Yuuji se veía tan vulnerable y adolorido, con la tez pálida y un ligero tinte azulado en los labios. Cada respiración parecía un esfuerzo monumental, rasposa y entrecortada, mientras estaba conectado a múltiples máquinas que monitoreaban sus signos vitales. Una intravenosa colgaba a su lado, goteando sangre lentamente en su brazo delgado y pálido. La vista era desgarradora, verlo tan debilitado y frágil, cuando siempre había sido una brillante luz llena de energía y vitalidad.
El pecho de Gojo se oprimía con un dolor punzante, como si una mano invisible le apretara el corazón. Al ver a Yuuji en ese estado, fue golpeado por la realidad de las decisiones que había tomado. Cada momento de retraso, cada error de juicio, se reflejaba en la frágil figura del pelirrosa. El peso de su culpa y la lenta, dolorosa espera que el chico de ojos cafés había soportado lo llenaban de una angustia profunda. La culpa se arremolinaba en su estómago y la tristeza le nublaba la vista, consciente de que su lentitud para entender y actuar había llevado a este trágico desenlace.
Satoru tomó una silla que estaba en la habitación y la colocó cerca de la camilla de Itadori. Al acercarse, vio más de cerca a su amigo y notó las profundas ojeras bajo sus ojos y lo notoriamente más delgado que estaba. Esta visión lo destrozó por completo; nunca había querido hacerle daño al chico de ojos cafés. Con cuidado, acercó su brazo y tomó la mano del joven. Sintió el poco calor que emanaba del cuerpo del contrario, lo que hizo que su propio cuerpo se tensara aún más por el estado del menor. La culpa y el dolor en su pecho aumentaron, y sus ojos se llenaron de lágrimas, que comenzaron a correr por sus mejillas. Cada lágrima era un reflejo de la profunda angustia y arrepentimiento que sentía, consciente de que le había fallado a alguien muy importante para él.
El albino se quedó en silencio, con la mano de Yuuji entre las suyas, permitiendo que las lágrimas fluyeran libremente. La habitación estaba llena del suave pitido de las máquinas y el débil sonido de la respiración del más bajo, creando una atmósfera de desolación y esperanza al mismo tiempo.
Mientras observaba el rostro de su amado, una oleada de recuerdos lo inundó. Pensó en los momentos que habían compartido: las risas que resonaban como música, las tontas peleas que siempre terminaban en sonrisas, la inquebrantable determinación que definía al joven. Recordó su gran amabilidad, la forma en que siempre encontraba tiempo para ayudar a los demás, y lo alegre y brillante que era, como un rayo de sol en los días más oscuros. Ahora, esas características parecían haberse desvanecido, sumergidas en un mar de dolor y fragilidad. La energía vibrante y la luz que solía irradiar estaban apagadas, dejando solo una sombra de lo que una vez fue.
―Lo siento tanto, Yuuji ―susurró Gojo, su voz quebrada por la emoción―. Nunca quise que llegaras a esto. Fui demasiado ciego para ver lo que estaba pasando, y ahora... ahora estás pagando el precio por mis errores.
Apretó suavemente la mano del chico de cabellos rosados, como si el contacto pudiera transferirle algo de su propia fuerza y calor. El dolor en su pecho era casi insoportable mientras recostaba su cabeza en la camilla, con la vista fija en el menor. Las lágrimas corrían libremente por su rostro, agotándolo emocionalmente. Cada sollozo era un eco de su desesperación y culpa. El cansancio lo envolvió como una manta pesada, robándole las fuerzas. Lentamente, poco a poco, se fue quedando dormido, sin soltar la mano de su amado, encontrando un breve y frágil refugio en el sueño.
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El zumbido constante de su celular vibrando lo hizo moverse. Lentamente, abrió los ojos, aun con la visión borrosa. Parpadeando varias veces, trató de enfocarse y vio que tenía varios mensajes de Megumi y Nobara, todos preguntando si había hablado con Itadori. Miró la hora en la pantalla y se dio cuenta de que había dormido por casi una hora. Con los dedos temblorosos, les respondió que este aún no había despertado. Se levantó de la silla y se estiró, sintiendo cómo sus músculos protestaban por la incomodidad de la posición. Un leve crujido se escuchó mientras alargaba sus brazos sobre su cabeza, tratando de aliviar la rigidez en su cuerpo.
―¿Quién te avisó? ―preguntó con dificultad el menor, su voz ronca y débil mientras una notable mueca de molestia se dibujaba en su rostro al ver al albino.
―¡Yuuji! ―exclamó el más alto con una mezcla de alegría y sorpresa, sus ojos brillando al ver a su amigo consciente.
Soltando un suspiro cargado de cansancio, el pelirrosa miró al joven de ojos celestes y le pidió con voz entrecortada: ―Por favor, vete. No quiero verte. ―Cada palabra resonaba con la pesadez del dolor y la fatiga que lo embargaban.
