A TRAVÉS DE TI

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A través de ti.

La ley de la naturaleza es simple, el fuerte se come al débil.

Desde que nací recuerdo haber estado en la cima, demasiado alto como para que mi padre el emperador de Terra pudiese alcanzarme.

Soy y seré el ser más poderoso del planeta, no hay duda de ello ni tampoco cuestionamientos. Nací para gobernar, crecí con una voluntad digna, el mundo ahora se arrodilla bajo mis pies.

Y, sin embargo, hoy ese hombre se ha negado frente a mí.

-Todos te llaman el más grande, el único entre reyes, y un buen hombre. Pero ahora majestad, estorbas y me estás tapando el sol.

Un mendigo, lo más bajo de la sociedad.

Sin hogar, sin familia, sin pertenecía.

Y aun así se sienta frente a mí con el mentón en alto, seguro de que no me molestaré en lo absoluto por su actuar. Siempre he visto a las personas de dos formas, las presas y los pastores.

Nunca hubo o conocí a ningún hombre digno de ser llamado lobo. Más ahora, este viejo desnutrido que parece tan frágil como una hormiga, deslumbra los ojos de un Alcón.

Mantengo mi postura mientras lo observó, podría quemarlo hasta sus huesos, podría cortar su cuello o reventar sus ojos. Podría desintegrarlo con el movimiento de un dedo.

Es cuestionable, mi actuar lo es.

Bufo complacido, no es de extrañar que todos duden tras contemplar algo que está más allá de su entendimiento, quien diga lo contrario está loco o necesita una lección.

Lo cierto es que por primera vez en mi vida, reí mirando el cielo.

Estar en la cima es solitario.

Cruzo los brazos y dejo que mi energía desborde, la atenuó lo suficiente como para imitar la luz natural del sol.

Aquel hombre no sonríe pero en su lugar suspira.

-¿Por qué un hombre como usted busca a un ser como yo? -pregunta él.

-Ser o no ser -contesto solemne-, todos desean saber si son porque están hambrientos de una respuesta que le dé sentido. Yo creo lo contrario, soy y jamás dejaré de ser.

El hombre levanta una ceja, hecha las manos a su nuca y se acomoda sobre el montón de paja que eligió como cama la noche anterior.

-Estas lejos de ser muchacho, quien es no necesita saber o entender que es porque lo sabe sin comprender, muchos como tú gozan de lo que son al venir al mundo, pero en el fondo no lo son realmente y por ello necesitan decir que son. Una seguridad falsa.

-Si quien es no necesita saber que es, entonces dígame; ¿Puede una estrella entender lo que realmente es sin haberse visto a un espejo nunca?

El hombre sonríe, se rasca la barba y se hunde el dedo en el oído.

-Si una estrella brilla más que el resto, opaca a las demás y como tal jamás podrá saber que es dado que nunca habrá visto en realidad como son. Cuidado majestad, quizá ese resplandor le impida contemplar el cielo estrellado -responde el.

Arrugo las cejas.

Es demasiado valiente.

-Dígame anciano; ¿Puede una estrella lejana entender realmente a una que brilla más?

-Quien sabe -se encogió de hombros -, quizá esa estrella brille tanto que las otras jamás entenderá el porqué, parte de ello significa estar en un lugar que es porque elegiste estar. Muchas veces, observar demasiado la luz te quema.

Una buena respuesta debo admitir.

Pienso tranquilamente mientras lo observó, a nuestro alrededor una multitud se aglutina pero los ignoró.

-Permanecer es cansado, ningún hombre común debería ser obligado a dar su sangre en una lucha que está fuera de su control -respondo a merced de mis pensamientos.

-Majestad ¿Por qué no toma asiento?

Lo miro escrudiñando de pies a cabeza su alma, sin embargo, no encuentro malicia ni doble intensiones.

-¿Cuál es tu nombre? -le pregunto.

-Doge, todos me llaman así.

-¿Harás que tú Rey pregunte dos veces?

-Bien, lo siento -dice alzando las manos -, me llamo Eo, último discípulo del gran Kan.

-Fue un gran hombre.

-Lo fue.

Me siento en el aire y levito frente a él.

El anciano sonríe pero hecha a reír en silencio, mantengo mi mirada puesta sobre el pero reflejo su alegría. Últimamente las personas a mi alrededor suelen estar siempre serías.

-Dime Eo, hay algo que desees en esta vida más que nada. Soy el rey de la humanidad, todo cuánto existe me pertenece, dime tu deseo y se volverá realidad, es lo mínimo que puedo hacer para compensar está gran charla.

-Supongo que deseo algo.

-¿Qué es?

-¿Puede moverse? Me tape el sol.

Una vena salta en mi cabeza, este anciano tiene una personalidad acida.

Palmeó mi frente y una carcajada sale desde lo más profundo de mi ser. Devuelvo mis pies a la tierra.

-Pudiste haber tenido el mundo en tus manos ¿Sabes?

-¿De qué me sirve? Solo soy un hombre que desea ser sin dejando ser. No deseo límites.

Vuelvo a reír y me muevo.

-Eres un gran hombre, hoy he perdido por primera vez en la vida. Siéntete orgulloso, si no fuera el rey de la humanidad, me gustaría ser Eo.

Declaro en alto, doy media vuelta ondeando mi capa y entonces me paralizó.

-¿Se puede saber qué hace aquí, majestad?

Rin mi gemela y la reina de la humanidad me observa con una sonrisa torcida, bajo toda su elegante hermosura, la única igual a mi posee un temperamento peor que el mío.

-¿No dirás nada Len? -me pregunta Rin, mi reina.

Observó de reojo como su indiscreción hace que los hombres entre la multitud compartan un sentimiento mutuo, me alegra no ser el único que lidia con esas cosas. Aunque ella es la única digna de mi amor, no significa que estemos exentos de pequeñas discusiones.

-Hoy he encontrado algo interesante, tenía curiosidad.

Le respondo mientras avanzo a su lado.

Creo que tendremos una charla en la cama está noche, tal vez así sea más fácil justificar que me escape del trabajo que implica ser el rey.

Mensaje a los cielosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora