Yuuji notó que llevaba una máscara de oxígeno, sujeta firmemente a su rostro. Lentamente, se incorporó en la cama, sintiendo el tirón de las vendas en su brazo izquierdo, donde una vía intravenosa estaba colocada. La sensación de incomodidad se mezclaba con el dolor persistente que lo invadía.

En ese momento, se percató de la presencia del Besto Frendo y Okkotsu a su lado. Sus rostros reflejaban alivio al verlo despierto, pero Yuuji guardó silencio, esperando a que alguno de ellos tomara la palabra. Fue Yuta quien finalmente rompió el silencio.

—Itadori, ¿cómo te sientes? —se acercó con su linterna en mano, enfocándola en los ojos del chico de piel bronceada para evaluar su respuesta, mientras la preocupación se reflejaba en su mirada.

—No me siento muy bien, siento que me falta mucho la respiración.

—Brother, lamento decirte esto, pero... —tomó una pausa por unos segundos para tomar fuerza para decir lo siguiente—. Se te está acabando el tiempo. A lo mucho, tienes dos semanas. Tu sistema respiratorio está muy comprometido.

El chico de ojos cafés bajó la mirada y encogió los hombros. Entendía a qué se referían, pero aún no sabía qué paso tomar ahora.

—¿Por qué no le has dicho nada a Satoru?

—A decir verdad, le iba a hablar de todo esto hace dos semanas, pero sabes muy bien lo que pasó —el joven de profundas ojeras se encogió un poco al entender la situación.

Aoi se acercó a la camilla y puso una de sus manos en el hombro del menor, sintiendo el peso de la preocupación en su pecho. Quería consolar a su hermano, pero sabía que no había palabras suficientes para aliviar su dolor.

—No sé todo lo que ha pasado, pero necesitas hablar con esa persona. Brother, si tardas más tiempo, será muy tarde —susurró con voz entrecortada, luchando por contener sus propias lágrimas mientras trataba de transmitirle la urgencia de la situación.

Un silencio incómodo se apoderó del lugar, cargado con la pesadez de las palabras no dichas y los temores compartidos. A pesar del gran dolor que estaba sintiendo Yuuji, este no quería ponerle otra carga al peliblanco. El silencio fue cortado bruscamente por el sonido del celular de Yuta, quien se disculpó un momento y se alejó un poco para contestar.

—¿...Lo dormiste? —el pelirrosa de repente mostró interés en la conversación del delgado. Su atención se centró en las palabras de Okkotsu, quien parecía visiblemente nervioso mientras hablaba. Por alguna razón, aquello captó su atención, mientras Todou se apartaba para agregar unos medicamentos al suero del pelirrosa.

Okkotsu, con la voz algo tensa, intentaba advertir sobre la situación —No te preocupes, solo no le des la siguiente dosis y no habrá ningún problema. Pero cuando despierte, por favor avísame. Tengo que hablar algo con él. Más tarde te pondré al tanto de lo que ocurrió. Ahora estoy ocupado con un paciente.

El pelinegro concluyó la llamada y regresó junto a Itadori, quien lo observaba con atención. —Acabo de hablar con la madre de Satoru. Estaba alarmada por el comportamiento de su hijo. Parece que estaba en estado de shock y no se separaba de su celular. ¿Sabes lo que significa?

—Eso es solo por lo que vio, pero tú estabas ahí. Aunque no lo sepa, él me rechazó. No puedo culparlo, pero tampoco puedo obligarlo a aceptarme. En estas situaciones, el corazón toma las decisiones —el tono del menor reflejaba cierta molestia—. Sé que el tiempo apremia, pero necesito reflexionar para decidir qué camino tomar. Por favor, dame un par de días para pensar y no le digas nada a Satoru.

—De acuerdo, pero no te demores demasiado.

—Brother, aquí estoy para lo que necesites, y como mencionó Okkotsu, no podemos perder más tiempo.

Ambos hombres de cabello oscuro dejaron a Yuuji sumido en sus pensamientos. Hacía apenas unas horas que había enfrentado el rechazo. ¿Cómo podría siquiera plantearle algo al peliblanco en su situación actual?

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En el abismo de un sueño profundo, donde la negrura devoraba cada rincón, una tenue luz destellaba, una esperanza efímera en la vastedad del vacío.

El albino se adentraba hacia esa luz titilante, su paso lento y dolorido. Un tormento palpitante aprisionaba su pecho, haciendo que se detuviera en ocasiones, su mano presionando con fuerza sobre su corazón, su ceño fruncido en el dolor agudo. Pero a pesar del sufrimiento, sentía una llamada irresistible hacia esa luminiscencia, como si su existencia dependiera de alcanzarla.

