Desde su habitación, los padres del albino escucharon los gritos de su hijo resonando en la tranquilidad de la noche, prolongándose en el tiempo de una manera que les causó profunda inquietud. Apresurándose a su habitación, preocupados por su bienestar. Sin embargo, antes de poder despertarlo, captaron las palabras que escapaban de sus labios entre sollozos agitados: el nombre de su amigo pelirrosa, repetido una y otra vez en un tono desesperado que les llenó de extrañeza y preocupación.
—¿Estás bien, cariño? —preguntó la madre de Satoru, su voz temblorosa reflejaba la angustia que sentía al ver a su hijo en ese estado—. Estabas gritando muy fuerte por tu amigo Yuuji.
Con la respiración entrecortada y el corazón aun latiendo desbocado, el peliblanco se alzó en la cama, sus manos temblorosas aferrándose a las sábanas como si fueran su ancla en medio de la tormenta. Intentaba calmar el torrente de emociones que lo envolvía, pero sus esfuerzos parecían en vano en la oscuridad de la habitación.
—Estoy bien, solo fue una pesadilla —murmuró, tratando de convencerse a sí mismo tanto como a sus preocupados padres, cuyas siluetas difusas se recortaban contra la penumbra de la habitación.
—Satoru, ¿quieres un té o algo de beber? Estás sudando mucho —la voz tranquila de su padre intentaba infundir calma en el ambiente, pero el temblor en sus palabras delataba su preocupación genuina.
—Solo un poco de agua, por favor —respondió el albino, su voz apenas un susurro en la quietud de la noche.
El padre se deslizó fuera de la habitación en busca del agua, dejando a su esposa para consolar al afligido chico guapo. Con manos suaves y llenas de preocupación materna, ella buscó una toalla para secar el sudor que perlaba la frente de su hijo, deseando aliviar su angustia con cada gesto amoroso. La toalla fresca fue un bálsamo para su piel, su suavidad un consuelo en medio de la agitación.
Cuando regresó el padre con el vaso de agua, Satoru aceptó el ofrecimiento con gratitud, bebiendo mientras sentía el frescor del líquido calmar su garganta reseca.
—¿Te sientes mejor, hijo? —preguntó el padre con tono preocupado, buscando cualquier indicio de mejoría en el rostro fatigado de su hijo.
—Sí, solo fue una horrible pesadilla. No se preocupen, ya estoy mejor —respondió Gojo, intentando sonar más calmado de lo que realmente se sentía, deseando tranquilizar a sus padres tanto como a sí mismo.
—Está bien, cariño. Mejor acuéstate y trata de volver a dormir. Si necesitas algo, no dudes en despertarnos— sugirió la madre con una sonrisa tranquilizadora mientras acariciaba suavemente el cabello de su hijo. Con un gesto de asentimiento, los dos adultos salieron de la habitación, dejando al joven para que se relajara y encontrara consuelo en el sueño. Con un suspiro de alivio, el oji azul se recostó en la cama, agradecido por el apoyo de sus padres y esperando que el descanso le trajera paz.
Observó cómo el amanecer teñía el cielo de tonos suaves, incapaz de encontrar la paz del sueño. Su mente se aferraba al recuerdo inquietante de su pesadilla, temiendo que pudiera hacerse realidad. Intentó contar ovejas en un esfuerzo por distraerse, pero su preocupación persistía. Cuando consideró que era una hora adecuada, decidió llamar a Yuta para asegurarse de su estado. Tras recibir palabras tranquilizadoras, acordaron encontrarse en el hospital para hablar. Chico de ojos celetes aceptó sin dudarlo, pensando que también podría visitar a su amigo pelirrosa después.
Se levantó con determinación, tomó sus medicinas y se vistió con calma. Después de un desayuno ligero, se despidió de sus padres y salió de casa. Abordó un taxi rumbo al hospital, aprovechando el trayecto para reflexionar sobre qué decirle a Itadori cuando lo viera.
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El corazón de Nobara y Fushiguro se apretó al ver el estado de su amigo, postrado en la fría camilla del hospital, con una máscara de oxígeno cubriendo su rostro. Su piel, normalmente radiante, ahora lucía pálida y sin vida, mientras luchaba por cada bocanada de aire. La preocupación los embargaba mientras observaban impotentes la difícil situación de Yuuji.
—¿Por qué no nos dijiste nada, Yuuji? —murmuró Kugisaki con voz entrecortada, su angustia reflejada en sus ojos. El hecho de no haber tenido noticias de su amigo los había llenado de temor, pero ahora verlo en ese estado los sumía en una profunda desolación.
Aunque sabían que un estudiante había sido llevado de emergencia al hospital, la noticia de que el afectado era el pelirrosa los golpeó con fuerza. La preocupación se apoderó de ellos al recordar cómo su amigo había salido abruptamente del salón de clases sin explicación alguna. Durante casi 24 horas, habían intentado en vano contactarlo, y ahora se enfrentaban a la angustiante incertidumbre de su paradero y estado de salud.
—Itadori, necesitamos respuestas —exigió el chico de cabello negro, su tono reflejaba una mezcla de preocupación y frustración—. Estamos aquí para apoyarte, pero ya es hora de que nos digas la verdad. Sabemos que nos has ocultado algo y necesitamos saber qué está pasando.
—Gracias por preocuparse por mí y disculpen por todo, pero la verdad es que no he sabido cómo manejar este tema — Yuuji habló con un susurro entrecortado, luchando por encontrar aire suficiente para formar las palabras. Su mirada evitaba la de sus amigos mientras trataba de reunir el coraje necesario para revelar la verdad—. ¿Recuerdan todo lo que me contaron sobre el Shitsure no Hana?
—Sí, recuerdo que no sabías nada del tema —respondió Nobara, su voz ligeramente confundida.
—Bueno... — el menor vaciló, sintiendo el peso de la confesión sobre sus hombros. Sabía que sus palabras afectarían profundamente a sus amigos, y el miedo a su reacción lo atormentaba—. Yo... a mí me diagnosticaron con el Shitsure.
—¿Qué?... —La sorpresa pintó los rostros de Fushiguro y Kugisaki mientras procesaban la impactante revelación de su amigo. Estaban atónitos, sin saber qué decir, a pesar de haber buscado la verdad desde el principio. Pero esta confesión resultó abrumadora incluso para ellos.
—Todou me diagnosticó hace algún tiem...
—¿Gojo es tu enlazado? —Megumi interrumpió a su amigo con una pregunta directa, su tono reflejaba una mezcla de incredulidad y amargura mientras buscaba confirmación.
—¡Es todo culpa de ese idi0t*! ¡Sea lo que sea que te dijo! ¡Voy a buscarlo y hacer que se arrepienta de rodillas, incluso si tengo que obligarlo a besar el suelo que pisas! —La ira de Kugisaki era palpable en cada palabra, su voz resonaba con un tono de furia contenida que llenaba la habitación. Antes de que pudiera girarse y salir, el chico de pestañas largas sujetó su mano, tratando de calmarla.
—¿Qué planeas hacer, Yuuji? —La preocupación se reflejaba en los ojos de Fushiguro mientras esperaba una respuesta clara de su amigo.
—Yo... —aunque vacilaba en darles una respuesta, sentía que se lo debía a sus amigos, quienes habían estado a su lado durante tantos años. Sin embargo, sabía que lo que iba a decir no sería lo que esperaban—. No le diré nada a Satoru.
La sorpresa se reflejó en los rostros de sus amigos, con los ojos abiertos de par en par, incapaces de creer lo que escuchaban. —¿Qué estás diciendo? ¿Aun recuerdas las consecuencias? —exclamó la castaña, su voz llena de ira.
Aunque entendían el tormento por el que su amigo estaba pasando, nunca habrían esperado una respuesta tan resignada.
—Itadori, espero que esto sea una broma. ¿Cómo puedes tomar esta decisión? —preguntó el pelinegro, su voz resonando con asombro e ira.
—Sabía que tendrían esta reacción, pero es la respuesta a la que llegué. Satoru es un amigo muy querido para mí, pero luego me di cuenta de que lo que realmente sentía era amor. Sin embargo, ni siquiera estar con alguien como él sería algo que me merezco. No soy lo suficientemente bueno en ningún aspecto, y aunque intenté creer que me lo merecía o que al menos debería intentarlo, pasó lo de Geto, así que... ¿Cómo podría pedirle algo así en este momento? —Con la voz temblorosa y ansiosa, el chico de cabellos rosados escupió todos sus pensamientos, todo lo que durante tanto tiempo había rondado en su cabeza, lo que no quería revelar y quería guardar en una caja con cerradura para tirar la llave donde nadie más la encontraría. Todos esos pensamientos solo le traían vergüenza y tristeza—. No me siento merecedor de alguien como él. Al menos, de esta forma, podré honrar los últimos deseos de mi abuelo, siendo alguien que ayuda a los demás.
Sus amigos estaban aún más asombrados y no podían creer lo que el chico de ojos cafés estaba diciendo. No solo se estaba rindiendo, sino que además estaba utilizando las últimas palabras de su abuelo como excusa. Su abuelo, un hombre honorable que siempre había ayudado a los demás sin esperar nada a cambio, era una figura muy respetada por todos ellos.
—Estás diciendo tonterías. Esto no es algo que Wasuke querría. Debes hablar con Gojo, aunque sea difícil —exclamó Megumi, visiblemente frustrado por las palabras de su amigo.
—Incluso si tú no puedes, nosotros lo haremos. No permitiré que mueras de esta manera, Yuuji. ¡Tú ya trajiste tu propia silla! —Nobara respondió conmocionada y llena de rabia.
—No se atrevan a hacer nada de eso. Si le dicen algo a Satoru, yo mismo pondré fin a todo esto con mis propias manos— gritó el menor, decidido hasta el final.
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Semilla [Goyuu]
RomanceExperimentar el primer amor siempre es una de las mejores experiencias: felicidad, alegría y un sinfín de emociones. Sin embargo, ese no fue el hermoso inicio de esta historia.