Abriste los ojos despacio. A pesar de que en esa habitación no había ventanas, una tenue luz la iluminaba. Cuando te giraste, una visión horrible te hizo gritar.
– ¡Ah, joder! –dijiste, incorporándote de inmediato.
Esa muñeca, esa maldita muñeca siniestra te observaba desde demasiado cerca. No era lo que uno esperara al despertarse, casi se te sale el corazón por la boca.
–Buenos, buenos días... –canturreó, burlándose de tu pánico repentino. – ¿Ha dormido bien la princesita?
–Maldita sea, Angie, no me des estos sustos –protestaste haciendo presión en tus ojos, relajando tu respiración, buscando con la mano algún rastro del cuerpo caliente que dormía junto a ti la noche anterior.
–Donna... –susurraste, aún con la voz demasiado perezosa como para despertar del todo. – ¿Dónde está Donna? –preguntaste cuando te diste cuenta del vacío que había en la cama. Angie te miró por un momento, cruzándose de brazos y dándote la espalda.
–Ahora viene. La muy tonta quería darte una sorpresa trayéndote el desayuno. –dijo Angie con un tono algo divertido. Por supuesto que era divertido, se suponía que no debías saberlo.
–Oh, genial, muchas gracias por fastidiarme la sorpresa, Angie –dijiste entre dientes, bostezando, incapaz de saber qué hora era, cuánto tiempo habías dormido. Ese cuarto necesitaba un poco de luz exterior.
–No hay de qué, forastera roba sitios –dijo satisfecha, moviendo la cabeza con orgullo. Tú rodaste los ojos.
–Oh, vamos, no te puedes enfadar por eso... –dijiste algo divertida, con tu medidor de paciencia cargado de nuevo.
–Espero que te quede una cosa clara, pequeña ratita. Donna podrá controlarme, pero yo también tengo ojos... Veo –afirmó, con postura amenazante, trepando por tu cuerpo y poniendo un dedo de madera en tu nariz.
–Oh, ¿y qué es lo que ves si puede saberse?
–Donna está enamorada de ti, muy enamorada –dijo sin cortarse un pelo, confesando una realidad que no habías escuchado hasta ese momento, a pesar del centenar de "ti amo" diarios.
– ¿Eso es malo? –preguntaste, apoyándote en tus rodillas, evitando que esa muñeca pudiera legar más arriba.
–No... –dijo, bajando un poco el tono. –No necesariamente.
– ¿Entonces qué pasa? Yo también la quiero –dijiste resoplando, no estando preparada para una discusión con Angie desde primera hora de la mañana.
–Espero que eso sea verdad porque si no... Bueno... Habrá consecuencias –amenazó, justo en el instante en el que unos conocidos tacones caminaban hacia allí.
–Bu, buenos días, tesoro –dijo una resplandeciente Donna, y una muy tímida, portando una pequeña bandeja con tu desayuno, decorada con una flor preciosa metida en un pequeño jarrón.
–Buenos días –dijiste, mirando de reojo a una divertida Angie, complacida por haberte estropeado la sorpresa.
–E, espero que hayas dormido bien... –dijo, agachándose, dejando la bandeja en tu regazo, besando tiernamente tus labios.
–Oh, sí... Todo lo bien que podía –murmuraste feliz, mirando ese precioso desayuno. –Es todo un detalle, Donna, muchas gracias.
–No... No hay de qué... Yo, quiero, quiero cuidarte, ¿recuerdas? –dijo divertida, sentándose junto a ti, ya con ese vestido negro, con esa ropa con la que siempre la veías, con su pelo recogido desordenadamente.
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El infierno en el que quiero quedarme
RomanceTu vida no iba a ninguna parte. Un engaño, una pérdida, la sensación de estar sola, de no tener a dónde ir... Todo fue motivo suficiente para que decidieras emprender una nueva vida lejos de tu pasado. Cuando te detuviste en aquel pequeño pueblo pen...