Con cada paso, el dolor se intensificaba, como cuchillas que atravesaban su ser, pero él persistía en su avance. Hasta que, finalmente, rozó la pequeña luz con la yema de sus dedos, y todo se deshizo en un estallido. El mundo se fragmentó en mil pedazos, como un espejo que se deshace en astillas, y de esas grietas emergió una radiante claridad que inundó el espacio.

El caos y la desesperación lo envolvieron cuando todo comenzó a desmoronarse a su alrededor. El suelo cedía bajo sus pies, precipitándolo hacia un abismo sin fin. El pánico se apoderó de él, el terror se reflejaba en sus ojos mientras buscaba desesperadamente un refugio que no existía. Cerró los ojos con fuerza, esperando el impacto, pero el vacío no lo consumía. A pesar de todo, flotaba en una suspensión etérea, como si el tiempo y el espacio se hubieran detenido a su alrededor.

Lentamente, entre la confusión y el desconcierto, abrió los ojos una vez más. Lo que antes era una negrura impenetrable ahora se manifestaba como un cubo suspendido en la nada, un límite de dimensiones inexplicables que desafiaba toda lógica. A su alrededor, imágenes de su pasado con Yuuji proyectándose como escenas de una película distorsionada.

Momentos felices y melancólicos se entrelazaban en un ballet de emociones, y a pesar del dolor persistente en su pecho, su corazón latía con una intensidad abrasadora. Anhelaba la cercanía de Yuuji, la calidez reconfortante de su presencia. Pero incluso en medio de esa amalgama de recuerdos, el dolor lo atravesaba como una espada afilada, recordándole la difícil situación en la que se encontraban.

Las proyecciones se centron en la última conversación que tuvo con Yuta en la enfermería, y el entorno cambió abruptamente, transportándolo de vuelta al lugar donde todo comenzó. Podía sentir la presencia de cada persona en la habitación, como si estuviera atrapado en un espectro fantasmagórico de la realidad. Sin embargo, sus ojos se posaron en Yuuji, cuya expresión distaba mucho de la que recordaba.

El pelirrosa parecía retorcerse en un tormento silencioso. Entonces, sin previo aviso, abrió los ojos y miró al techo con una mirada vacía y desesperada. De sus ojos, lágrimas oscuras brotaron, deslizándose por sus mejillas en un flujo interminable de angustia y desesperación.

—¡Yuuji! —el peliblanco estaba desesperado, sin saber cómo reaccionar ante la extraña escena que se desarrollaba frente a él. Con manos temblorosas, lo levantó de la cama y lo sacudió con impotencia, buscando una respuesta que no llegaba.

El menor abrió la boca, pero en lugar de palabras, un brote verde emergió desde lo más profundo de su ser. Un tallo delgado que se extendía con una velocidad sobrenatural, llenando la habitación con la fragancia embriagadora de las flores. Cada pétalo que se abría revelaba un rojo intenso, como si el mismísimo fuego ardiera en su interior.

Pero no era solo una flor. Pronto, otras más se unieron al baile, emergiendo de la piel de Yuuji como si fueran extensiones de su propio ser. La s4ngr3 brotaba de su cuerpo, empapando las sábanas y llenando el aire con el sonido constante de la lluvia. El albino gritaba, desesperado por detener el extraño fenómeno que se desplegaba ante sus ojos incrédulos.

De repente, sintió cómo las lágrimas de un negro profundo recorrían sus mejillas, marcando su piel pálida con un rastro oscuro. El dolor que lo había consumido hasta entonces se desvaneció, pero en su lugar surgió una sensación de asfixia, como si el aire mismo se volviera denso y pesado en sus pulmones. Intentó gritar, pedir ayuda, pero solo el silencio le respondió, ahogándolo en su propia impotencia.

Entonces, una mano cálida y familiar tocó su hombro, sacándolo de la pesadilla que lo consumía. Sintió un vértigo repentino, como si estuviera cayendo a un abismo sin fin, hasta que finalmente emergió de la oscuridad y volvió a la realidad. Abrió los ojos con brusquedad, su respiración agitada y su corazón martilleando en su pecho, solo para encontrarse con las miradas preocupadas de sus padres que lo observaban con ansiedad.

Se sentó en la cama, su respiración agitada resonando en la habitación mientras el sudor empapaba su espalda. Sus manos temblaban ligeramente mientras se aferraba al borde de la cama, tratando de asimilar la sobrecogedora experiencia que acababa de vivir. Cerró los ojos con fuerza, tratando de calmar los latidos frenéticos de su corazón, mientras el alivio comenzaba a filtrarse en su mente turbada. Al fin, se dio cuenta de que todo había sido una horrible pesadilla, una ilusión tortuosa que se desvanecía ante la luz de la realidad.

Semilla [Goyuu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora