Aunque Itadori se sentía en el fondo, algo feliz por la confesión de Satoru, no podía creerla ni aceptarla por completo. Ya había tomado la decisión de no decir nada sobre el Shitsure, y ahora, justo en este momento crítico, Gojo llegaba para decirle que lo amaba desde hacía tiempo. No podía ser verdad; era demasiado difícil de aceptar.
―Seré franco contigo, Satoru. Justo ahora no puedo creer en lo que... ―El pelirrosa fue interrumpido por un ataque de tos que lo sacudió con fuerza, alarmando al mayor. El peliblanco se acercó rápidamente y lo ayudó a recostarse con suavidad, su preocupación evidente en cada movimiento.
La tos duró solo unos segundos, pero dejó al menor jadeando y sin aliento, incapaz de continuar hablando. El más alto aprovechó el momento para intervenir.
―No te esfuerces, Yuuji. Han pasado muchas cosas y entiendo tu incredulidad ―dijo suavemente, con una voz llena de comprensión y ternura―. Solo dame algo de tiempo y te demostraré que todo lo que te dije es verdad.
Con cuidado, Gojo acercó el rostro del chico de cabellos rosados al suyo y depositó un suave beso en su frente, un gesto lleno de cariño.
El chico de brillantes ojos cafés se sorprendió, y un notable sonrojo apareció en sus mejillas. Su corazón comenzó a latir con más fuerza, acelerando su pulso. Apartó la mirada por un momento por su nerviosismo evidente. Satoru, al ver esta reacción, se sintió alentado. Con el rabillo del ojo notó cómo el ritmo cardíaco del pelirrosa, monitorizado por las máquinas, había aumentado. Un ligero alivio se apoderó de él al darse cuenta de que aún tenía una oportunidad.
"No perderé esta oportunidad y haré lo necesario para que estés bien, Yuuji", pensó el más alto, mientras le dedicaba una suave sonrisa al contrario.
De repente, el altavoz del hospital emitió un anuncio, interrumpiendo el momento:
―Atención, por favor. El horario de visitas está por finalizar. Les solicitamos a todos los visitantes que abandonen las instalaciones a la brevedad posible. Gracias por su cooperación.
El anuncio los tomó por sorpresa, rompiendo el breve instante de conexión entre ambos.
—Bueno, Satoru, ya es hora de que te retires —dijo el más bajo, con una mezcla de tristeza y resignación en su voz.
—De acuerdo. Mañana vendré a visitarte nuevamente —respondió el chico guapo. Se acercó a Yuuji, le dio un suave beso en la frente y le dedicó una tierna sonrisa. Mientras salía del lugar, pudo ver cómo el rostro del pelirrosa se sonrojaba por completo, lo que llenó su corazón de esperanza.
Mientras caminaba por el pasillo, Gojo sacó su teléfono y llamó a su primo.
—Hola, Yuta. ¿Aún estás en el hospital?
—No, ya estoy camino a casa. Mi turno terminó y estaba algo cansado —respondió el pálido joven mientras conducía su auto.
—Entiendo. ¿Podrías ayudarme con algo? —preguntó el chico de gafas oscuras, acercándose a la salida del hospital.
—Claro. ¿Tiene algo que ver con Yuuji?
—Sí.
—Bien, dime de qué se trata.
Satoru le explicó lo que quería hacer. Okkotsu estuvo de acuerdo y le ofreció algunas pautas y recomendaciones. Tras investigar más sobre el caso de Itadori y, con la ayuda de su enlazado, ahora tenían un plan para tratar su condición y ayudar a que su salud mejore pronto.
Después de esto, Gojo llamó a Megumi, quien se encontraba con Nobara, ambos esperando noticias del mayor sobre el estado de su amigo y cómo había reaccionado ante la confesión. Estaban nerviosos, pero el chico de lentes oscuros logró tranquilizarlos. Les prometió que haría todo lo que estuviera en sus manos para contribuir a la pronta mejoría del menor.
El guapo chico de cabellos blancos salió del hospital y respiró profundamente el aire de la calle, calmando por unos segundos su mente. Se dio cuenta de que ahora sentía un peso menos en sus hombros. Hablar de sus sentimientos con Yuuji lo había ayudado a sentirse mejor y un poco más ligero. Sin embargo, ahora comprendía que debía trabajar arduamente para demostrarle al chico de bellos ojos cafés que sus palabras eran sinceras.
—-***—-
Al día siguiente, Yuuji observó cómo Yuta llegaba con una expresión más alegre y descansada.
―Buenos días, Itadori. Hoy te estaremos trasladando a una habitación privada en otra planta ―mencionó mientras dos enfermeros se ocupaban del menor. Uno lo ayudó a pasar de la camilla a una silla de ruedas, mientras que el otro se encargó de retirar los cables del monitor de signos y conectarlo a una pequeña pipeta de oxígeno. Okkotsu tomó la silla de ruedas y comenzó a caminar, seguido de cerca por los enfermeros. Uno llevaba la línea intravenosa, mientras que el otro llevaba los artículos personales del paciente.
Llegaron a una habitación más pequeña, pero con una única camilla lo suficientemente grande como para alojar a dos personas. Frente a ella, un televisor smart TV de 50 pulgadas. A la izquierda de la camilla, se encontraba un sofá cama de tres plazas en tono café claro, que parecía muy cómodo. Detrás del sofá, una enorme ventana ofrecía vistas a una zona verde ubicada en la parte trasera del hospital.
Itadori se sintió confundido e inquieto al entrar. Era evidente que esta habitación estaba destinada a personas con un mayor poder adquisitivo del que él disponía.
―Oye, Okkotsu, ¿por qué me trajeron aquí? ―preguntó Yuuji con curiosidad mientras el chico de cabello negro lo ayudaba a subir a la cama y lo conectaba a las máquinas. Esperó a que los enfermeros salieran de la habitación.
―Verás, ayer, después de irme de aquí, mi querido primo me llamó y me pidió el favor de llevarte a un lugar más cómodo. Obviamente, esto no será gratis, pero él se encargará de esa parte ―explicó Yuta, esbozando una tenue sonrisa―. También debes saber que ahora contamos con un tratamiento para ayudarte a mejorar, pero te advierto de antemano que gran parte de tu tratamiento será manejado por Satoru.
―¿Qué? ―El pelirrosa estaba visiblemente sorprendido por la noticia.
―Satoru es tu enlazado, así que la mejor medicina para ti es su compañía ―respondió el hombre de bata blanca mientras inyectaba algunos medicamentos en el suero del menor.
Itadori se quedó atónito, por decir lo menos. Su expresión era un poema que mostraba las muchas preguntas que tenía en su mente.
"¿Satoru?" se preguntó el chico de cabellos rosados, sintiendo una mezcla de incredulidad y confusión. "Aún no puedo creer en las palabras que me dijo la última vez que nos vimos, ¿y ahora tengo que pasar más tiempo con él? Todo será muy incómodo. Pero, por otro lado, si es mi enlazado, ¿podría ayudarme de alguna manera? ¿O solo complicará las cosas más de lo que ya están? No sé qué hacer..." Sus pensamientos giraban en círculos mientras trataba de procesar la situación.
—No te preocupes demasiado, Itadori. Dale tiempo al tiempo. Sé que puede ser difícil, pero espero que con el tiempo las cosas mejoren entre ustedes. Y sobre todo, estoy aquí para apoyarte en tu recuperación, así que no dudes en pedir ayuda si la necesitas —mencionó Yuta mientras salía de la habitación, dejando a Yuuji solo con sus pensamientos turbulentos.
——***——
Habían pasado varias horas desde que Itadori fue trasladado a la nueva habitación. Aunque su cuerpo no hizo mucho, se sintió cansado y se quedó dormido. Al despertar y escanear la habitación con la mirada, notó una cabellera blanca. Era Gojo, sentado en el sofá y absorto en su teléfono. Se movió un poco para verlo mejor, aún sintiéndose somnoliento. Observó detenidamente su rostro, nuevamente confirmo lo guapo que era, y cómo sus largas pestañas blancas y rizadas complementaban perfectamente sus hermosos ojos celestes.
"No es que me gusten los hombres, es solo que amo a este hombre y a nadie más", reflexionó durante unos segundos mientras observaba a Satoru.
—¿Te gusta lo que ves, Yuuji? —preguntó el albino, una sonrisa pícara adornando su rostro.
—Me alegra escuchar que sigues siendo tan egocéntrico. ¿Cuándo llegaste? —cambió de tema el pelirrosa.
—Hace aproximadamente una hora.
—Deberías haber llamado para no venir y solo verme dormir.
—No te preocupes. Ver dormir pacíficamente a la persona que más quiero es agradable —respondió mientras se acercaba a la camilla.
Las palabras pusieron nervioso al más bajo, y no supo cómo responder, pero sintió un alivio al escuchar el anuncio de finalización de las horas de visita del hospital.
—Bueno, ya terminaron las horas de visita. La próxima vez, avísame a qué hora vas a venir para que así no me veas solo dormir —mencionó algo incómodo.
Una leve risa escapó de los labios del chico de ojos celestes, lo que desconcertó al chico de ojos cafés. Sin embargo, la respuesta que siguió fue aún más sorprendente —Verás, Yuuji, como el ser humano más bello y fuerte jamás creado, tengo un permiso especial que me permite quedarme contigo por más tiempo para hacerte compañía. Recuerda que soy tu medicina.
Aún para el pequeño pelirrosa, estar con Gojo después de la confesión del día anterior y de todo lo ocurrido hasta ahora seguía siendo incómodo. Herido tanto física como emocionalmente, no había mucho más que pudiera hacer que esperar y ver cómo evolucionaban las cosas.
—Entiendo que aún no puedo aceptar todo lo que dijiste ayer —dijo con sinceridad —. Pero le daré tiempo al tiempo, como sugirió Yuta.
—Gracias, Yuuji. Puedo asegurarte que no te decepcionaré —replicó Satoru con una sonrisa.
—Entiendo. ¿Y qué propones hacer ahora? —inquirió el menor.
—Me alegra que preguntes. Pensé que podríamos ver algunas películas hoy. Por eso elegí una habitación con un buen televisor. ¿Te parece bien? —explicó el más alto.
—Suena bien. Hace mucho que no veo una buena película.
—Excelente. Entonces, ¿podrías dejarme espacio para acostarme a tu lado y ver la película? —solicitó el hombre de lentes.
—¿Claro... qué? —preguntó el más bajo, sorprendido.
—¿Podrías dejarme acostarme a tu lado? La camilla está justo en frente del televisor, así que sería más cómodo para ambos ver la película juntos —explicó el chico de lentes oscuros, acercándose a la camilla—. Además, mientras más cerca estemos, mejor, ¿no? Es por el tratamiento, después de todo.
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Semilla [Goyuu]
RomanceExperimentar el primer amor siempre es una de las mejores experiencias: felicidad, alegría y un sinfín de emociones. Sin embargo, ese no fue el hermoso inicio de esta historia.