—Yuta, ¿podrías hacerme un favor? —comenzó Gojo con su voz más baja —. Quisiera que me ayudaras a encontrar un buen terapeuta. Aún sigo teniendo pesadillas sobre el accidente, y creo que necesito la ayuda de un profesional.
Okkotsu, siempre atento y comprensivo, asintió —Es una decisión muy sabia, Satoru. Conozco a alguien que podría ayudarte mucho. Es un excelente terapeuta y tiene experiencia en tratar traumas similares. Haré los arreglos y te informaré tan pronto tenga una respuesta.
La gratitud se reflejó en el rostro del albino, aliviado al saber que pronto podría obtener la ayuda que necesitaba. —Gracias, Yuta. Realmente lo aprecio.
El pelinegro le dio una palmada en el hombro y sonrió. —No hay de qué, Satoru. Estamos aquí para apoyarte en todo lo que necesites.
Pasaron unos días, y el chico de ojos celestes recibió una llamada de Okkotsu informándole que había conseguido una cita con el terapeuta que le recomendó. Aunque estaba nervioso, sentía algo de alivio.
El primer día de terapia, Gojo se presentó en la oficina del terapeuta, un hombre de mediana edad con una expresión calmada y amable. Después de las presentaciones iniciales, el terapeuta, comenzó a explorar los eventos que llevaron a las pesadillas de Satoru.
—Es normal que después de un evento traumático, nuestro subconsciente trate de procesar lo que sucedió a través de sueños o pesadillas —explicó el doctor—. Estos sueños no son más que una representación de tus emociones: la culpa, las dudas, el miedo y la ira que aún llevas dentro. Lo importante es aprender a manejar estas emociones y trabajar hacia la sanación.
El joven de piel clara se sentía un poco más ligero después de la sesión, aunque sabía que el camino sería largo.
De vuelta en el hospital, Yuuji estaba ansioso por saber cómo le había ido a Gojo. Al verlo entrar a la habitación, su rostro se iluminó.
—¡Satoru! ¿Cómo te fue? —preguntó Itadori, sentándose más derecho en la camilla.
Gojo sonrió y se acercó al pelirrosa, sentándose a su lado. —Fue bien, Yuuji. El doctor es muy bueno. Me ayudó a entender mejor por qué tengo estas pesadillas y comenzaremos a trabajar en ellas. Me siento un poco más aliviado.
El chico de cabellos rosados le tomó la mano y la apretó suavemente. —Me alegra mucho oír eso. Sabes que siempre estaré aquí para apoyarte, ¿verdad?
Satoru asintió, sintiendo una calidez en su pecho. —Lo sé, Yuuji. Tenerte a mi lado, lo hace todo mucho más fácil.
A medida que pasaban las semanas, el peliblanco seguía asistiendo a sus sesiones de terapia. Con cada una de ellas, sentía que el peso sobre sus hombros se aligeraba un poco más. La terapia lo ayudaba a entender que sus sueños solo reflejaban sus emociones. Itadori también progresaba en su recuperación, lenta pero constante, lo cual llenaba de alegría a todos.
Megumi y Nobara procuraban visitarlo tanto como podían; sin embargo, les resultaba difícil debido a la gran cantidad de trabajos y proyectos que tenían ese semestre. Cuando lograban visitar a su amigo, se alegraban de verlo mejorando cada día. La castaña aprovechaba para quejarse de lo ocupados que estaban y de lo difícil que era pasar tiempo con Fushiguro, que siempre estaba tan serio.
—En serio, Megumi, necesitas ser más divertido y pensar menos en los proyectos —decía Nobara con una sonrisa, intentando aligerar el ambiente.
—Es bueno que estén ocupados —respondía Yuuji con una sonrisa—, pero me alegra mucho verlos. Sus visitas realmente animan mi día.
Megumi asentía en silencio, mostrando una leve sonrisa. Aunque no era muy expresivo, su preocupación por Itadori era evidente.
Usualmente, mientras los amigos del pelirrosa estaban con él, Satoru se iba a sus citas con el terapeuta o simplemente salía para darles su espacio. No porque se sintiera incómodo con ellos, sino para permitirles compartir tiempo de calidad sin sentirse observados.
A través de estos momentos, Gojo se daba cuenta de que el apoyo de sus amigos y la terapia no solo lo ayudaban a sanar, sino que también fortalecían los lazos entre todos ellos. Era un proceso lento, pero cada pequeño paso significaba un avance hacia la recuperación completa y un futuro más brillante.
Pasó un mes y medio más y finalmente el chico de ojos cafés fue dado de alta del hospital. Aunque no estaba completamente recuperado, los médicos consideraron que podría terminar de sanar en casa. La noticia llenó de alegría a todos. Sin embargo, el albino no estaba del todo contento con la idea de que su querido Itadori se quedara solo durante su recuperación.
—Yuuji, ya que vives solo y no hay nadie que te pueda ayudar, ¿qué te parece si me dejas quedarme a cuidarte?
—No te preocupes, Satoru. Estoy casi al 100%, así que puedo manejarlo solo.
—Por supuesto que no. Déjame cuidarte, Yuuji~
—Pero sabes que no hay un lugar para que te quedes por más de un día en mi casa.
—Podría traer una cama de dos plazas o, mejor aún, ¿por qué no te quedas en mi apartamento? Es mucho más grande y, si quieres, cada uno puede tener su habitación.
—Eso sería abusar de tu hospitalidad. Mejor...
—Claro que no. Tómalo como una compensación por lo que te hice pasar. Déjame cuidar de ti, por favor, Yuuji —dijo Satoru, poniendo ojos de cachorro.
—Ummm, está bien, pero solo serán unas semanas.
Gojo celebró la decisión y ayudó a Yuuji a llevar las cosas necesarias para su estadía en su casa. Aunque cada uno tenía su propia habitación, el peliblanco a menudo inventaba excusas de pesadillas para meterse en la cama del más joven en medio de la noche. Aprovechaba cualquier oportunidad para estar cerca de él, buscando consuelo en su presencia. A pesar de la cercanía y la tentación, Satoru se esforzaba por mantener el control y evitar cualquier tipo de movimiento inapropiado, temeroso de que el pelirrosa se pusiera mal. La preocupación de estar lejos del hospital y de no tener a alguien que les pudiera ayudar en caso de emergencia lo hacía evitar el contacto físico más intenso.
Las recomendaciones de Yuta pesaban en su mente. Antes de salir del hospital, Okkotsu les dejó en claro que no debían hacer ningún tipo de ejercicio físico, ya que la saturación de oxígeno de Itadori aún no era la ideal. Gojo se comprometió a seguir estas indicaciones al pie de la letra, priorizando la recuperación del chico de ojos cafés por encima de sus propios deseos. Aunque se besaban y compartían momentos de intimidad, el mayor siempre cortaba la situación cuando sentía que se estaba intensificando, por miedo a afectar la salud de Yuuji.
Esta precaución, aunque comprensible, a veces frustraba y molestaba al más joven. Sin embargo, él aceptaba la situación, sabiendo que Satoru lo hacía por su bien. Comprendía que la preocupación de Gojo era una muestra de su profundo amor y cuidado.
Cada noche, cuando el joven de ojos celestes se deslizaba en la cama junto a Itadori, sentía una mezcla de paz y preocupación. Paz por tener al chico que le gustaba tan cerca y preocupación por el estado de su salud. Observaba con ternura el rostro del menor mientras dormía, recordándose a sí mismo que debía ser paciente y cuidar de él. Por su parte, Yuuji, aunque sorprendido al principio, comenzó a acostumbrarse a la presencia nocturna de Satoru, encontrando en su compañía un consuelo y una sensación de seguridad.
Durante el día, el albino se dedicaba a atender todas las necesidades de Yuuji, desde cocinar hasta asegurarse de que tomara sus medicamentos a tiempo. Aunque el chico de ojos cafés insistía en que podía valerse por sí mismo, Gojo no aceptaba un no por respuesta. Su determinación y cariño eran inquebrantables, y poco a poco, el pelirrosa comenzó a aceptar y agradecer la ayuda de su amigo, comprendiendo que el cuidado y la atención de Satoru eran una forma de amor incondicional.
Ambos encontraban un nuevo ritmo de vida, uno en el que la presencia del otro se volvía indispensable y en el que, a pesar de las dificultades, la cercanía y el cariño crecían con cada día que pasaba.
—Bueno, Yuuji, oficialmente estás completamente recuperado. ¡Felicidades! —anunció Okkotsu con una enorme sonrisa en el rostro.
Itadori dejó escapar un suspiro de alivio, sus ojos brillaban con gratitud. —Muchas gracias por todo, Yuta. No sé cómo agradecerte lo suficiente.
Okkotsu sonrió, inclinando ligeramente la cabeza en un gesto de modestia. —No te preocupes, Yuuji. Esa es mi labor. Me alegra haber podido ayudarte.
Luego, volviendo su mirada hacia el albino, agregó: —Satoru, tú también deberías estar contento. Yuuji está bien, pero espero que continúes cuidándolo como hasta ahora.
Gojo respondió con una sonrisa radiante y un brillo travieso en los ojos. —Por supuesto, Yuta. Haré todo lo posible por tratarlo como se merece, siempre.
La sinceridad en su voz era inconfundible, y el chico de profundas ojeras no pudo evitar sentir una calidez en su corazón al ver la conexión tan fuerte entre los dos.
Okkotsu asintió con aprobación, su expresión se suavizó. —Bien, entonces me puedo ir tranquilo, sabiendo que Yuuji está en buenas manos.
El pelirrosa, aún sentado en la camilla, observó a sus dos amigos con una sonrisa agradecida. —No sé qué haría sin ustedes dos. De verdad, gracias por estar siempre para mí.
El joven de ojos celestes se acercó y colocó una mano sobre el hombro de Itadori, apretándolo con suavidad. —Siempre, Yuuji. Siempre estaremos aquí para ti.
Yuta se despidió con una última sonrisa antes de salir de la habitación, dejando a Satoru y Yuuji solos para disfrutar de este momento de alegría y alivio.
ESTÁS LEYENDO
Semilla [Goyuu]
RomanceExperimentar el primer amor siempre es una de las mejores experiencias: felicidad, alegría y un sinfín de emociones. Sin embargo, ese no fue el hermoso inicio de esta historia.