Un escalofrío recorrió la espalda de Satoru al escuchar sus palabras, pero no se dejó llevar por el temor. Respiró hondo, tratando de calmar las emociones tumultuosas que se agitaban dentro de él. Lentamente, volvió a sentarse, manteniendo una mirada firme en el menor.
―Yuuji, no puedo irme ―dijo Gojo con determinación, su voz cargada de sinceridad y arrepentimiento―. Necesito hablar contigo. Sé que he cometido muchos errores, pero ya es momento de enmendarlos.
Itadori apartó la mirada, luchando contra las emociones que amenazaban con desbordarse. Durante un momento, reinó el silencio en la habitación, solo interrumpido por el suave zumbido de las máquinas que monitoreaban su estado.
Suspirando profundamente se volvió hacia el mayor, su mirada llena de una mezcla de tristeza, decepción y un rastro de esperanza frágil.
―No entiendes... ―murmuró, su voz apenas un susurro cargado de angustia y frustración. Cerró los ojos por un momento, como si tratara de contener la tormenta de emociones que se agitaba dentro de él.
El silencio pesado se prolongó, solo roto por el suave murmullo de las máquinas médicas. Luego, con un aire de resignación, Yuuji comenzó a hablar, dejando que sus emociones fluyeran libremente, como un torrente que había estado conteniendo durante demasiado tiempo.
―Has estado tan ciego, Satoru. Has tomado decisiones que nos han llevado a este punto ―dijo, su voz temblorosa por el peso de la carga que llevaba. Cada palabra resonaba con la profundidad de su sufrimiento―. Y ahora... ahora te presentas aquí, esperando que todo pueda ser arreglado con unas simples palabras. Pero las palabras no pueden cambiar lo que ha sucedido. No pueden deshacer el dolor que he sentido... el miedo que he enfrentado.
El joven de ojos celestes bajó la mirada, sintiendo el peso abrumador de su culpabilidad.
―Lo entiendo ―dijo con sinceridad, su voz apenas un susurro roto por la tristeza―. Lo siento por todo lo que te he hecho pasar. No puedo cambiar el pasado. Me di cuenta de lo mucho que te amaba cuando estaba con Suguru, lo cual me confundió. Y justo cuando terminé esa relación para intentar iniciar algo contigo, ocurrió el accidente y tomé otra mala decisión, trayéndonos a este momento y haciéndote pasar por todo ese dolor. Las palabras no arreglarán nada, pero... pero desde hace mucho tiempo quería decirte algo ―Gojo tomó una pausa, dejando que la emoción se reflejara en sus ojos mientras buscaba las palabras adecuadas―. Estoy enamorado de ti, Yuuji. Eres la persona que hace que sienta un festival de fuegos artificiales en mi estómago cada vez que te veo, y cada vez que estás cerca, mi corazón late más rápido. Sé que debí habértelo dicho mucho antes, pero la confusión y el miedo me lo impidieron. Aunque pueda ser tarde para algunas cosas, te prometo que no será tarde para demostrarte cuánto significas para mí. Mis sentimientos no son solo palabras al aire.
El albino apretó suavemente la mano del menor, transmitiendo toda la ternura y determinación que sentía en ese momento, y le dedicó una mirada cargada de cariño y sinceridad.
—Por favor, no juegues conmigo. No hagas esto porque te estás compadeciendo de mí. En este momento no hay forma de que te pueda cre...
—¡No, Yuuji, no es nada de eso! —Satoru, asustado por el significado de las palabras del pelirrosa, se arrodilla de repente, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Sus rodillas golpearon el suelo con un ruido sordo, y su cabeza se inclinó hasta tocar el suelo, sorprendiendo al menor con su gesto repentino y desesperado—. Te juro por mi propia vida que no estoy jugando contigo. Yo a ti te amo de verdad, y en ningún momento mis palabras fueron guiadas por lástima.
Después de su declaración, un silencio tenso llenó la habitación, solo interrumpido por el sonido ahogado de la respiración del chico enfermo. Lentamente, el chico de ojos cafés encontró los ojos sinceros y llenos de emoción de Satoru.
―Lo siento... ―murmuró Itadori, su voz apenas un susurro cargado de sorpresa y confusión―. Pero...
El peliblanco permaneció en silencio, su corazón latiendo con fuerza en su pecho mientras esperaba la reacción del menor. Cada segundo se sentía como una eternidad, hasta que finalmente, habló de nuevo.
―No sabía que sentías... eso por mí ―dijo Yuuji, su voz temblorosa con una mezcla de incredulidad y esperanza.
Levantándose lentamente del suelo y acercándose con cautela al pelirrosa― deseaba decírtelo y quiero que sepas que estoy aquí para ti, pase lo que pase.
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Semilla [Goyuu]
RomanceExperimentar el primer amor siempre es una de las mejores experiencias: felicidad, alegría y un sinfín de emociones. Sin embargo, ese no fue el hermoso inicio de esta historia.