IX (2)

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22 de Septiembre de 2013

Guido salió hacia la esquina, y se subió al mismo auto que hace unos días. 

—¿Qué sucedió? ¿Por qué tu padre tiene mi número?

—Hola mi amor. ¿Cómo estás? No dejaré que te lleven a rehabilitación.

—Solo estoy acá, porque no quiero tener problemas en mi casa. 

—Ya no me miras como antes. 

—Vuelvo a repetirlo, ¿qué quieres?

—Me llevarán a rehabilitación, seis meses. 

—Que te vaya bien y que puedas dejar las adicciones atrás. Debo irme.

—No te muevas del asiento.

—Vendré por ti, quiero ser una mejor persona para ti.

—Tienes que ser una mejor persona para ti misma, no para nadie más.

—Quiero que seamos felices, ambos fuimos muy felices.

—Ambos nos perdimos en los venenos que consumíamos, no era felicidad. 

—Guido, nos amábamos, estás enojado y lo sé. Yo comprendo tu enojo, pero León no significa nada para mi. Está, como tu dices, perdida.

—Por más perdido que yo he estado, jamás te engañé con nadie. 

—Todos nos merecemos una segunda oportunidad.

—No, no todos. Estoy harto de esta conversación de siempre, estoy cansado, incluso, de tener que verte.

—¿Tienes a alguien más? ¿Es así verdad? 

—No te importa.

—Estás despechado, estás usando a alguien porque cometí el error de acostarme con León. No puedes tapar lo que sientes por mi, no puedes reemplazar todo el amor que sientes por mi, no amando a alguien más.

—Es imposible reemplazar algo que no existe. 

—¿Quién es? ¿Alguna fan loca? ¿Te estás divirtiendo con alguna de esas putas baratas? 

—No llames putas a mis fans, y no te interesa mi vida. Ya no eres parte de la misma, no tienes derecho de saber nada.

Las manos de la rubia fueron al cuello de Guido y lo atrajo hacia ella. 

—¿Qué mierda haces? —exclama Guido molesto.

—Admite que aún me amas.

—No te amo, y no volveré amarte nunca. 

—Mientes. 

—Suéltame, no quiero tener que forcejear contigo. 

—¿Amas a alguien más?

—No amo a nadie, no hay nadie en mi vida.

Guido mentía, en parte no.

—Follate a quién quieras, ilusiona a cualquier estúpida, pero te juro que nunca te olvidarás de mi. Siempre me amarás porque sigo siendo tu mujer, yo si soy una mujer, una mujer que sabe bien lo que te gusta y jamás habrá nadie que pueda hacerlo como yo. Volverás a mi, aunque eso sea la ultima mierda que haga. 

—Tienes razón, nadie me amara nunca más a medias como lo hiciste tu. Deseo que nunca nadie me ame como tu lo hiciste. 

Guido salió del auto dando un portazo, el mismo arrancó a toda velocidad. 

Guido respiró unas cuantas veces antes de entrar a su casa. 

Las luces estaban apagadas, no había sonido alguno. Entro a su habitación, allí estaba Alex.

Sus ojos lo miraban expectantes, buscaban una respuesta pero no la tendrían. 

—¿Está todo bien? —preguntó con algo de miedo.

—Si —Guido contesto inseguro. 

—Me voy a dormir. 

—¿Quieres quedarte? —Guido la freno agarrando su brazo.

Alex se acercó un poco hacía él para verificar lo que ya había sentido. Un perfume floral, extremadamente dulce. 

—Iré a mi habitación. 

—Alex, yo tengo algo que decirte.

—No, ya me quedo claro. 

—No, es lo que estás pensando, en serio.

—Hasta mañana Gui, que descanses. 

Las manos de Alex apretujaron con poca fuerza las mejillas de Guido, y sus ojos, que ya no brillaban como hace minutos, ni siquiera lo miraron. 

Alex, entendió lo que quiso.

De todas formas, Guido no iba a decirle la verdad. 

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Vienen por mí (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora