El grito del menor desencadenó un fuerte malestar en su cuerpo, provocando una tos descontrolada que le impedía respirar correctamente. Sus amigos, preocupados y nerviosos por la situación, observaban con angustia cómo Yuuji luchaba por recuperar el aliento. Megumi, sin dudarlo, salió corriendo en busca de ayuda mientras Nobara se acercó a su amigo para sostenerlo, tratando de brindarle algo de apoyo en medio de su angustia física.
La llegada apresurada de Fushiguro, Todou y una enfermera, no logró disminuir la ansiedad que se reflejaba en el rostro de la chica. Los ojos del hombre musculoso se abrieron con preocupación al ver el estado del chico de ojos cafés. La tonalidad rojiza de su piel palidecía rápidamente, reemplazada por un matiz azulado alarmante. Cada respiración parecía un esfuerzo sobrehumano, y una mano apretaba con firmeza su pecho, indicando un intenso dolor. Los monitores de signos vitales revelaban una oxigenación peligrosamente baja en su sangre, mientras que su frecuencia cardíaca se aceleraba con cada latido, como si estuviera luchando por mantenerse a flote en un mar de dificultades.
La tensión llenó la habitación mientras el diagnóstico era confirmado —¡Neumotórax! ¡Enfermera, trae una sonda pleural! —Exclamó mientras se acercaba al joven de cabellos rosados. Kugisaki se aproximó al lado del chico de largas pestañas, ambos observando la escena con nerviosismo. Aoi recostó al chico en la camilla y le pidió que se mantuviera quieto. Levantó su camisa y tomó la sonda que la enfermera le entregaba, introduciéndola rápidamente entre las costillas del menor. Un grito de dolor resonó en la habitación, mezclado con el sonido del aire escapando de su pecho.
Después de la crisis, el cuerpo exhausto de Itadori finalmente cedió, dejándolo inconsciente. La preocupación se reflejaba claramente en los rostros de sus compañeros mientras observaban con angustia cómo el joven se desmayaba. Todou, sin embargo, los tranquilizó explicándoles la situación mientras administraba una inyección de Hidrocodona para aliviar cualquier posible dolor que pudiera afligir a su paciente.
—Chicos, por ahora lo mejor será dejarlo descansar —expresó el hombre de complexión robusta mientras les indicaba que abandonaran la habitación. —No sé qué estuvieron discutiendo, pero su situación es muy delicada en este momento. Les agradecería que no lo alteraran más.
—Entendido, tendremos más cuidado ahora —asintió el pelinegro, y luego el hombre grande salió de la habitación junto con la enfermera.
Nobara y Megumi se encontraban claramente afectados por la situación que acababan de presenciar. Aún no lograban asimilar completamente todo lo que había ocurrido y lo que su compañero les había confesado. A pesar de la petición de su amigo de no intervenir, sentían la urgencia de buscar al mayor y explicarle la situación, o al menos permitirles hablar cara a cara.
La castaña sacó su teléfono y comenzó a marcar el número de Satoru. Sin embargo, la falta de respuesta de este estaba comenzando a frustrarla. Las emociones la inundaban: se sentía preocupada, ansiosa y confundida por la complejidad de la situación.
―Cuelga, Kugisaki― dijo el chico. Con un movimiento suave pero firme, el pelinegro tomó el brazo de la chica y lo bajó con delicadeza mientras ella sostenía el celular. Sus dedos se deslizaron con determinación por el brazo de ella, instándola a poner fin a la llamada. Nobara, aunque sorprendida por el gesto, comprendió la señal y terminó la conversación.
― ¿Qué estás haciendo? Tenemos que tomar medidas ―Pregunto mientras una mirada de molestia se apoderaba de su rostro.
―Piensa detenidamente, ya se alteró solo con esta conversación. ¿Te imaginas cómo se pondrá si aparecemos de la nada con Gojo? ― Su mirada se mantuvo firme en su amiga, quien encogió los hombros al percatarse de su error. ― Aunque Itadori ya tomó una decisión, todavía tenemos tiempo para persuadirlo. Mientras descansa, pensemos en cómo hacerlo sin alterarlo.
Se encaminaron juntos hacia la cafetería, decididos a tomar algo y reflexionar mientras esperaban que su amigo despertara.
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Al llegar al hospital, Satoru contactó a Yuta para acordar dónde encontrarse. Este sugirió la cafetería del lugar. El albino caminó por los pasillos, observando cada habitación en busca del pelirrosa, pero no tuvo éxito hasta llegar al punto de encuentro acordado.
Desde la distancia, avistó una mano agitándose alegremente en su dirección. Se aproximó y encontró a su primo sentado en una mesa grande y redonda, con dos tazas de café humeante frente a ellos.
―Hola, Satoru. ¿Cómo has estado? ― preguntó el chico, con grandes ojeras, mientras lo invitaba a sentarse a su lado.
―Hmm, no muy bien, pero espero que ver a Yuuji me calme y me haga sentir mejor.
― ¿Y has pensado en lo que hablamos? ― preguntó de nuevo, tomando un sorbo de café.
―La verdad es que la preocupación me ha impedido pensar mucho en eso, pero aún no logro entenderlo del todo― respondió mientras añadía azúcar a su café.
―Satoru, te lo pregunto porque parece que estás pasando por alto las cosas importantes. Deberías quitarte esas gafas que te están nublando la vista. No quiero ser entrometido, pero me gustaría que te dieras cuenta por ti mismo. Ya conoces la historia del Shitsure y sobre las personas enlazadas. Además, has sido testigo de lo que le ha pasado a Itadori― reclamó el pelinegro con frustración.
―Ya tengo toda la información, pero no entiendo qué es lo que quieres que vea. Solo logras que me duela la cabeza como si mil agujas se clavaran en mi mente ―mencionaba el albino mientras se tocaba la cabeza y fruncía el ceño con dolor.
―Veámoslo desde otro punto de vista. Dime, ¿sientes algo por Itadori? ―pregunto su primo.
La pregunta fue tan inesperada que le costó comprenderla por unos segundos, y luego su rostro se tiñó completamente de rubor. Se quedó atónito por un momento, como si hubiera sido golpeado por una fria ola de sorpresa. ―E-es... sí. Pero para él, solo soy un amigo, y ya tiene a alguien que le gusta, seguramente es Megumi.
―No te entiendo. Sé que has estado pasando por una situación muy compleja, pero esos ojos tan hermosos están completamente ciegos. En cada momento en que Itadori se siente mal, tú estás presente. ¿Cómo es posible que no lo veas? ―dijo molesto el pelinegro, elevando levemente la voz. Le sorprendía la falta de percepción del más alto ante la situación.
La respuesta llegó a su mente como un balde de agua fría, sacudiendo sus sentidos con una corriente eléctrica que recorrió su cuerpo de pies a cabeza. Satoru abrió los ojos y la boca de par en par, completamente aturdido por la revelación. ― ¿Yo soy su enlazado? —susurró con la voz temblorosa, sintiendo cómo el corazón le latía desbocado en el pecho. No perdió ni un segundo: ― ¿Dónde está la habitación de Yuuji?― preguntó con urgencia, sin dejar espacio para la duda.
"No, no puede ser yo. No quiero ser la causa de tanto dolor", pensaba el peliblanco, su mente llena de ansiedad mientras esperaba la respuesta de Okkotsu.
Finalmente, un suspiro de alivio escapó de sus labios al escuchar las palabras de su primo— Está en el piso 4, habitación 707 —respondió Yuta, y el joven de ojos celestes sintió que un peso se levantaba de sus hombros.
Mientras escuchaba la respuesta, una mano se posó en el hombro del más alto; sin embargo, él no le prestó atención y salió corriendo sin mirar atrás.
― ¡Satoru! ―gritó la castaña al ver cómo el chico guapo se alejaba a toda prisa.
― ¿Deberíamos ir tras él? ―preguntó preocupada.
―No se preocupen ―El hombre de bata blanca dijo mientras esbozando una leve sonrisa―. Va directo a la habitación de Itadori.
Experimentaron un alivio palpable, aunque aún persistía cierta ansiedad por la posible reacción de su amigo pelirrosa. Se sentaron, expectantes, aguardando con nerviosismo el desenlace del encuentro entre sus compañeros.
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Frente a la puerta de la habitación, Gojo sintió cómo los nervios se apoderaban de su cuerpo, enviando escalofríos por su piel y haciéndole temblar las manos. Su corazón golpeaba con fuerza en su pecho, como un tambor desbocado. Aun así, con determinación, tomó la perilla de la puerta y la giró, entrando en la habitación. Al fondo, divisó a Yuuji, recostado en la camilla, su figura pequeña y frágil en contraste con las máquinas que lo rodeaban, cada una monitoreando su difícil respiración.
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Semilla [Goyuu]
RomanceExperimentar el primer amor siempre es una de las mejores experiencias: felicidad, alegría y un sinfín de emociones. Sin embargo, ese no fue el hermoso inicio de esta historia.